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Ana y Rubén acogen a Lehsan. Manu Cecilio

Lehsan, un niño saharaui: «Nunca había pisado la hierba hasta llegar a Bizkaia»

Niños saharauis en Euskadi ·

Familias vascas acogen a 190 jóvenes de los campos de refugiados de Tinduf

Lunes, 31 de julio 2023, 00:49

La temperatura en los campamentos saharauis de Tinduf, en Argelia, alcanza los 50 grados en los meses de julio y agosto. Allí viven unos 150. ... 000 refugiados, en casas de adobe y chapa o tiendas de campaña. Es en estas viviendas donde los desplazados por el conflicto con Marruecos pasan las horas en unos veranos en los que salir a la calle se convierte en un suplicio.

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Con el fin de huir de estas temperaturas infernales, 190 niños saharauis aterrizaron a inicios de mes en Loiu. Pasan el verano junto a familias de acogida en distintos municipios de Euskadi. Con sus padres, hermanos y abuelos de acogida conocen nuevas realidades y consiguen escapar de un conflicto que les afecta de lleno en su día a día.

A finales de agosto tomarán el avión de vuelta a Argelia. Algunos de ellos regresarán el próximo verano y otros no lo podrán hacer nunca más. En función de la política que decida impulsar el Frente Polisario, que fomenta esta iniciativa junto a numerosas asociaciones vascas, los jóvenes pueden repetir esta experiencia entre tres y cuatro años. Cuando crecen, les preparan para la guerra «Todos los años -ya llevan 37- esperamos que sea la última edición y puedan regresar a su tierra, que es el Sáhara Occidental y está ocupado por Marruecos», manifiesta Eli Eizagirre, responsable de las asociaciones de acogida de refugiados de Gipuzkoa.

Lehsan Sidi-Alal Abanto y Ciérvana

«Tiene que dedicarse a estudiar y no ir a la guerra»

En casa de Ana Serrano y Rubén Méndez son cinco en verano desde el julio pasado. A sus dos hijos se les suma Lehsan Sidi-Alal, un saharaui de 8 años. Llegó hace uno, agarrando de la mano a su inseparable primo pequeño, del que se tuvo que despegar durante unos días. «Al llegar a casa se derrumbó, pero al darle un teléfono para llamar a sus padres se acabaron todos los problemas de adaptación que nos podríamos imaginar», explica Rubén.

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«Lo que más me gusta es jugar con los amigos en el parque, la tortilla de patata y comer filetes», cuenta Lehsan en un tímido castellano. «Ah, y bañarme». «Antes de venir a Bizkaia nunca había visto una piscina o una playa», explica su madre de acogida. De hecho, el año pasado le llevaron a un 'aquapark' al segundo día de su llegada. «Como con estas edades no tienen miedo a nada, decidió tirarse del tobogán más alto del parque. Y, claro, al salir a la piscina se dio cuenta de que no sabía nadar».

Lehsan vive estas semanas como un hijo más de la familia. «El choque cultural no ha existido, tiene gustos similares a nuestros hijos», explican Ana y Rubén. Sin embargo, sí les llaman la atención dos cosas a las que ya se han acostumbrado: reza antes de cada comida -«al principio nos sorprendió, pero ahora lo vivimos con normalidad»- y eructa después. «Allí es de buena educación», añaden.

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«No dejamos de repetirle que tiene que dedicarse a estudiar», repite Ana, temerosa de que al cabo de unos años el Frente Polisario le reclute para ir a la guerra. «A ver si le convencemos en los tres años que va a seguir viniendo a nuestra casa. No sé qué vamos a hacer cuando no pueda venir. Si es necesario, bajamos a por él», responde Rubén.

¿Y qué van a hacer este verano? Pues, como Lehsan tiene impedimentos legales para salir de España, ir a Alicante. «Intentamos que cada día sea una nueva aventura. Hace unos días fuimos a conducir karts y ayer a una fiesta de espuma». En su caso, según cuentan, tienen ya asumido que los viajes al extranjero los hacen en Semana Santa. «Es una pena, porque a mi me encantaría llevarlo a Disney París», dice Ana.

