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Pedro Ontoso
Jueves, 17 de noviembre 2016, 01:46
El Vaticano felicitó a Donald Trump por su victoria en las elecciones norteamericanas a través de su 'número dos', Pietro Parolin, con un lenguaje eclesial: «Que Dios le ilumine». Cortesía diplomática de la Santa Sede con la primera potencia del mundo. Pero en Roma preocupa la 'hoja de ruta' que ha anunciado el presidente electo, que va en dirección contraria a la que se ha marcado el Papa en su pontificado. Por supuesto, nada de misericordia ni de compasión. El nuevo inquilino de la Casa Blanca rechaza a los inmigrantes y refugiados, coloca a los musulmanes en el punto de mira, enciende el discurso de la guerra y carga contra el Acuerdo del Clima logrado en París.
Le han preguntado dos veces al Papa sobre Trump. La primera, cuando regresaba a Roma de su viaje a México en pleno debate sobre la propuesta del magnate de construir un muro de casi 3.000 kilómetros a lo largo de la frontera entre el país azteca y Estados Unidos. Francisco fue categórico: «Alguien que piensa en construir muros no es cristiano». Lombardi, entonces portavoz del Vaticano, se esforzó en comunicar que no se trataba de un ataque personal ni tampoco era una indicación del voto, pero la frase sentó muy mal a Trump, en plena gira de primarias para conseguir la nominación republicana.
El dardo le alcanzó, además, en Carolina del Sur, corazón del Bible Belt, el Cinturón Bíblico, que engloba a un nutrido grupo de estados en los que la religión tiene mucho peso. De hecho, sus mitines los arrancaba blandiendo un ejemplar de la Biblia, regalo de su madre cuando era niño, según ha explicado. El comentario del Papa le hizo daño. Y arremetió contra él. «El Papa desearía y rezaría para que yo fuera presidente si el Vaticano fuera atacado por el Estado Islámico», replicó. «El Vaticano está cercado por murallas escandalosamente altas», abundó, antes de tildarle de 'títere' del Gobierno mexicano.
Sin embargo, Trump controló su enfado. Es verdad que el Papa no es un icono en un país de tradición protestante, pero un enfrentamiento con el jefe de los católicos podría perjudicarle en unos enclaves de arraigada tradición religiosa. Se jugaba mucho. Los sondeos ya predecían que los evangélicos le empujarían hacia la Casa Blanca. Y así ha sido. El voto evangélico y el voto rural han sido claves en su victoria. Los estados del 'Cinturón Bíblico', baluarte de los valores familiares, perdonaron los 'pecados' conyugales dos veces divorciado de Trump y apostaron por él como presidente.
La extrema derecha religiosa
Los evangélicos mantienen una posición de extrema derecha en cuestiones morales y sociales, un conservadurismo a ultranza y muy fundamentalista. Le pregunto por los evangélicos a un amigo teólogo, biblista de acreditado prestigio que prepara un curso sobre el uso político de la Biblia. «En los informativos he visto las primeras declaraciones de Trump, rodeado de su familia, en un ambiente lleno de oro, o dorados, y mármoles. Entre otras cosas ha dicho que renuncia al sueldo de presidente o que sólo cobrará un dólar. Los evangelistas son grupos fundamentalistas, sumamente integristas y políticamente conservadores. Para muchos de ellos la riqueza es una señal de la bendición divina. Trump cuenta hasta con este signo divino a su favor», reflexiona.
Los evangélicos, un auténtico grupo de poder, es la comunidad cristiana que más se identifica con el Partido Republicano. «Estos grupos, que frecuentemente se autodenominan 'iglesias', se precian de que sus 'ministros', 'presbíteros', líderes o como les llamen, tengan mucho dinero y, efectivamente no es raro que se hagan supermillonarios a costa de la generosidad de sus fieles. Hay avispados negociantes que fundan su iglesia y se forran. Normalmente se basan en la credulidad e ignorancia de la gente, y en un literalismo bíblico muy extendido en EE UU, donde, por otra parte, se encuentran también los mejores estudiosos críticos de esta especialidad. Y siempre se pueden agarrar a algunos de los textos bíblicos en que el justo es recompensado con una descendencia numerosa, con rebaños abundantes y con espléndidas cosechas», resume el profesor universitario.
