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Pedro y Romualdo Doistua dirán adiós a final de año, aunque hasta entonces han puesto grandes descuentos para la clientela. Ane Ontoso

«Antes existía una joyería social y ahora hay opciones de viajes, electrónica o bienestar»

Pedro y Romualdo Doistua y su equipo se jubilan y ponen fin al proyecto familiar que iniciaron sus padres en 1969 con Roaldo Joyeros

Ane Ontoso

Basauri

Viernes, 10 de octubre 2025, 17:59

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Roaldo Joyeros se despide. El 31 de diciembre dirá adiós al proyecto familiar iniciado en 1969. Pedro y Romualdo Doistua llevan toda la vida detrás del mostrador más querido de Basauri. La falta de relevo generacional y la edad de jubilación del equipo les ha llevado a tomar la decisión de poner fin a una saga que lleva más de medio siglo presente en la vida de diferentes generaciones. Muchos niños recordarán los caramelos que endulzaban aquel día que acompañaban a su madre a Roaldo y se emocionarán, ya de adultos, cómo sus abuelos compraban hace cincuenta y seis años.

Fueron sus padres, Carmen Álvarez y Romualdo Doistua, recién llegados de Alemania, quienes se lanzaron a instalar en el municipio una de las primeras joyerías, que se convertiría en una institución. Una idea que tomaron de un familiar joyero artesano que tenía su negocio en un conocido establecimiento bilbaíno. «En aquella época existía la joyería social, que consiste en regalar joyas para celebrar acontecimientos especiales como bautizos, comuniones, bodas o logros», explican sus hijos Pedro y Romualdo Doistua, que atiende desde que tenía 14 años.

Romualdo Doistua empezó en Roaldo con 14 años. Ahora, los hermanos se despiden con «sentimientos encontrados, por una parte, con la recompensa de un «descanso merecido» y, por otra, revelan que «echaremos de menos a nuestros clientes, ya amigos».

Desde joyería media a alta, «más ostentosa en los 70 u 80», como era la tendencia, hasta piezas más «minimalistas y relojería de marcas de prestigio» a finales de los 90. «Ahora hay más alternativas –observan–, como viajes, electrónica o bienestar». En 1988, los hermanos trasladaron el negocio al local actual, más grande y con más seguridad. El anterior fue testigo de un atraco a punta de pistola. «Un robo en toda nuestra historia no está nada mal», bromea Pedro.

Poco a poco, Roaldo Joyeros logró ganarse la confianza de su clientela, que fueron convirtiéndose en «amigos». «Eso es lo bonito de todo lo que hemos conseguido, una clientela estupenda y con una lealtad asombrosa –revelan–. Nos despedimos, pero el vínculo con las personas que han pasado por Roaldo nos lo llevamos para siempre. Tenemos el corazón partido y sentimientos encontrados, pero toca descansar y comenzar una nueva etapa».

«Un pequeño homenaje»

El boca a boca atraía al local a personas de diferentes enclaves, además de sus paisanos que valoraban la profesionalidad de los joyeros, siempre al tanto de las últimas tendencias a través de sus viajes a ferias por todo el mundo. Instalaron, además, una cartilla de ahorro en la que los clientes metían entre 25 y 50 euros al mes, para poder disfrutar de un «pequeño homenaje cuando tocara».

Amén de su fuerte vinculación al tejido sociocultural y deportivo de Basauri, una labor galardonada. «Es una filosofía heredada de nuestros padres. La manera de devolver al pueblo con gratitud una parte de lo que nos ha dado», relatan. Aunque revelan que «no hubiéramos podido llegar hasta aquí sin nuestro equipo».

–La confianza es clave.

–Y se confirma con el tiempo. A través del buen trato, la amabilidad, la honradez. Atendemos igual a un niño que viene a cambiar la pila al reloj que a quien viene a comprar una joya de mucho valor.

–Aunque a menudo el valor no es sólo económico.

–Cogen valor sentimental, que es incalculable.

–¿Qué cuenta una joya?

–Una vez puesta, comparte con el usuario la vida. Ve muchas cosas y, si pudiera hablar, contaría muchas historias.

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«Antes existía una joyería social y ahora hay opciones de viajes, electrónica o bienestar»