Bisoños o farsantes
El Podemos que, a este paso, saldrá de ‘Vistalegre 2’ se distanciará aún más del resto del espectro partidario porque el narcisismo nunca busca soluciones para todos
Kepa Aulestia
Sábado, 31 de diciembre 2016, 20:25
La escalada de tensión que han protagonizado los dirigentes de Podemos esta semana no puede explicarse solo por los acontecimientos vividos en dicha formación en ... los últimos días. Apunta a la existencia de una incomodidad interna cuyas características políticas son difíciles de adivinar, aunque haya expertos en podemología dispuestos a profundizar en la etiología de lo que dice o parece defender cada cual. Lo malo es que todos esos expertos son podemitas o asimilados, y su juicio crítico pocas veces se diferencia de sus inclinaciones. Cada aparición pública sugiere un fundamento doctrinal.
Pero a estas alturas poco importan las fuentes de las que han bebido los fundadores de Podemos. Si uno es más de Laclau que otro, si este otro disfrutaba como consejero europeo de tal o cual régimen centro-sudamericano y ahora no sabe por dónde tirar, si aquel asistió a las clases de un profesor en Berlín que le marcaron para siempre, o si todos los demás que aparecen ante las cámaras son o no mero eco del número uno, del número dos o del número tres y siguientes.
Los astros quisieron que España se viera sumida en una crisis económica, social e institucional sin precedentes, que se convirtió en ventana de oportunidad para que un grupo reducido de politólogos y afines pudieran hacerse valer de la indignación generalizada en el país -15-M- para convertirla en una opción electoral ascendente que -curiosamente- nunca se atuvo a la marca que ocupó las plazas de las ciudades en la primavera de 2011. Vistalegre 1 dio paso a una organización con una estructura tan o más centralizada que la de cualquiera de las formaciones tradicionales.
Las atribuciones del secretario general de Podemos son similares al alza respecto a las que ostentan sus homólogos de otras siglas. Un esquema de funcionamiento urdido entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón desde el momento en que éste último aparecía como principal representante del madrileñocentrismo. Recuérdese lo que pasó con el primer secretario general de Podemos Euskadi, Roberto Uriarte.
La idea de una organización férreamente centralizada y, a la vez, dispuesta a que las bases digan lo que quieran mediante cuestionarios que atomizan los problemas y las soluciones propuestas hasta el absurdo, u obligando a los inscritos a pronunciarse en términos plebiscitarios conecta directamente con el hiperliderazgo y el caudillismo. Al día siguiente de que el errejonismo hubiera quedado tan solo a 2,4 puntos de los seguidores de Pablo Iglesias, éste se mostraba abrumado por la unanimidad que su candidatura a la reelección como secretario general cosechaba en las familias que han aflorado en Podemos, la de Errejón, la de los anticapitalistas y la suya propia, que asoma como síntesis porque nadie osa cuestionar su liderazgo sobre el todo aunque se mantenga como jefe de una parte.
No es posible que tantos académicos de la política acaben comportándose con la ingenuidad propia de bisoños aprendices. En lo de Podemos debe haber una gran dosis de farsa. Es imposible explicarse el vídeo con el que Pablo Iglesias llamó a la autocrítica por los modos empleados «por todos» si no es como expresión falsaria de un llamamiento hecho después de haberse llevado por delante al jefe de filas de Podemos en la Asamblea de Madrid. Es mucho pensar que Iglesias, Errejón o Echenique no saben a lo que juegan. Que cuando se cruzan mensajes de camaradería y amor se muestran como entusiastas del cambio de la política también en las formas, y no como cínicos actores de episodios mil veces vistos.
Claro que los sueños son libres, y siempre hay algo de onírico en la vida pública. Por ejemplo, los dirigentes de Podemos acostumbran a citarse por su nombre de pila. Un detalle conmovedor que pretende desplazar a un plano secundario lo que se dicen mutuamente. Acostumbran, además, a interpelarse como colegas envolviendo de enigma, gracias a la aparente transparencia de Twitter, tanto sus intenciones como sus diferencias. El Podemos final, ese que a este paso saldrá de Vistalegre 2, se distanciará tanto del resto del espectro partidario que no podrá sostener su innegable atractivo inicial. Sencillamente porque el narcisismo nunca procura soluciones para todos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión