Paul Pfeiffer en el Guggenheim. Yvonne Iturgaiz

Paul Pfeiffer crucifica a Justin Bieber y mete un estadio de fútbol dentro del Guggenheim

Inaugura una exposición de foto, vídeo, escultura... con la que analiza la naturaleza de grandes espectáculos deportivos o musicales, la identidad individual y colectiva, y la percepción del mundo que nos llega a través de los medios de comunicación

Viernes, 29 de noviembre 2024, 14:34

Si existe algún apasionado del deporte que aún se resiste a dejarse encandilar por el arte contemporáneo, ha de saber que el Guggenheim ha dado ... con la fórmula para ponerle remedio: se llama Paul Pfeiffer (Hawaii, 1966). Es el nombre del artista que acaba de inaugurar en el museo bilbaíno una muestra sobre su obra de vídeo, escultura, foto... Se pueden decir muchas cosas de él, como que a finales de los años 90 andaba creando con tecnología primitiva imágenes en bucle, balones entrando y saliendo de la canasta, deportistas celebrando, paso adelante, paso atrás. Lo que casi tres décadas después consigue cualquiera dando a una tecla del móvil para hacer un GIF. «No soy de los que se ponen nerviosos con la irrupción de la Inteligencia Artifcial», tranquiliza este diseccionador de la realidad obsesionado con analizar la naturaleza de los grandes espectáculos deportivos y la construcción de la identidad individual y colectiva.

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Asistió Pfeiffer al derbi Athletic-Real Sociedad y al partido de los rojiblancos contra el Elfsborg, y salió impresionado con el ambiente y los cánticos del campo: «He tomado nota de todo y espero hacer algo con ello a mi vuelta a EE UU. He visto las luces rojas que iluminan el túnel por donde salen los jugadores a San Mamés. Me interesa mucho esa perspectiva psicológica de lo que siente el jugador al salir al campo».

Muchas cosas en Pfeiffer son sorprendentes, no en vano es «uno de los artistas fundamentales del siglo XX y el XXI», valoró Juan Ignacio Vidarte, director del museo. Nada más entrar en la exposición, se escucha de fondo a una multitud enfervorecida, sonido que va aumentando de volumen hasta llegar a la sala que alberga la pieza inmersiva 'Los Santos': el sonido que envuelve gracias a una decena de altavoces se grabó en Manila en 2006, donde él vivió y estudió en su adolescencia: Pfeiffer metió a mil filipinos en un teatro y les puso a ver la final del Mundial de Fútbol celebrada 40 años antes, en 1966, en el Wembley de Londres, entre Inglaterra y Alemania Occidental. Les animó a gritar, cantar y corear consignas, y eso es lo que se escucha mientras en una pantallita los deportistas juegan en blanco y negro. Misma experiencia con salto en el tiempo que muestra lo engañoso de nuestra percepción. Eso sí, el impacto sonoro primero y visual después es tan vívido que ganas dan de saltar al campo.

La final del Mundial en Wembley de 1966 y los hinchas en Manila en 2006. Una experiencia sonora inmersiva la de 'Los Santos'.

Interesado por cómo se construye la percepción del mundo, la identidad individual y colectiva y por lo que se vive en los grandes espectáculos deportivos y musicales (sobre todo por cómo se transmite), ha centrado su obra en 'jugar' con muchas de estas variables. Todo ello puede experimentarse en el Guggenheim hasta el 16 de marzo. Como participar de toda la emoción de un partido de fútbol americano... sin ver a los jugadores. Se trata de 'Rojo, verde, azul', la última obra de Pfeiffer, que nos ofrece una realidad muy distinta a la que estamos acostumbrados; aquí son las animadoras, los periodistas que retransmiten y sobre todo, la banda de música de la universidad de Georgia, en Athens (EEUU), quienes acaparan todo el contenido y los oídos, pues el volumen de la fiesta es importante.

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Justin Bieber, despiezado y crucificado. Y. Iturgaiz

Ahora mismo, el artista está trabajando con un futbolista holandés ya retirado, Edgar Davids, en una obra coral para el Festival Internacional de Manchester del año que viene, donde once artistas trabajan mano a mano durante dos años con once futbolistas. Ese híbrido entre deporte y arte que tanto interesa a Pfeiffer, capaz de construir monstruos a la manera de Frankenstein con todo aquello que despierte su inquietud. Porque hay otros híbridos: el visitante se da cuenta de ello al entrar en una sala que parece el escaparate de una carnicería. Ayudado por maestros artesanos sevillanos, filipinos y mexicanos, ha fabricado reproducciones del cantante Justin Bieber que recuerdan a las imágenes de los pasos de Semana Santa, y las ha despiezado y colgado de la pared, un crucificado por partes:

–¿Por qué el cuerpo de Bieber?

