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El despliegue policial impide a 2.000 vecinos de Santurtzi «indignados» desalojar a los 'okupas'
Mas de cien agentes no dejaron a los manifestantes acercarse a menos de 60 metros del edificio donde hay tres pisos violentados
Hasta 21 furgonetas de los antidisturbios tomaron en la tarde de este miércoles el centro de Santurtzi. Más de un centenar de ertzainas contuvieron a ... una muchedumbre «indignada» que pretendía desalojar a la fuerza a las familias que viven de 'okupas' en, al menos, tres inmuebles de los números 24 y 26 de la calle José Miguel de Barandiaran. Los agentes, dotados de escudos, porras y escopetas para disparar balas de foam, establecieron un férreo perímetro de seguridad en torno al edificio e impidieron a los manifestantes acercarse a menos de 60 metros del lugar. Partieron la protesta, que había sido convocada de manera legal, en dos pedazos y se mostraron inflexibles. Nadie pudo sobrepasar el vallado de metal colocado para la ocasión. Y los que lo intentaban eran recibidos a porrazos.
Hubo momentos de tensión. Se lanzaron algunos objetos a la Policía autonómica. Con todo, estas escaramuzas no fueron a más. El gentío -2.000 personas, según la Guardia Urbana- tardó horas en dispersarse. Al final, bien entrada la noche, los últimos concentrados regresaron a sus hogares «con mucha rabia» y con un sabor amargo. No pudieron conseguir lo que sus vecinos de Portugalete sí habían logrado hace dos semanas, cuando tres casas ocupadas fueron abandonadas por sus moradores, que terminaron por ceder a la presión popular, pidiendo amparo a la Ertzaintza para salir de los pisos de manera precipitada. Con lo puesto.
Los organizadores de la protesta de Santurtzi confiaban en que el 'efecto Vitori' (en referencia a la mujer de 94 años que desató el clamor del barrio de Repelega) pudiera sacar a los 'okupas' de las viviendas. Pero no fue así. Esta vez, la Ertzaintza estuvo desde tres horas antes de la marcha custodiando la zona. Si en Portugalete se vio a una docena de agentes locales y autonómicos desbordados y pidiendo refuerzos a los antidisturbios, en la localidad marinera el despliegue fue abrumador. Se cortó una de las principales arterias de entrada al pueblo, lo que trajo de cabeza no sólo a los conductores sino también a muchos peatones, a los que también se les prohibió el paso.
Los 'okupas' recibieron a los manifestantes con una pancarta en la que se podía leer: 'No somos 'okupas', tenemos contratos'. «Es falso, lo que tienen es cara», les replicaría después una de las afectadas. A las cinco y media, varios familiares de los moradores de los pisos violentados entraron en el portal 24. Después, bloquearon la puerta y ya nadie salió ni entró del edificio en toda la tarde. «Hemos echado el 'tranco'», decía una de las mujeres por un ventanuco de la escalera. «Que acabe pronto, que mañana es día de escuela», decía en tono despreocupado. Dentro se oía ladrar a varios perros.
Poco después llegaron las propietarias de uno de los pisos supuestamente usurpados. Begoña del Blanco y su hermana Isabel mostraron su indignación y relataron «el calvario» que están sufriendo desde que el 2 de septiembre entraran por última vez al que había sido el hogar de su madre, ya fallecida. «Esto empezó hace cinco años, pero la convivencia aquí se ha enrarecido desde que se produjera un incendio muy grave hace 13 meses», relataron. Aseguraron haber sufrido amenazas, ruidos intempestivos, pinchazos a los contadores de la luz y todo tipo de actos incívicos. Su prima Ana Tomey, que vive en el 26, mostró su indignación: «No somos ricos como dicen. Somos gente humilde. Aquí hay propietarios que tienen hijos que necesitan un techo y no lo pueden tener porque estas personas, absolutamente maleducadas e invicilizadas, están ocupando sus bienes de forma ilegal».
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La Ertzaina, que también hizo difícil que la Prensa trabajara en el lugar, dejó bien claro desde el principio que no iba a tolerar que nadie atravesara el cordón. Las escenas vividas en Repelega, con decenas de vecinos a un palmo de la puerta de Vitori, no se iban a permitir. Lo sucedido en Portugalete fue duramente criticado por el estamento judicial. Pocos días después, el presidente del Tribunal Superior de Justicia (TSJPV), Juan Luis Ibarra, advirtió de que el pueblo «no se puede tomar la Justicia por su mano».
Bengalas pirotécnicas
La protesta estaba convocada para las siete. Pero, cuarenta minutos antes, ya había cientos de personas. Al filo de la hora estipulada hubo un primer conato de sobrepasar el dispositivo de seguridad y un agente sacó la porra y golpeó en los brazos de un hombre que trataba de derribar las vallas. «Es una vergüenza. Protegen a los delincuentes y a los que estamos aquí con las víctimas nos amenazan», aseguraba Eladio, un hombre de 77 años de Kabiezes que salió corriendo en la primera refriegal.
Los ánimos se caldearon. Comenzaron los gritos y consignas: 'Ladrones', 'Más trabajar y menos ocupar' o 'Fuera de aquí y sin RGI'. A 60 metros de la puerta del portal, con la calle totalmente tomada, las tres mujeres que lideraron la manifestación leyeron un comunicado. Recordaron que estaban ante un acto «pacífico» y pidieron un cambio de las leyes para proteger «al ciudadano honrado que trabaja toda una vida para tener una vivienda digna». También demandaron soluciones «al Ayuntamiento».
La lectura del documento dio paso a una concentración que se prolongó durante más de cuatro horas. En todo ese tiempo, los vecinos de Santurtzi silbaron, gritaron y mostraron su hartazgo. Hubo también consignas contra la Ertzaintza: 'Esta Policía no nos representa' o 'La Policía se ríe de nosotros'. Un ladrón aprovechó el gentío para robar una cartera. Varias personas -supuestamente agentes de paisano- salieron detrás suyo a la carrera. Una mujer de 63 años cayó al suelo arrollada por la persecución, golpeándose la cabeza. Tuvo que ser trasladada por una ambulancia a Cruces, con una brecha.
En algunos momentos llovió con fuerza. La mayoría de los presentes aguantó el chaparrón sin moverse. En los bares cercanos se celebraban los goles de Muniain. El pueblo de Santurtzi se mantuvo firme en la calle durante horas. Sobre las nueve se lanzaron algunos petardos y se encendieron diez bengalas pirotécnicas. Hubo otro amago de carga, pero los ánimos se fueron poco a poco apaciguando. «Volveremos otro día», advirtieron los manifestantes.
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