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Cada vez es más difícil, en la escena contemporánea, ponerle etiqueta a un montaje. «Hasta los propios artistas tienen complicaciones a la hora de definir ... con una sola disciplina su trabajo», asegura Alicia Ochandategui, la directora del festival BAD. «Son artes que van cambiando y mezclándose». La cita, que vuelve a Bilbao desde mañana hasta el día 24 con 20 compañías en el cartel (la mitad, vascas) y seis estrenos, lleva en su nombre las disciplinas teatro y danza, pero hace tiempo que eso se queda corto.
En el programa hay propuestas que se definen como nuevas dramaturgias, otro clásico ya, y luego están la investigación y exposición coreográfica, danza y teatro musical todo junto, experimentación sonora y danza, la instalación y exposición -con la participación de los espectadores- y las artes vivas, un nuevo epígrafe que hace referencia a montajes que van mutando, ampliando, quitando y poniendo, respondiendo a cada momento en que se desarrollan. Para terminar de entenderlo: «El artista no tiene la percepción de que el trabajo esté terminado, sino de que siempre lo puede mejorar, que está en constante cambio. Eso es muy común en el arte contemporáneo en general, no solo en las artes escénicas».
Otra característica de lo contemporáneo es que intenta darle al espectador un nuevo papel, más activo. No son pocas las propuestas de este BAD que se acercan más al público, que lo rodean y lo meten en escena, que le dan tarea en vivo y en directo.
Los 'Brilliant Corners' de Orquestina para Pigmeos y Silvia Zayas, con la colaboración de Pablo Volt, proponen en seis sesiones (dos pases diarios los días 15, 16 y 17, con aforos reducidos, en Bilborock ) una manera diferente de ir al teatro. O al cine. O a una performance. O a todo a la vez. La gente entra a ver una peli y al mismo tiempo participa en esa peli imaginada en tiempo real, en un «juego corporal colectivo».
En la sala Cúpula del Teatro Campos, 'El ritmo que nos precede', de Koldo Arostegui, pone a tres intérpretes de danza a bailar al ritmo de músicas que son también memoria en el cuerpo, y memoria de la música, y que pueden ser el ritmo de muchas vidas. El Colectivo V.A.L.A. invita a la gente a pasarse por su alfombra roja en su 'You're welcome!' (en Bilborock) y escuchar diversas lenguas en tonos muy distintos, a ver qué se siente. Y en Harrobia Los Detectives, en 'Pienso casa, digo silla', se centran en las experiencias de las visionarias de la Edad Media para reflexionar sobre las creencias hoy y también sobre el cuerpo femenino y sus significados culturales.
Altraste Danza ya les sonará a algunos: Zuriñe Benavente tiene por costumbre acercarse al público, casi envolverlo con sus propuestas que mezclan la danza contemporánea y el teatro musical. Lo que van a hacer los de Lokke-Olatz de Andrés en la escuela de diseño IED Kunsthal Bibao en Zorrozaurre, con entrada gratuita, tiene también otro punto. El día 17, a partir de las cinco de la tarde y durante cuatro horas, los espectadores podrán entrar y salir de una coreografía que se muestra como exposición e investigación en torno al ajedrez, a sus movimientos.
En La Fundición Isaak Erdoiza y Nazario Díaz se aproximan al sonido a través del cuerpo. Los de Cielo Raso arman en Harrobia un rosario físico con la repetición de movimientos para mostrar muerte, pérdida, dolor. Miguel Ángel Berna usa como hilo conductor la jota aragonesa para homenajear a su gente y a su tierra, el Pirineo, en 'Outuria: intima peregrinatio' y Marta Izquierdo, con la producción francesa 'My name is Britney Spears', sigue cuestionando la figura femenina en la cultura popular. «Los artistas están trabajando mucho ideológicamente, sobre contextos sociales determinados».
Aquí caben nombres propios como el de Juana Dolores, que empezó en la poesía y está ya considerada la nueva Angelica Liddell. 'Demasiado diva para un movimiento asambleario' es un solo performativo que le da la vuelta a la ideología, la simbología y la terminología marxista-leninista para reivindicar la individualidad y el amor. «Es muy potente», dice Ochandategui.
'El ardor', de Alberto Cortés, podría meterse en este mismo cajón que la pieza de Juana Dolores, esta vez para subir a escena a colectivos que normalmente no se ven reflejados -los muy jóvenes, los muy mayores, los cuerpos que se salen de la norma, los queers, los outsiders- para lanzarlos, como armas, contra el sistema de relaciones capitalista. Otra que juega con el espectador es 'I don't worry me', de ATRESBANDES y Bertrand Lesca y Nasi Voutsas (día 22 en Harrobia), que pone a dos comentaristas a comentar una obra de teatro... que es la que están haciendo ellos mismos.
En esta edición del festival hay solo una propuesta de teatro documental, aunque varios artistas vascos preparan otras que podrían verse en 2022. En 'TRIBIZ, baserri galdua', el creador e intérprete Jon Ander Urresti se sumerge en la larga historia del caserío familiar, un «objeto arqueológico» que habla de trabajo, costumbres, raíces, acciones ya perdidas de las que quedan recuerdos, herramientas y documentos para montar la pieza.
Kabia Teatro y Teatre de l'Enjolit inauguran BAD mañana en La Fundición con 'El alimento de las moscas', un solo en busca del monstruo más allá de los minutos que puede ocupar en una noticia. Como es habitual, Kabia juega con multitud de recursos -texto, canto y música, iluminación- para contar esta trastienda. Y Horman Poster Kolektiboa vuelca al euskera un texto clásico, en versión libre, sobre las relaciones de poder. Tragedia y comedia repleta de personajes poliédricos es esta 'Antigone edo ezetzaren beharra'.
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