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Juanan Román llegó al mundo del maquillaje por casualidad. Este artista bilbaíno se estrenó con la brocha hace más de 25 años. Sus primeras clientas ... fueron maniquíes sin rostro a las que él convertía en auténticas diosas. «Trabajé como escaparatista para Cortefiel y me encantaba embellecer a las maniquíes con labiales, coloretes y sombras, que iba cambiando por temporadas», recuerda. Después fichó por la cadena vasca de perfumerías Etxezuri y empezó a usar como lienzo la piel de sus clientas. «Cuando venían los maquilladores de las firmas, me encantaba ayudarles y fijarme en su trabajo. Entonces me di cuenta de que esto era una pasión que yo llevaba dentro», se sincera.
Mientras trabajaba en Etxezuri, Juanan decidió formarse en Asesoría de Imagen en la escuela Josep Pons de Barcelona. «Iba en mi mes de vacaciones y en los días libres para aprender todo lo posible sobre maquillaje social y de novias». Y, sin esperarlo, le salió una gran oportunidad para llevar la firma cosmética Bobbi Brown en El Corte Inglés de la madrileña calle Serrano. «Fui a la entrevista y acepté, porque iba a poder dedicarme a lo que realmente me llenaba, pero en el aeropuerto de Barajas, de vuelta a casa, les llamé para decirles que me lo había pensado mejor y que no quería dejar mi querido Bilbao y mi vida aquí». Eso sí, se quedaron con su currículum y no dudaron en volver a llamarle dos años después, cuando la marca de maquillaje estadounidense recaló en El Corte Inglés de Bilbao. «He estado 15 años, en los que he sido muy feliz, no solo maquillando a las clientas, sino también impartiendo cursos de formación por toda España. De hecho, sigo en contacto con la maquilladora Bobbi Brown, que me ha mandado su nueva línea de maquillaje para tener aquí en mi estudio», cuenta.
Cuando Bobbi Brown abandonó su firma de cosméticos homónima, en diciembre de 2016, Juanan también salió de la empresa para emprender una nueva aventura con los pinceles. Lleva ya 8 años como embajador de la firma de cosmética suiza La Prairie en El Corte Inglés de Bilbao. Allí realiza tratamientos y maquilla a sus clientas, a las que también recibe en su propia casa, en plena Gran Vía, donde ha establecido su estudio para ofrecerles «un entorno más íntimo y exclusivo». En el salón, frente a un enorme ventanal, suele desplegar Juanan su maletín, del que sale un tocador portátil con luces incorporadas lleno de brochas y sombras de colores. «Aquí se sienten más cómodas y les puedo ofrecer un trato cercano. Nos tomamos un café y, si hace falta, una copita de champán, que me encanta», cuenta riendo.
También confían en él muchas novias, que se ponen en sus manos para lucir aún más favorecidas en su gran día. «Les hago una entrevista previa y una prueba para saber qué tonos les sientan mejor, cómo se maquillan a diario o cómo es su vestido. Y el día de la boda me desplazo a su casa o al hotel en el que se cambian para resaltar su belleza natural y potenciar su esencia». Además, imparte clases individuales o en grupo en su estudio a quienes quieren aprender a maquillarse o buscan mejorar su técnica. «Duran dos horas y se crea muy buen ambiente. Jugamos y disfrutamos». Sobre todo, cuando la cita es una 'beauty party', es decir, una fiesta de la belleza para un máximo de seis amigas dentro de una despedida de soltera. «Les pongo música y una mesa de catering con picoteo dulce y salado. Y, además, salen de aquí maquilladas».
Juanan recuerda con cariño que fue uno de los maquilladores oficiales de los Premios Ercilla, donde dejó su sello en el rostro de actrices como Aitana Sánchez-Gijón, Concha Velasco, Lola Herrera, Carmen Machi o Maribel Verdú. Y también maquilló en la boda de Patricia Morales e Iñaki Williams, que se casaron el 1 de junio del año pasado en la basílica de Begoña. «Por la mañana, maquillé a la madre y a la hermana de la novia. Y ya por la noche, en el Palacio San Miguel, realicé el retoque a Patricia para su segundo vestido e instalé el tocador para arreglar el maquillaje a las invitadas», cuenta.
Sus creaciones demuestran que para Juanan el maquillaje no es estático, ni unidireccional: la luz, los rasgos, los gestos, la forma en la que nos movemos condicionan. Piensa en el maquillaje como una manera de construir y esculpir el rostro, jugando con volúmenes, texturas y contrastes. «Me inspiro mucho en el arte y la arquitectura, pero siempre con la intención de resaltar la belleza natural. Me encanta ir al Museo Reina Sofía y sentarme a observar los cuadros. Me inspiran pintores como Caravaggio, Renoir y Monet, por su sensibilidad hacia la luz y los matices suaves, y arquitectos como Tadao Ando, que trabajan desde la simplicidad y el respeto por las formas naturales», explica.
Hace un par de años Juanan dio un paso más al crear su propia línea de brochas profesionales, que se pueden encargar a través de su página web y en su cuenta de Instagram. Un pack de doce pinceles que nació tras un año de ensayo y error, después de escuchar a sus clientas y probar diferentes materiales y mezclas improbables. «Es un proyecto muy personal, en el que he puesto el corazón. Al final, las brochas para un maquillador son un apéndice más de su mano, así que quería que tuviesen un diseño especial y respetasen incluso las pieles más sensibles». «¿Con qué famosa te gustaría usarlas?». «Con ninguna en especial. Yo no soy muy mitómano. Me quedo con mis clientas, quiero que se sientan bien. Han confiado en mí desde el principio y gracias a ellas puedo seguir dedicándome a lo que tanto me gusta», dice mientras guarda sus brochas en un aparador del salón repleto de maquillajes.
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