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Terapia carnavalera dos años después
Bilbao se acerca a la normalidad en la primera fiesta con vocación multitudinaria que se ha celebrado en la ciudad desde que llegó el virus
El Carnaval de este año tenía, y tiene aún, vocación terapéutica. Es la primera cita festiva levemente multitudinaria que se celebra en Bilbao desde que ... estalló la pandemia. Lo mismo que los carnavales de 2020 fueron la última. Así que es como cerrar un ciclo. Como poner distancia de algún modo a dos años horrorosos. Es cierto que la pandemia no ha pasado, pero también que nunca antes había parecido tan cerca la normalidad.
Pero va, y llega la guerra en Ucrania. Semejante enormidad lo cambia todo y anima a pensar en cosas importantes, en que no hay nada seguro y en que la rutina plácida a menudo es un exotismo. Todo se puede ir al garete en un pispás. Igual por esa misma razón es aún más importante agarrarse al momento y disfrutar con intensidad cuando hay oportunidad de hacerlo.
Este sábado la oportunidad se presentó en bandeja y miles de personas se lanzaron a la Gran Vía de Bilbao para participar en el tradicional desfile de Carnaval que cada año (el pasado no, claro) organiza Bilboko Konpartsak.
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En esa ocasión el recorrido fue un poco más largo que los anteriores para intentar evitar grandes aglomeraciones, y también se hizo en el sentido opuesto al habitual, con el final en la plaza Circular, para facilitar que los grupos abandonasen la zona por arterias anchas (Buenos Aires, Navarra y Hurtado de Amézaga), manteniendo así ciertas distancias. Recordemos: el covid no ha desaparecido, y eso se encargó de recordarlo uno de los grupos disfrazado de séptima ola, aunque llevaban sus trajes de buzo, sus flotadores, sus tablas de surf y también camisas hawaianas.
Como era previsible, los motivos pandémicos fueron variados y no hubo pocas representaciones del lehendakari Urkullu, la consejera Sagardui y el alcalde Aburto en tono bastante crítico. Las feministas de Mamiki se enfundaron unas bolsas con el logo de OsakiWarriors, de las que se desprendieron al grito '¡freedom!' de Aretha Franklin.
En el desfile hubo, entre otros alicientes, los siguientes: los gaiteiros de Os Agarimos de Masustegui, muchos 'wallys' de Txomin Barullo, los de un circo haciendo la conga, Maravillas del Mar con disfraz elaboradísimo, un grupo de lactancia rockero, decenas de 'raffaellas carrá' insinuantes, txikiteros, discotequeras, mimos, flamencos rosas, dálmatas, bailarinas bolivianas...
Uno esperaría encontrar entre el personal congregado en la Gran Vía alguna declaración para titular este reportaje del tipo «ya se me había olvidado como era una fiesta» o «ya era hora de volver a divertirnos». Pero qué va. El regreso a las viejas tradiciones del disfraz y el cachondeo fue asumido con total normalidad, como es debido.
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