Dos indultos "en un mar de sangre"
Historia del periodista Ksawery Pruszynski, que salvó a dos carlistas de Durango de ser ejecutados por traición durante la Guerra Civil
Javier Muñoz
Domingo, 4 de octubre 2015, 02:24
A comienzos de 1937, el periodista polaco Ksawery Pruszynski (1907-1950) recorrió el frente vasco de la Guerra Civil. Conocía la convulsa situación de las ciudades leales a la República y le llamó la atención el relativo y precario orden que comparativamente apreció en Bizkaia. Cuando pasó por Durango, y a instancias de otro colega extranjero, visitó el convento de las agustinas, donde se les acercaron unas personas de la localidad. Querían que intercedieran ante el lehendakari Agirre por dos carlistas a los que iban a ejecutar acusados de participar en una rebelión. Los demás conspiradores escaparon, pero ellos no. No eran los cabecillas, sino tal vez los que menos tenían que ver con la trama, y además eran jóvenes y tenían mujer e hijos.
El corresponsal -vaya por delante que no disimulaba su simpatía por las autoridades y el clero de Euskadi- era un nacionalista polaco sensible, como ocurría en la Europa democrática, a la persecución y las represalias en las retaguardias republicana y franquista. En cuanto llegó a Bilbao se movilizó ante el Gobierno vasco para que indultara a los dos reos de traición de Durango. Pero no le entendieron. Le preguntaron si quería acreditarse para presenciar cómo los ajusticiaban en unas horas. Por más que insistía, nada se podía hacer para evitarlo. Era domingo y los indultos sólo los concedía el consejo de ministros. ¿Qué interés tenía un polaco en aquellos dos carlistas?
Desesperado, Pruszynski estalló y preguntó de qué servía lo que le contaban sobre la civilizada Euskadi si al final allí mataban igual que los demás y encima organizaban un espectáculo para los periódicos.
Cuando todo parecía perdido, Bruno de Mendiguren, jefe de prensa del Gobierno vasco, llamó al corresponsal avergonzado. Se buscó una artimaña legal para aplazar las ejecuciones y le organizaron a Pruszynski una entrevista con Agirre antes de que se reuniera el gabinete. El lehendakari le expuso el ideario de los nacionalistas vascos y prometió abogar por el indulto a los carlistas. Su opinión tenía mucho peso. Pero Agirre quería que Pruszynski contara al mundo lo que había visto y escuchado en Euskadi. El polaco le advirtió de que la mejor propaganda que se podía hacer de un país era que su presidente había salvado dos vidas. Ambos se estrecharon la mano.
El corresponsal retrató a Agirre sumido en la confusión, debatiéndose entre la súplica de un informador extranjero y el miedo del Gobierno vasco no ofrecer una imagen de firmeza en unos momentos terribles. Los carlistas fueron indultados en medio de "un creciente mar de sangre", escribió Pruszynski.
El lado humano
El periodista reunió sus reportajes sobre la Guerra Civil en el libro 'En la España roja', que vio la luz en 1937, cuando la contienda estaba lejos de terminar. En el capítulo final, dedicado a 'la verde Euzkadi', menciona un retrato colgado en un hospital de Algorta y explica que es el de un filántropo. Cuenta que a los dos hijos de ese magnate los asesinaron por su apellido.
Pruszynski, que entonces tenía 30 años, se fijó que en el Gobierno vasco había políticos de su generación. Bruno de Mendiguren le parecía un chaval. Agirre también le recordaba a un dirigente estudiantil, un hombre al que el poder quizá le había llegado demasiado joven. ¿Podría soportar su peso? También reparó en un jovencísimo capellán del Ejercito vasco que citó a los filósofos Henri Bergson y Jacques Maritain en una misa de campaña celebrada en latín y euskera, en medio de la nieve, mientras a lo lejos se escuchaban disparos de ametralladora.
Las crónicas de Pruszynski han sido descritas como "equilibradas, objetivas, ligeramente moralistas, pero muy pendientes siempre del lado humano de la noticia". Se inició como periodista en la prensa conservadora, pero fue enviado a la Guerra Civil por la revista 'Noticias literarias', de tendencia liberal. Dicen que su estilo inspiró a Ryszard Kapuszinski y a Adam Michnick, dos figuras del periodismo polaco. 'Estar, ver, oír, compartir, pensar', decía el fallecido Kapuscinski.
Pruszynski era de origen aristocrático. De niño su familia huyó de su región natal, Volinia, por la revolución bolchevique de 1919. Admiraba a Chateaubriand, diplomático, político y escritor romántico de los siglos XVIII y XIX al que definió como un personaje formado en la tradición conservadora, pero que en el fondo amaba la revolución.
Algunos dicen que esa definición era válida para el mismo Pruszynski. Debía de ser una figura compleja. Sus crónicas de la Guerra Civil levantaron polémica en Polonia, donde le acusaron de dar una buena imagen de los comunistas y le invitaron a pasar al frente franquista.
Pruszynski luchó con el Ejército polaco contra los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, cuando su país fue ocupado por nazis y soviéticos. En 1948 se integró en el servicio diplomático de la República comunista polaca. Murió en 1950 en un accidente de tráfico siendo embajador en Holanda. Sus biógrafos dicen que nunca se sabrá si se hubiera rebelado contra el estalinismo