– Pienso en él como si fuera una matriz. Fue una de las primeras estrellas de YouTube y es una persona del mundo del entretenimiento en relación con la cultura contemporánea. Nació en el seno de una familia cristiana y ha desarrollado una mitología personal ligada a algunas 'megaiglesias'; aparece como si fuera una figura moderna de Jesucristo, y durante algún tiempo llevó a cabo una conversión religiosa. Predicaba, hacía sermones dentro de sus conciertos, utilizando esa plataforma para convertir a sus fans. La supuesta separación entre religión y entretenimiento desaparece, dando lugar a nuevas formas híbridas, de ahí lo de matriz.

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– ¿Le fascina algún otro artista para convertirlo en icono?

– Bien, quiero tener cuidado con lo que estoy a punto de decir. De alguna manera, actualmente me interesan personajes un tanto marginales, no tan centrales. Con Taylor Swift, por ejemplo, me interesa menos trabajar, porque figuras como ella ya están ocupando bastante espacio, está por todas partes, y sería difícil crear una diferenciación sobre ella con mi arte.

Un partido de fútbol americano donde lo que importa es la banda de música. 'Rojo, verde, azul'.

- Si le llama la atención la percepción del mundo que obtenemos tras ser 'manipulada' por los medios de comunicación a veces durante una simple retransmisión de fútbol, le estarán dando un montón de trabajo la IA, los fake news, el clickbait...

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- Empecé con mis obras a finales de los años 90 con la revolución digital, y ya pensaba que el ordenador usaba el mismo lenguaje que lo que había hecho hasta el momento con la fotografía pero de una manera amplificada. No me sorprende dónde nos encontramos. Las semillas de este momento fueron inspiración para mí en la década de los 90, así que entiendo este presente como si fuera una especie de expansión de algo que arrancó con profundas implicaciones hace 25 años.

- Utopía o distopía, ¿hacia dónde vamos?

- Hay una tradición política que focaliza su atención en mantener una sensación de estabilidad, y veo también que vamos hacia una condición de inestabilidad radical, no es ni utopía ni distopía, sencillamente es inestabilidad. Debemos reconocer y aceptar la condición de la complejidad.

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- ¿Contra qué nos alerta su arte?

- Supongo que mi obra nos dice que tenemos una especie de suposición por defecto de lo que sería la propiedad individual de nuestras emociones, experiencias y percepciones, y esa es una especie de inocencia que se utiliza en nuestra contra. Hay que tener cuidado con ello.

- ¿Qué siente que pasa en un gran estadio con un partido de alta competición para que tanto le interese artísticamente?

- Me gusta mucho Elías Canetti, que escribió en los años 60 el ensayo 'Masa y poder'. Gracias a él he visto que suceden varias cosas en un acontecimiento en un estadio. Tenemos un enfrentamiento entre dos grupos, dos comunidades de hinchas, de pueblos o países diferentes. Y a 50.000 o 100.000 personas que crean una sola unidad. Y luego, los productores de ese evento deportivo, que trabajan antes de arrancar el partido y siguen después. Las personas que proporcionan el sonido y la iluminación, los que venden refrescos, los cámaras que proyectan ese deporte a millones de personas fuera del estadio... Esa infraestructura de radiodifusión y de reproducción de este acto es donde yo centro mi actuación.

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Sangre y cuchillo

Pequeñas pantallas muestran antiguas competiciones de boxeo donde se ha eliminado fotograma a fotograma a los púgiles, a veces a uno solo, lo que ofrece una curiosa perspectiva del asunto, con las gomas elásticas del ring combándose solas. También ha borrado el artista a un campeón de béisbol que sostiene un trofeo, que aparece flotando en el aire. Enormes fotografías en las que se ha hecho desaparecer elementos como las canastas muestran a astros del baloncesto desde otra perspectiva.

Pero no todo es deporte. La película 'Los diez mandamientos' de Cecil B. DeMille le aportó el largo y enigmático título de la exposición, 'Prólogo a la historia del nacimiento de la libertad': «Pensando en el deseo que tenemos todos de alcanzar una mejor realidad social en el futuro, deseo que siempre ha existido en el pasado, una idea bíblica de lo que sería la transformación individual y colectiva».

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La bañera con circuito cerrado de agua es un guiño a 'Psicosis'; una ducha funcionando tras la cortina es recogida por varias cámaras que ofrecen a través de un monitor imágenes que inquietantemente recuerdan a la famosa escena del asesinato. El visitante entra en bucle, perdón, en GIF, mientras ve caer el agua, esperando ver en cualquier momento la sangre y el cuchillo. 

Un jugador de baloncesto de la serie 'Los cuatro jinetes del apocalipsis'.
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