Le faltaban siete días para 'cruzar el charco' rumbo a Nueva York, pero una muerte súbita y repentina truncó esa vieja y anhelada ilusión y ... le embarcó, esta vez sí, en su último viaje más allá de la ciudad de los vivos. Carlos Espligares, gran amigo, falleció el pasado viernes de manera inesperada a los 71 años después de una vida fecunda en la que ha dejado huella. Trabajó de manera eficaz en el BBVA, pasando de los primeros escalones a compartir la dirección de oficina, en la bilbaína Plaza de Zabalburu. De su trato cordial y de su calidad profesional, hablan las largas colas que formaban ante su mesa los clientes a los que siempre atendía con una paciencia infinita.
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Cuando se jubiló, dio rienda suelta a dos de sus grandes aficiones, los viajes y la fotografía, pasiones que compartía con la atención y devoción a sus nietos, Manex y Kepa, su hija Naiara, y su mujer, Marian, con la que compartía largos paseos y de la que nunca se separaba. En 2011 formó parte del grupo emprendedor que puso en marcha la Asociación Fotográfica de Basauri, un colectivo que nació para algo más que satisfacer el pasatiempo favorito de sus integrantes, pues organizan exposiciones públicas para enriquecer la agenda cultural de los basauritarras. También colaboró durante muchos años con el coro Soinu Bidea, agrupación infantil ligada al Colegio Cooperativa Basauri.
Con ancestros en Aragón, en Pozuelo, llevaba la marca de quienes se han curtido con los embates del cierzo a los pies del Moncayo, firme en sus convicciones, pero sin una tenacidad desmedida. El viento del noroeste, siempre gélido, había dejado paso a una persona cálida y generosa, que solía sacar a pasear su buen humor y su retranca, sobre todo en las comidas con su cuadrilla. Era muy metódico y preciso en todo lo que organizaba, hasta el último detalle, para controlar cualquier imprevisto y no defraudar a sus amigos.
Eso se notaba en los viajes. Junto a mi mujer, Ana, y la suya, hemos compartido miles de kilómetros por las carreteras y pueblos de España, Portugal, Alemania y Francia. Sobre todo, Francia. De Arcachón a Normandía, pasando por Bretaña, la Dordoña, la Auvernia o la Borgoña. Viajes que nunca dejarán de acompañarnos. Castillos, bastidas, abadías, catedrales, paisajes ... y tertulias hasta el amanecer con una buena copa de vino. Siempre le recordaré disfrutando de una buena mesa, incansable con su inseparable cámara fotográfica, captando lo que nadie ve, cuando se mira no ya con los ojos, sino con el alma, y la suya era insondable.
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