La noche tuvo sus semejanzas -esa entrada de los premiados por el pasillo central convirtió al Teatro Arriaga en el Campoamor-, sus solemnidades introductorias -un ... poco vetusta la retórica de Iñaki Gabilondo-, sus emotividades -maravillosa la glosa que Juan Jesús Rodríguez dedicó a todos los artistas o sentida la presencia, cante o no, de ese eterno animal escénico que es Leo Nucci- y hasta sus ausencias -el maestro Pizzi nos envió a su 'alter ego' Massimo Gasparon, Frizza firmó un video emotivo y la Diputación, primera institución interesada en promover la ópera en Bizkaia, no compareció en el escenario ni a través de un holograma-.
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Pero lo importante de la noche de ayer era el fondo verdiano, el colofón a una proeza cultural y lírica dedicada al compositor de Busseto, en cuya conclusión pesó como no podía ser de otra manera el reconocimiento a los protagonistas de tantas y tan distintas funciones. Quizás la estructura narrativa de la gala fue irregular -nunca el desarrollo narrativo y escénico debe dejarse en manos de un musicólogo y de un crítico, Izzo y Gago, ambos excelentes en lo suyo, aunque no tanto a la hora de dotar de ritmo al discurrir escénico-.
Con todo, ese pasivo se compensó con la brevedad de los discursos y, sobre todo, con las notables píldoras líricas de los premiados y con la excelente selección de un 'cast' de cantantes jóvenes que dan esperanza al futuro del género. ¿Habrá continuidad para estos premios? Pues ojalá. La ABAO ha dado un gran paso que debería ser apoyado por las instituciones. ¿O no?
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