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«¡A saber lo que nos estamos tragando!»
Los residentes en Ermua, Zaldibar y Eibar más cercanos al vertedero critican que llevan «días» respirando tóxicos
Los vecinos de los pueblos de Eibar, Ermua y Zaldibar, los más perjudicados por el aire tóxico que procede del vertedero en llamas, han pasado ... de un estado de preocupación a otro de rabia. La montaña sigue escupiendo humo como un volcán desde hace más de una semana. Los vientos desperdigan los compuestos contaminantes por los barrios cercanos y muchos de los 48.000 residentes en estos tres municipios utilizan ya una mascarilla para respirar. Se preguntan qué es lo que ya ha ido a parar a sus pulmones a lo largo de estos días y por qué las instituciones no les pidieron precaución cuando se quejaban de malos olores y picores de garganta desde que se desatara el fuego en la escombrera. Y la razón por la que les tranquilizaban diciendo que el aire «era bueno» si aún no disponían de los análisis de las dioxinas y furanos, tan perjudiciales.
Ayer, un día después de que Salud Pública emitiera la recomendación de no practicar deporte al aire libre ni de ventilar las casas, algunos trataban de hacer vida normal. Otros pusieron pies en polvorosa entre la resignación y el enfado. «Ya hemos tragado mucho», decía con hartazgo un jubilado de Ermua, en alusión a todos los años durante los que soportaron el tráfico de la carretera por en medio del pueblo.
«Lo que pasa es que aquí no se manifestó ni Dios. Y esto (por el vertedero) nos lo pusieron sin avisar. Ahora, a saber la mierda que nos estamos tragando», criticó. Los vecinos dicen desconocer la composición del combustible de la incineradora al aire libre junto a la que ahora viven. «¿Quién controlaba las toneladas de residuos que echaban? ¿Qué traían los camiones del extranjero que accedían por Elorriaga?», se preguntan los jóvenes.
El desánimo cunde en esta zona hecha a sí misma por gente que construyó su vida con sudor, que jamás tuvo prebendas. Ahora, los residentes se sienten los paganos del desastre que se les ha venido encima. «Unos ya lo han pagado con su vida. Otros lo harán con su salud y todos, con nuestro dinero». Los mayores temen que lo peor esté por llegar. Que haya más desprendimientos y un desalojo masivo.
Eibar
«No tenemos ni idea de lo que estamos respirando»
La noche del viernes, una nube apestosa envolvió Eibar. Los foráneos notaban ayer un regustillo a metal en el paladar. El aire pesaba. Pero en el pueblo la gente seguía con su vida. Había personas paseando por el bidegorri, cuadrillas de poteo y los jubilados tomaban el sol en los bancos de la plaza del Ayuntamiento. «Yo tuve un accidente hace siete años y no huelo nada, así que estoy muy tranquilo», decía José Ignacio, de 66 años, que caminaba con el periódico en la mano. Aun así, había quien se tapaba la nariz al cruzar la calle o caminaba cubriéndose el rostro con un pañuelo. Arrate Albéniz paseaba con el perro cerca del hospital y se mostraba contrariada.
«El Gobierno vasco te dice que no hagas deporte al aire libre y que no abras las ventanas, pero es que en la calle respiramos lo mismo. No sabemos lo que estamos respirando. Ni cuántos días llevamos inhalando tóxicos. Constantemente subían camiones al vertedero, pero nadie veía lo que había ahí. He estado con una amiga y dice que no quedan mascarillas en las farmacias», añadía. De hecho, las personas con algún trastorno respiratorio están angustiadas. Maider Merino, otra vecina de Amaña, las compró para acudir a la manifestación de protesta convocada por la tarde. «Se nota muchísimo el humo. Soy asmática y el otro día bajé tosiendo y volví a casa tosiendo. La garganta pica y hay muchos perros que no quieren ni salir porque los animales notan más la contaminación. Estamos muy preocupados. No sabemos lo que se está quemando», criticaba muy afectada. La carretera que une esta localidad con Ermua estaba, sin embargo, repleta de ciclistas que hicieron caso omiso a la recomendación de no hacer deporte al aire libre.
