Ander Arteagabeitia

Ander Arteagabeitia vuelve a casa tras 9 meses en el hospital: «Ha sido la etapa más bonita de mi vida»

Este joven de Sopuerta, que quedó tetrapléjico tras un accidente en la piscina, recibe el alta después de una larga rehabilitación en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo

Jueves, 8 de abril 2021

Ander Arteagabeitia soñaba con regresar junto a su familia y volver a tomarse una cerveza con sus amigos. «Eso no tiene precio», decía. Hoy es el día en que este joven de Sopuerta, que se quedó tetrapléjico el pasado verano por un fatal accidente en la piscina, vuelve a casa tras nueve meses ingresado en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo. Entró el 14 de septiembre, después de haber pasado mes y medio en Cruces, donde fue operado de urgencia. Ha sido un camino largo y tedioso, en el que ha hecho frente a una nueva realidad que le ha cambiado la vida, tanto física como psicológicamente. «Entró un Ander hecho un desastre. Me sentaba en la silla y me mareaba, tenía que beber de las botellas con pajita, no tenía fuerza para nada y era totalmente dependiente de todo el mundo. Ahora, se va un Ander independiente que, a pesar de no tener las manos bien, puedo hacer solo todas las tareas del día a día, salvo cocinar, porque no puedo coger un cuchillo. Todo lo demás lo he superado, me voy entero y muy fuerte», nos cuenta orgulloso.

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Le diagnosticaron una tetraplejia de nivel C6-C7, que le priva de movilidad desde los pectorales hasta los pies. «Carezco de sensibilidad motora de las axilas hacia abajo, cada vez que me siento es por puro equilibrio», nos contaba. Pese a todo, ha afrontado su lesión y los meses de rehabilitación de una forma tan ejemplar que lo califica como «la etapa más bonita de su vida». «En el hospital he conocido a gente extraordinaria. He aprendido muchísimas cosas que, si no llego a pasar por esto, jamás me hubiera dado cuenta. He aprendido a valorar lo que tengo, que es mucho y buenísimo. Es un regalo que yo esté aquí, que la vida me haya dado una segunda oportunidad, que pueda levantarme cada día y saborear la vida», explica.

Aquel 25 de julio de 2020 volvió a nacer de nuevo. Lo que comenzó siendo una agradable jornada de barbacoa con su cuadrilla acabó con fatal desenlace cuando impactó contra el suelo de una piscina. Por aquel entonces, la vida de Ander era una carrera de 100 metros vallas, en la que lidiaba constantemente con los obstáculos que le marcaban su elevada exigencia y sus consecuentes momentos de frustración. Ahora, ha convertido su camino en una carrera de fondo, en la que día a día logra pequeños objetivos a base de perseverancia y grandes dosis de paciencia. «Con ganas y trabajo se puede conseguir cualquier cosa, por muy difícil que sea», repite como un mantra. Un espíritu de superación personal que ha logrado a base de cultivar su fortaleza mental. «Lo mejor de estos meses ha sido el aprendizaje individual, aunque sé que aún me queda mucho por aprender. Nunca hubiera pensado que el ser humano podría llegar hasta estos límites», explica.

Sin embargo, nada de esto habría sido posible sin el equipo de profesionales que han estado con él al pie del cañón durante los últimos meses. «He estado dándolo todo con mi gente, me llevo amigos para toda la vida, esto que he vivido ha sido muy intenso», reconoce. Hace mención especial a Miriam, una especie de ángel de la guarda vestida de blanco que le ha ayudado a levantarse cuando sus cimientos se tambaleaban. «Es fisioterapeuta y ha sido un descubrimiento increíble para mí. Hemos hecho una pareja inmejorable. Si no llega a ser por ella y por el equipazo que hacíamos no hubiera llegado hasta donde he llegado. Se lo agradezco una barbaridad, tanto a ella como a todos los compañeros que ya se han convertido en parte de mi familia».

Este jueves llegó el momento de despedirse de ellos. A las 14.00 horas una ambulancia le recogía junto a su maleta, su silla y sus bitutores -unas órtesis que ayudan a proteger y estabilizar sus piernas- para llevarle a casa. Una casa de dos pisos a la que se le ha hecho un lavado de cara para eliminar las barreras arquitectónicas que pudieran suponer un impedimento para él. Esta reforma ha sido posible gracias a la campaña de recogida de fondos que fue impulsada por su propia cuadrilla, con la que consiguieron la recaudación suficiente para adaptar este espacio a las nuevas necesidades de Ander. «Hemos trabajado la accesibilidad de la casa, que antes era impracticable. Yo vivía en el piso de arriba y hemos tenido que reformar la parte de abajo para no tener que utilizar las escaleras. Ahora el salón es mi habitación. El día de mañana también me gustaría adaptar la segunda planta para no tener que quedarme siempre aquí. Al fin y al cabo, allí es donde me gusta estar, esos techos abuhardillados me dan la vida», reconoce, no sin antes acordarse de todos aquellos que lo han hecho posible. «Dar las gracias a mi familia, amigos y a todos los voluntarios que se han ofrecido a colaborar. Siempre os estaré muy agradecidos y nunca sabré de qué manera os podré corresponder. Estoy tan orgulloso que no tengo ni palabras para expresarlo. Soy el tío más afortunado del mundo», admite.

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Ahora, afronta su primer día en este nuevo escenario, sin la facilidad de pulsar un botón para solicitar ayuda, como ocurría en el hospital. «Toca poner los pies en la tierra y asumir este periodo de adaptación solo en casa. Voy a intentar seguir entrenando para ser independiente en todo», admite. «Hay que coger el toro por los cuernos. La realidad es la calle, y no siempre es fácil enfrentarse a ella, por eso tengo tantísimas ganas de jugar ya ese partido», concluye sonriente, haciendo gala una vez más de ese espíritu de superación que está sirviendo de ejemplo a los miles de personas que siguen sus progresos en las redes sociales. «Una cosa muy positiva que nunca me hubiera imaginado es poder ayudar indirectamente a tantísima gente. Eso me reconforta y me hace feliz», admite. La familia, los amigos, las escapadas a la montaña y a la playa, o las cañas al sol en las terrazas, siempre y cuando el Covid lo permita, ya están al alcance de sus manos, esas que se seguirán esforzando cada día por agarrar con fuerza las riendas de su nueva vida.

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