«Tengo la muñeca destrozada, todavía hoy sigo llorando»

Es el caso de Teresa Calahorro, de 64 años. El pasado 28 de abril sufrió una caída en el paso que cruza la vía por debajo de la Autopista del Cantábrico y se partió la muñeca. Uno de los socavones en el pavimento tuvo la culpa. «Dos vecinos me ayudaron a levantarme porque no podía apoyar la mano. Me llevaron rápidamente al hospital y, tras una serie de revisiones, me tuvieron que operar. Tenía la muñeca derecha destrozada». Desde entonces, tiene unos dolores «horribles» y ya le han avisado que la recuperación será lenta, «Llevé escayola durante 43 días, apenas podía dormir de lo que me dolía».

Teresa acude semanalmente a sesiones de magnoterapia y fisioterapia, aunque no descarta acudir a un psicólogo: «Me lo han recomendado porque desde la caída soy otra persona, todavía hoy sigo llorando. No me puedo valer por mí misma, tengo una persona contratada que me ayuda en casa porque vivo sola». Teresa, quien no podrá disfrutar este verano de su piso en La Pineda (Tarragona), recibe también la ayuda de su hija, quien se está encargando de tramitar la denuncia a FEVE.

Esther García, de 56 años, puede decir que le debe la vida a dos vecinas. Su silla de ruedas eléctrica se quedó enganchada el pasado 5 de julio en los raíles poco antes de que el convoy llegase a la estación de Zorroza. «La barrera del tren se bajó y empezó a sonar la alarma. Sentí una angustia terrible».

Esther, que no pudo mover su silla -de 75 kilos-, recibió la ayuda de dos mujeres para levantarse. «La rueda delantera se quedó enganchada en un socavón enorme. Pasé mucho miedo», recuerda. Ambas vecinas celebran el acuerdo alcanzado para el soterramiento de las vías: «Ya era hora».