Ermua
«El picor es insoportable. Vamos a tener que emigrar»
En San Lorenzo, el barrio de Ermua más cercano a la escombrera, había poco movimiento para tratarse de un sábado. «Nos marchamos. No queremos estar aquí», confesó una familia que se dispuso a pasar el día fuera. «Huele fatal» era el comentario generalizado en los bares. A «goma quemada». Los parques infantiles estaban vacíos, pero los vecinos recordaron que los niños han jugado toda la semana en el patio del colegio, a apenas 600 metros de la escombrera. «Mi hijo estuvo jugando ayer al fútbol de cuatro a nueve, pero hoy no hemos sacado ni el balón a la calle», explicaba Jon Cuevas bajo su portal.
«Hoy hubiera ido a la presa de Aixola o al monte y el crío al partido, pero nos han fastidiado -apuntaba-. Y si dentro de unos años me detectan algo y me dicen que tiene que ver con lo que está pasando ahora, pues me joderá bastante», decía. Muy cerca, Basi Cid caminaba por el parking con su madre y con su hija. Era el primer día que se ponía una mascarilla para respirar porque tiene asma y «unos picores de garganta fuera de lo normal». Describía como «una injusticia» lo que sucede en el barrio. «Estamos indignados. Nos dicen que no ventilemos pero salimos a la calle, ¿Cómo se come eso?». A su juicio, las autoridades «no saben bien lo que están haciendo. Yo veo todo el vertedero desde el balcón y todas las noches llegaban camiones y camiones que a saber lo que echaban. Cuando llueve, cae un montón de agua que va a parar en el río. Y había fuegos casi siempre. Esto no hay quien lo arregle», reflexionaba. Y además, piensa que la cosa va a ir a peor. «Yo ya he dicho que nos vayamos de aquí. Ya emigré desde Galicia, pero al final vamos a tener que volver a emigrar», decía muy angustiada. Frente al supermercado, los jubilados hablaban en un banco. «Como llueva, se baja todo para abajo», se temían. «Nos han estado diciendo todos los días que el aire era limpio hasta que ayer empezaron a colocar papeles en los portales. Si no estaban todos los resultados, ¿a qué estaban esperando para avisarnos antes?» se preguntaba José Martínez muy enfadado.
Zaldibar
«El pueblo está más vacío de lo normal»
La escombrera está en el barrio de Eitzaga de Zaldibar, muy cerca de San Lorenzo. Allí, el paisaje es bucólico. Los caseríos coronan las colinas de verdes prados. El de Iñaki Aranzibia e Itziar Salegi tiene más de 500 años. Está muy cerca de Kondia, el baserri en el que creció el dueño del vertedero. La hija del matrimonio les traerá en breve mascarillas de la clínica en la que trabaja, por si las necesitan. «A veces huele muy mal y notas picor, aunque ahora no apesta como otras veces», explicaba Itziar, que ayer hizo sus tareas con normalidad. «Abro a la mañana, ventilo, y después ya no abro más». Por la mañana, su marido fue al monte. Al volver notó ese olor tan característico «a plástico o a mezclas, un olor raro».
El matrimonio recuerda que el barrio peleó para que «los más de cien camiones» que descargaban residuos cada día en el vertedero no subieran por el vial que está junto a su casa y que asciende hasta el embalse de Aixola. «Otro día, esto estaría lleno de gente que va a pasear, pero hoy está vacío, porque no quieren estar por aquí».
En el centro del pueblo, lejos de esta zona, la gente tomaba el aperitivo en las terrazas. «Pero el pueblo está más vacío de lo habitual. Mucha gente se ha marchado», admitía Sonia Bregado. «Yo soy madre de tres hijos y no estoy preocupada», confesaba. Aunque sabe que, en función del viento, la nube de olor se extiende hasta Elorrio. «Y huele diferente, como a hierro».
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