Furia en Madrid, aburrimiento aquí
La ferocidad en el debate nacional es aquí sosiego y modorra, aunque lo mismo nos llevan las dos cosas al mismo sitio
El miércoles fui al Ayuntamiento de Bilbao porque había una comisión municipal y de camino se me ocurrió una idea buenísima: poner en la radio ... la sesión de control al Gobierno de la nación. Mamma mía. Qué precisa combinación de trolas, ocurrencias y chistecitos. Qué sucesión de monólogos precocinados, ovaciones, abucheos y lanzamiento de cadáveres palestinos. Qué espectáculo atroz. Qué montón de trampas y trucos de trileros, de furia y de grandilocuencia chorra. Qué enorme túrmix polarizadora, como dice el profeta Zarracina.
Les escuchas y te entran ganas de invadir Polonia, o Castro, o lo que sea.
Pero también hay que valorar que someterse a esta lluvia de basura banderiza es muy bueno para despertarse y poner alerta los sentidos. Te sube como un calambre por el espinazo y un no sé qué por las tripas que te hace conectar con el depredador ancestral que llevas dentro. Es algo casi físico, como un proceso licantrópico. Creo que por el centro de Bilbao todos estábamos un poco en lo mismo. Un ciclista ceñudo con preferencia de paso en la rotonda frente al Ayuntamiento parecía desafiar a los coches, como diciendo 'a ver si me das'. Un conductor le gritó algo feo y hasta le mentó a la madre, que qué culpa tendrá ella. Seguro que era uno de esos majaderos que cuando ejerce de peatón ralentiza la marcha en el paso de cebra porque tiene derecho.
Bueno, que todos parecíamos algo tensos.
Luego, en la emisora de radio esa que estaba escuchando, llegaron los tertulianos, los analistas, los siervos profesionales, ese retroceso evolutivo. Yo me imagino a los susodichos charlatanes en el ejercicio de su misión evangelizadora sin más complemento que un piti colgado del morro y una copa de balón en la mano. Como Colón señaló América, ellos señalan la verdad sin matices ni fisuras. El lado correcto de la historia por aquí, gracias. Menudos illuminati. Menudos cuñados. Lo que me faltaba.
En fin, que entré al Ayuntamiento como salió Carrie de la fiesta de fin de curso.
Parecen conducir el sistema como Thelma y Louise conducían aquel descapotable de la película
Pero ahí, en Casa Consistorial, cambió muchísimo la cosa. Qué placidez, qué sosiego, qué aburrimiento más rico. En la comisión municipal se habló someramente de un montón de asuntos diferentes y mayoritariamente nimios. Ninguna propuesta espectacular. Nada tranformador que nos adapte a tiempos en transformación. Lo mismo más o menos ocurre en sede foral, y también algo así pasa en Vitoria. Eso sí, todo en un ambiente apacible. Con los representantes y servidores del pueblo soberano portándose como seres civilizados: hola buenos días tenga usted, muchas gracias por todo, lo hago con mucho gusto. Nada que ver con el brutalismo característico de la capital imperial.
Es que en Madrid, en el Parlamento español quiero decir, parecen conducir el sistema y el interés público como Thelma y Louise conducían aquel coche descapotable de la película: para despeñarlo sin piedad ni contemplaciones. Pero lo hacen sus señorías con menos alegría y sin moraleja ni música guapa.
Aquí no. Aquí el descenso es suave y plácido, apenas perceptible. Se puede ir disfrutando del paisaje y recordando grandezas pasadas que son como una brisa cálida y amodorrante. Aunque, ups, atención. ¿Qué es eso de allí delante? ¿Lo ve usted? ¿No parece un Ford Thunderbird del 66 descacharrado bajo una nube de aves carroñeras? Uy ¿No parece ahora que nos estamos acercando muy rápido? ¿No nos están mirando raro esos buitres?
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