«Esta obra está protegida por el hijo del 'Cachabero'»
Gitanos vigilan un tajo en una zona de expansión de Bilbao y el sector de la construcción admite que les 'contratan' para «evitar problemas»
El vigilante que controla que nadie robe en unas obras en una de las zonas de expansión de Bilbao no lleva uniforme. Tampoco tiene radio ... para comunicarse con la Policía ni hace turnos de noche. De hecho, apenas aparece por la zona. Su principal herramienta de prevención son cinco carteles que colocó a las entradas de la obra: «Soy el Pedro. Mi padre es el Monin, 'El Cachabero'. Esta obra la cuido yo. No entrar. Sino ateneros a las consecuencias», advierten textualmente los letreros.
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Los carteles no han pasado inadvertidos para los vecinos de la zona. Para empezar, porque 'El Cachabero' y su familia son bastante conocidos en algunos barrios de Bilbao, especialmente en Rekalde y aledaños. También por el tono amenazante del mensaje. Y, sobre todo, porque no es la primera vez que aparecen advertencias de este tipo en obras que se realizan en la ciudad.
Muchos de estos avisos son colocados por personas de etnia gitana. Ocurrió hace años durante la construcción de la Supersur, a su paso por Trapagaran y en una promoción de viviendas municipales en Rekalde. Los nuevos rótulos son bastante más sofisticados de lo habitual. Los carteles están plastificados y tienen varios colores. Junto a la advertencia final, dirigida a cualquiera que se acerque a la obra, aparece una especie de calavera en llamas y un garrote con pinchos. La empresa constructora no quiso realizar comentarios sobre lo ocurrido. De hecho, los operarios retiraron los carteles poco después de que este periódico preguntase por ellos.
Más baratos que una empresa
Fuentes del sector de la construcción insistieron en que se trata de una práctica mucho más habitual de lo que puede parecer. Ha ocurrido recientemente también en obras que se han desarrollado en otros puntos de Bilbao, como Zorroza y Bilbao La Vieja. La diferencia es que, a diferencia de lo ocurrido en estas nuevas promociones, en aquellos casos no se colocaron rótulos advirtiendo de que la obra estaba «protegida» por personas ajenas al sector de la seguridad. En cualquier caso –apuntan– es una especie de «extorsión» que pagan para tener la fiesta en paz.
En este asunto confluyen dos elementos importantes. Por un lado, muchas veces cuando las constructoras empiezan una obra aparecen personas que les piden dinero por vigilar la zona. Lo pueden hacer de forma más o menos velada. Pero el fondo del asunto es el mismo. «Un patriarca me dijo que las máquinas que utilizábamos parecían muy caras y que sería una lástima que alguien entrase de noche y las rompiese o se las llevase. Le acabamos dando 3.000 euros. Tres meses después, nos pedía más», explica un constructor.
También hay empresas que acceden a estas prácticas porque, además, les sale «mucho más barato» que recurrir a empresas de seguridad privada que garanticen la protección las 24 horas del día. De hecho, el sector de la seguridad privada ya ha denunciado en otras ocasiones lo que consideran «intrusismo» por estas «contrataciones irregulares». «Muchas empresas les pagan para evitar problemas con ellos. Pero lo cierto es que de esta manera lo único que se consigue es hacerles crecer y que sigan haciéndolo cada vez que se empieza una obra en determinados barrios».
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