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Marcos Castellanos trabaja la madera con más facilidad que un niño juega con plastilina. Desde el pasado 14 de marzo, el número 3 de la ... calle Lotería se ha convertido en una improvisada galería de exposición y venta de piezas de este carpintero, ebanista y también escultor bilbaíno afincado en Berango. «Después de casi 30 años haciendo muebles, decidí empezar con la escultura hace cinco años. Todavía no sé muy bien por qué, pero había algo dentro de mí que me decía que siguiera cuando hice la primera», confiesa. Esa inquietud por esculpir que comenzó en plena pandemia, también le ha impulsado a «arriesgar» y mostrar su arte en un local del Casco Viejo durante un tiempo limitado. «Iba a terminar a principios de mayo, pero ha sido tanta la aceptación y la cantidad de gente que ha disfrutado durante estas semanas que me quedaré al menos todo este mes», avanza.
Las más de 30 esculturas de la exposición, que también incluye mesas, son piezas únicas elaboradas con madera maciza en el taller de Marcos, ubicado en su casa en Berango. «Todo parte de una idea, no realizo ningún boceto ni dibujo, ni siquiera un diseño previo. La escultura va cogiendo forma y adquiere vida a través de un fructífero diálogo entre mis manos y la madera», explica. A Marcos, que ahora tiene 65 años, la inspiración para esculpir le ha llegado de su silenciosa y permanente observación de la naturaleza, «que al final está esculpiendo maravillas continuamente», subraya. Su afición por la montaña y el alpinismo, que lleva practicando desde muy joven, le ha permitido observar con calma los bosques, los lagos y el mar, lo que que le ha servido para imitar con sus manos las caprichosas y espectaculares formas que esculpe la naturaleza desde hace millones de años.
Precisamente, fue una de sus escapadas para practicar alpinismo allá por el año 1997, con treinta y tantos años, cuando conoció a un carpintero alemán que le daría la pista para encontrar un nuevo camino en su vida. «Llevaba desde muy joven trabajando en el sector inmobiliario, que me reportó muchos aprendizajes, pero estaba buscando algo distinto. Aunque me gustaba mucho trabajar con las manos, no sabía muy bien qué hacer, pero aun así lo dejé todo para encontrarlo», recuerda. Fue en uno de sus viajes al Pirineo donde, mientras bebía agua en una fuente, conoció al carpintero alemán que durante algo más de un año le enseño cómo trabajar la madera y cómo ser capaz de hacer mucho con poco material. Aquella casualidad que ha marcado su vida ha bautizado la exposición, que lleva el nombre de Serendipia, un término que se utiliza cuando se produce un hallazgo valioso que se da de manera accidental o casual.
Durante un tiempo ambos trabajaron en el taller, pero después se quedó Marcos al frente del proyecto, en el que realiza muebles por encargo, como mesas, consolas, cómodas o alacenas. «Busco siempre hacer cosas especiales y únicas, con madera maciza y diseños propios. Trabajo mucho con la empresa navarra Maderas Azkona, que importa maderas europeas como el roble de los países del Este y Francia o el pino y el abeto de Suecia y Finlandia», detalla. Para las piezas que se pueden encontrar en la exposición del Casco Viejo, Marcos ha utilizado también ébano y otras maderas que va encontrando por diferentes lugares. «Mi mayor máxima es no tirar nunca nada. Lo aprovecho absolutamente todo», recalca.
Tras el éxito de su apuesta escultórica en el Casco Viejo, Marcos ha consolidado un nuevo camino en la trayectoria que comenzó hace casi 30 años y no tiene dudas en seguir explorando su creatividad en el mundo de la escultura. «Mucha gente me ha dado la enhorabuena por esta iniciativa. Y la verdad es que hasta ahora he vendido muchísimo más de lo que imaginaba. ¡Alguna de las esculturas se va incluso fuera de España! Los comerciantes de la zona tampoco quieren que me vaya, agradecen que haya proyectos así en el Casco Viejo, porque últimamente se abren muchas tiendas de 'souvenirs' y cosas de ese estilo, pero hay pocos espacios artísticos». De momento, Marcos seguirá durante todo el mes de mayo en la calle Lotería y anima a todo el mundo a pasarse a conocer su arte. «No hace falta que vengan a comprar. Yo quiero que entren, vean y toquen las piezas y que me digan qué es lo que les transmite mi trabajo. ¡A veces nos han dado las once de la noche charlando!».
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