El caso es que un 81% de los electores de los evangélicos han apoyado a Trump, frente a un 16% que ha respaldado a Hillary Clinton, de acuerdo con los datos del Pew Research Center. Seguramente, en esto ha tenido mucho que ver Mike Pence, vicepresidente electo de Estados Unidos. El gobernador de Indiana es un político ultraconservador y religioso fervoroso. Educado en una familia católica, se convirtió más tarde al evangelismo. Entre sus medidas más polémicas figura su boicot a las leyes medioambientales de Obama, así como sus iniciativas para limitar el aborto o los derechos de los homosexuales. Tampoco ha escondido su rechazo a la llegada de refugiados sirios a Indiana. El futuro 'número dos' del Gobierno estadounidense, que se planteó el sacerdocio en su juventud antes de estudiar Derecho, se define como «cristiano, conservador y republicano». Por ese orden. El Partido Republicano le escogió como compañero de fórmula con Trump para actuar de contrapeso al presidente electo y utilizar su tirón entre la comunidad evangélica, sobre todo en el sector más tradicional. Y Pence ha sido un puente fundamental entre este colectivo de cristianos y los líderes del Partido Republicano.
¿Y los católicos? El 52% se ha decantado por Hillary Clinton, aunque un 45% lo ha hecho por Trump. Hace cuatro años el 50% apoyó a Obama y el 48% a Romney. Así como el cuerpo electoral de los evangélicos siempre es muy compacto, el voto católico suele estar dividido. Algunos analistas creen que el respaldo de la exsenadora al aborto y al matrimonio gay ahuyentó a una parte de los cristianos. Pero el verdadero poder e influencia la tienen los evangélicos.
La segunda vez que le han preguntado al Papa por Donald Trump fue la semana pasada, en una entrevista realizada por Eugenio Scalfari, fundador del periódico italiano 'La Repubblica'. «¿Trump? Non giudico. Mi interessa soltanto se fa soffrirei poveri», ha contestado Francisco. «Yo no doy juicios sobre las personas y sobre los hombres políticos, sólo quiero entender cuáles son los sufrimientos que su modo de proceder causa a los pobres y a los excluidos».
El 'modo de proceder' que ha anunciado Trump va en la dirección contraria que la que defiende el Papa. La defensa de los descartados está en la primera línea del Evangelio de Francisco, que denuncia un día sí y otro también la divinización del dinero. Le preocupa la angustia y el sufrimiento de los refugiados y los inmigrantes. «Hay que derribar los muros que dividen y construir puentes que peritan disminuir la desigualdad y aumentar la libertad y los derechos» ha declarado en la mencionada entrevista de 'La Repubblica' y repetido en un vídeo enviado a los obispos de Estados Unidos reunidos estos días en Baltimore.
Obama, un aliado del Papa
También ha tocado un tema espinoso: los hispanos. Francisco es el primer papa hispanoamericano. Algunos obispos de la jerarquía norteamericana han aplaudido primero el discurso contra el aborto de Trump y han recordado después la agenda social. El Papa ha sido claro en su mensaje a la cúpula episcopal de EE UU. Primero les ha recordado que «a lo largo de la historia, la Iglesia en su país ha acogido e integrado nuevos flujos de inmigrantes. Con una rica variedad de sus lenguas y tradiciones culturales, han dado forma al rostro en continua transformación de la Iglesia estadounidense». Luego ha alentado al clero a considerar de que manera las iglesias locales «pueden responder mejor a la creciente presencia, a los dones y al potencial de la comunidad hispana». Trump pretende deportar a tres millones de 'indocumentados'.
El presidente electo también ha cargado contra los refugiados y ha anunciado su intención de vetar el ingreso de musulmanes en EE UU como herramienta para enfrentarse al terrorismo. El Papa defiende la causa de los refugiados e incluso ha visitado campos como los de Lampedusa en los momentos más álgidos de la crisis. También impulsa el diálogo con el Islam y ha protagonizado gestos con visitas a mezquitas emblemáticas.
Otra de las banderas del Papa es la lucha contra el cambio climático. Se ha mojado de tal manera que su encíclica 'Laudato sí' está centrada en la ecología y en la defensa del Planeta. Francisco terció así para alcanzar un acuerdo mundial contra el calentamiento, lo que se consiguió en París en diciembre de 2015, gracias también al empuje de Obama. El todavía presidente de EE UU ha sido un aliado del Papa en temas de gran calado. No solo en la búsqueda de un pacto para evitar la destrucción del medio ambiente, sino también, por ejemplo, en el deshielo de las relaciones con Cuba para avanzar en la democracia.
Tampoco hay que olvidar la retórica belicista de Trump, empeñado en aumentar las inversiones en armamento y en seguridad. Las recientes declaraciones de Jens Stoltenger, secretario general de la OTAN, dirigiéndose a EE UU casi como un enemigo le ponen a uno los pelos como escarpias. Sobre todo cuando el presidente electo de EE UU coquetea con Putin, al que le acaban de salir dos nuevos aliados en Moldavia y Bulgaria. El Papa siempre está advirtiendo del peligro de una tercera guerra mundial «en pedacitos».
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