«Nos piden culpables ya, pero necesitamos pruebas y certezas»
El grupo de Homicidios de la Ertzaintza, que investiga el crimen de Solokoetxe, ha resuelto «casi todos» los casos de la última década en Bizkaia
Las primeras 24 horas tras un homicidio resultan vitales para la investigación. «Nos acercamos al sitio y si hay que entrar pedimos calzas, analizamos la ... escena y un posible desarrollo del hecho. Localizamos evidencias y buscamos a testigos presenciales. Es como rellenar un puzle. La frescura del testimonio se puede perder porque con el tiempo se distorsionan las cosas, así que hay que pillarlo en caliente». El grupo de Homicidios del Servicio de Investigación Criminal Territorial de Bizkaia (SICTB) se creó hace algo más de 10 años gracias al impulso de su anterior jefe, Ramón Bañuelos (investigador ya jubilado).
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Precisamente, este reportaje se elaboró el pasado lunes por la mañana, en plena ebullición por el crimen de Solokoetxe, perpetrado el día antes, el domingo, 21 de septiembre, a las siete menos cuarto de la mañana. En ese momento, la sociedad vasca sólo sabía que un joven de 21 años y origen marroquí había sido asesinado y que la Ertzaintza buscaba contra reloj a los autores. Los teléfonos móviles de Joseba Erkoreka, oficial jefe, y de dos de los agentes que forman su equipo, que prefieren permanecer en el anonimato, no dejaban de sonar. De repente, tocan a la puerta. «¡Joseba, dice Lorri (nombre ficticio, se conocen por motes) que le llames. Es urgente!». «Lo siento, pero es importante. Tengo que salir», se excusaba el mando. Y al de unos minutos, regresaba nervioso.
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Aunque en ese momento no podían confesarlo, después se supo que estaban ultimando ya las detenciones de los tres presuntos agresores, entre ellos el autor material de la puñalada certera en el corazón de la víctima. Javier, de 21 años y origen colombiano, y sus dos cómplices fueron arrestados unas horas después, entre la tarde y la noche del pasado lunes, en Bilbao y Getxo, por su implicación en unos hechos tan graves que costaron la vida a un chico en plena juventud.
Sienten la presión ambiental. «La opinión pública nos requiere un culpable ya, pero nosotros necesitamos certezas. Si cogemos a alguien tiene que ser con pruebas, con indicios racionales para que llegue a ser condenado, aunque se tarde. No podemos guiarnos por las prisas», advierte el jefe. «Nuestra función es acusar y demostrar que el detenido es el autor. Todo el mundo tiene presunción de incocencia», añade la agente.
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Joseba y los dos investigadores a su mando, ambos con más de 30 años de carrera en la Ertzaintza, llevaban desde el día anterior inmersos en las pesquisas y con todos los datos del crimen dando vueltas en su cabeza.
Tanto el retén de guardia del fin de semana como ellos fueron movilizados en cuanto se comunicó a la Ertzaintza que Haitam G. había fallecido en el hospital de Cruces, donde había sido trasladado en ambulancia. «Anulamos vacaciones o días libres cuando hay un caso». Los dos agentes se tuvieron que desplazar hasta el barrio de Solokoetxe, en Bilbao, y patear las calles Fika y Zumarraga. Allí, intercambiaron impresiones con sus compañeros, los especialistas en Policía Científica y con los patrulleros, que «tienen la mejor información sobre el terreno, conocen su demarcación y la temperatura».
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«Nos 'aprovechamos' de toda la Ertzaintza. Y hemos colaborado con todas las policías. Formamos equipos multidisciplinares». Aunque el grupo lo integran media docena de agentes, entre ellos dos mujeres, más el responsable, gozan del apoyo de otras secciones del SICTB, los analistas de Inteligencia, los agentes de Seguridad Ciudadana o los Bizkor para practicar las detenciones. «Tengo muy buena relación con los forenses del Instituto vasco de Medicina Legal y trato directo con jueces y fiscales», dice Erkoreka.
Cuidar a las familias
Hacen gala de una tasa de resolución de las más altas de la Policía autonómica. «Desde que se creó, hemos resuelto prácticamente todo». Entre sus éxitos, figuran, «el primer caso que nos tocó», el doble crimen de los ancianos de Otxarkoaga por parte de tres menores, en 2018. Dos de ellos, de 14 años entonces, fueron considerados los autores materiales y un tercero, de 16 y vecino de las víctimas, el instigador del robo. «La investigación termina cuando declaramos en el juicio oral, que suele ser ante un tribunal de jurado. Intento acceder a las sentencias para ver qué hemos hecho bien y mal, autocrítica. La mayor satisfacción es una sentencia condenatoria», admite.
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Cuentan también con la «primera condena a prisión permanente revisable para una mujer en Euskadi», la madre que mató a su hija de 9 años administrándole un cóctel mortal de somníferos en su piso del barrio de Atxuri, en Bilbao, en 2020. Llevaron a prisión a 'Sabino, el legionario', y descubrieron la conexión de Nelson David Moreno Bolaños, un joven colombiano de 25 años, con una serie de muertes de hombres con los que contactaba a través de una aplicación de citas entre gays, también en la capital vizcaína. Los casos de Carranza, donde un joven nicaragüense fue arrojado al río, y de la maleta, hallada en Artxanda con un cuerpo descuartizado en el interior, aún están pendientes de juicio.
Les queda una espinita. «Hay algún caso en el que no se ha podido llegar donde queríamos», reconocen, como el homicidio de Arminza. Un joven colombiano fue hallado muerto al fondo de un acantilado. «Llegamos a desentrañar una red, recuperamos el arma del crimen, un cuchillo y a los participantes e identificamos al un sicario con documentación falsa de Colombia», pero terminó con el «sobreseimiento del caso y la condena al portador del arma por encubrimiento».
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Para Joseba Erkoreka, «hay dos cosas innegociables: el compromiso y la implicación de los agentes. Es lo más importante de una investigación». Todos los miembros tienen una «larga trayectoria» en la Ertzaintza, han pisado la calle o investigado en comisarías o en otros grupos especializados. «Necesitan experiencia. Tienen que estar un poco trillados ya, si no es difícil adaptarse». De los dos integrantes que participan en el reportaje, una es criminóloga y se dedica a «diligenciar las evidencias», esto es, a seguir, por ejemplo, los resultados de los informes periciales de las pruebas de ADN o el análisis de huellas de una pistola o de un cuchillo. Su compañero, de intensos ojos azules y «un sexto sentido», según el jefe, «tiene facilidad para descubrir el hilo bueno».
El oficial, que antes investigó a organizaciones criminales especializadas en robos, «coordina» al grupo. «No tengo que decirles lo que hay que hacer. Son muy buenos». En su opinión, resulta fundamental «desligar el trabajo de tu vida normal porque estamos en contacto con la miseria humana. Los autores han acabado con el bien jurídico más preciado de una persona: la vida», advierte. Por eso, para intentar 'limpiar' la mente, «no hablamos en casa de trabajo. Tampoco nos preguntan y a veces hay secreto judicial».
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Los informes sobre transcripciones de intervenciones telefónicas, «hilar lo que dice cada uno es lo más tedioso». Lo más gratificante, cuidar a las familias, padres, hijos, esposa, hermanos... En cada caso le toca a un agente para que el contacto sea siempre con la misma persona. «Han sufrido lo que no queremos nadie y son una gran fuente de información». «Cuando investigo un homicidio, siempre pienso como si la víctima fuera alguien mío, de mi familia», confiesa uno de los policías.
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