El metro se blinda con cámaras térmicas e inteligencia artificial frente a los intrusos
Destina 345.000 euros a renovar equipos de vigilancia y adquirir nueva tecnología para evitar falsas alarmas y combatir a los grafiteros
Desde 1995, el año de su fundación, Metro Bilbao libra una batalla constante contra grafiteros, vándalos y ladrones de cable. Una pelea en la que ambas partes han evolucionado en sus rutinas, incorporando diversos adelantos tecnológicos para tratar de llevar la iniciativa y ganar la partida al otro bando. Los intrusos que quieren penetrar en las instalaciones del suburbano se comunican y coordinan ahora por aplicaciones de telefonía y, en algún caso, han utilizado escáneres para intentar escuchar las conversaciones de los vigilantes de seguridad y saber si han sido detectados o no. También se sabe que emplean imágenes aéreas o de satélite para analizar el entorno de las entradas de climatización, las galerías de emergencia o la salida de los túneles, sobre todo los de la Línea 1.
Al otro lado de la trinchera, la compañía pública de transportes ha mejorado considerablemente en los últimos años sus sistemas anti-intrusión con la colocación de más cámaras de seguridad y sensores de movimiento. El metro está hoy en día plagado de ojos que todo lo ven. El dato concreto no se ha hecho público, pero hay cerca de un millar de objetivos vigilando las 42 estaciones existentes.
Y en esta constante renovación, la entidad quiere dar ahora un salto hacia adelante con la introducción de la inteligencia artificial. La idea pasa por tratar de blindar sus instalaciones incorporando estos sistemas en combinación con nuevas cámaras termográficas, que ya se han venido utilizando pero que ahora se quieren extender aún más.
El suburbano ha reservado una partida de 345.000 euros para renovar los equipos de vigilancia de tres paradas de la Línea 1 y una de la Línea 2 (la dirección de la compañía ferroviaria prefiere que no se revele cuáles serán). Pasarán de ser analógicos a digitales. Esto tiene gran importancia porque supone un avance tanto en la resolución como en la monitorización de la señal.
Además, se van a mejorar los dispositivos anti-intrusión existentes en dos túneles que suelen ser muy confictivos en lo que respecta a la entrada de desconocidos. Uno de ellos es, quizás, el punto más sensible de toda la red del suburbano, que cuenta con 45 kilómetros de longitud. Hablamos del núcleo de San Ignacio, donde confluyen ambos ramales.
«Nuestro objetivo es aprovechar los sistemas tecnológicos más avanzados en favor de la seguridad», dice el metro
Entrada de animales al túnel
Aquí, en esta encrucijada, hay ya 7 cámaras térmicas. «Son muy útiles», apuntan desde Metro Bilbao. Su principal ventaja es que pueden funcionar en entornos sin luz y son capaces de detectar a un humano por el calor que desprende. Hasta ahora, uno de los inconvenientes de su uso tiene que ver con los falsos positivos. Esto genera tensión entre el personal de vigilancia, que en ocasiones tiene que desplazarse al lugar para comprobar si el aviso es real o no.
En este punto es donde Metro Bilbao va a introducir la inteligencia artificial. Un nuevo software ayudará a entrenar a los aparatos de videovigilancia para que discriminen y sepan si lo que acaba de entrar en el túnel o en la vía es un humano o si, por el contrario, se ha producido el movimiento de un animal, una piedra o una rama, por ejemplo. El objetivo es reducir las falsas alarmas a menos de una al día. Desde Metro Bilbao destacan que «nuestra misión es aprovechar los sistemas tecnológicos más desarrollados y los mecanismos más actuales para ponerlos al servicio de la seguridad, tanto de las instalaciones como de las personas». Otras empresas ferroviarias también están dando pasos en esta carrera por la seguridad. Renfe ha introducido este año el uso de drones para detectar ladrones de cobre y grafiteros en el núcleo de Cercanías de Bilbao.
El gasto por la limpieza de grafitis se reduce a la mitad
En 2023, fueron interceptadas un total de 10 personas acusadas de hacer grafitis en Metro Bilbao. El coste de su limpieza y reparación ascendió a 47.000 euros. La cifra es importante porque ha supuesto un descenso del 50% en los gastos necesarios para mitigar los efectos de los ataques.
El año pasado también fue importante en esta lucha contra los intrusos que pintan los trenes porque, por primera vez, el Tribunal Supremo reconoció, a raíz de un caso en el suburbano de la capital vizcaína, que vandalizar trenes con estos aerosoles constituye un delito de daños y no una falta. Por este motivo se condenó a un joven que era reincidente y contaba con antecedentes a dos años de prisión. La ejecución de la sentencia está todavía pendiente pero podría ingresar en prisión.
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