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Mohamed Saleh Mungia

«Ha conseguido que espabilemos como familia»

Después de varios años dándole vueltas, Maribi Eguia decidió dar el paso el verano pasado. Lo hizo junto a su marido y su hija de 13 años, que ya abren las puertas de su casa a Mohamed Saleh, de 8. «Queríamos haberlo hecho antes de la pandemia, pero lo tuvimos que aplazar por la muerte de un familiar», explica.

«La decisión la tomamos entre los tres porque tenemos una deuda histórica con la población saharaui», cuenta Maribi. ¿Y cómo se le explica esta situación a una niña? «Pues con mucho cuidado. Le dijimos que están en una tierra que no es suya y que no les dejan volver. Ella es muy sensible y lo entendió rápido», cuenta. Pidió que fuera una chica, «pero no ha podido ser».

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En el caso de Mohamed, su padre está en el frente y vuelve a su casa muy pocas veces. «De alguna forma se lo habrán explicado», supone Maribi, que describe al pequeño como una persona «simpática y alegre».

Según explica, en un principio les chocó aceptar algunas actitudes de Mohamed. «Pensábamos que sería más introvertido, pero es todo lo contrario. Se nota que es un macho alfa», dice. Sin embargo, según cuenta, este contraste ha venido bien a su familia: «Nos ha hecho espabilar. Sobre todo a mi hija, ahora es la primera vez que la vemos pelear por lo que quiere. Ha conseguido que deje a un lado la timidez».

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La familia de Maribi se comunica en euskera con Mohamed. «Su capacidad de aprendizaje es asombrosa, en solo dos meses que ha pasado en Bizkaia ya lo entiende y puede incluso mantener alguna conversación, aunque todavía no sabe utilizar los verbos», comenta.

¿Y qué es lo que más le gusta? Pues la bicicleta, ir a la playa y ver películas. «¡Con internet los gustos están globalizados!». Vamos, lo que a un chaval de su edad. «Eso de ir al cine y comer palomitas le encanta, aunque no entienda nada». Sin embargo, los grandes espacios le saturan. «En fiestas de Bilbao o cuando le llevamos al Max Center, notamos que está sobrepasado», dice Maribi.

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«Ayudar a Mohamed nos aporta satisfacción personal como familia», explica para después añadir que gracias a él recuerdan constantemente que «no se vive igual en todos los sitios del mundo». «Hacemos lo que podemos para contribuir a causas que creemos justas, pero sin obsesionarnos. Si nos implicáramos en todo lo que nos gustaría, nos quedaríamos sin vida», remata.

Abde Salama Getxo

«Va a alucinar cuando veamos al Real Madrid en San Mamés»

Este es el primer verano de Abde Salama en Bizkaia. Lo pasará en casa de Asier Ortun, que descubrió la posibilidad de acoger refugiados saharauis por la prensa. «Siempre he estado muy concienciado con la causa saharaui y al saber que existía esta opción, lo hablé con mi mujer y no dudamos en dar el paso», explica.

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Asier recuerda todo el proceso que tuvieron que pasar para, finalmente, traer a este joven saharaui a su casa. Primero, contactaron con una de las muchas asociaciones que dinamizan la llegada de jóvenes saharauis en Bizkaia. Después, realizaron una entrevista con una psicóloga para que esta comprobara que son aptos para acoger. Y, por último, tuvieron que aportar el certificado que confirma que no tienen antecedentes sexuales ni penales.

«Entonces comienza el proceso de asignación, aunque en un principio solo te dicen si es niño o niña», cuenta. «Después, nos facilitaron una foto suya. Y eso es todo lo que sabíamos de Mohamed», explica.

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Las primeras semanas con Abde en casa se les han hecho duras por momentos ya que le cuesta comunicarse. «Le llevamos a hacer planes y no sabemos lo que opina, es un joven muy reflexivo y a veces eso es un poco frustrante -dice-. De todos modos, cuando no había internet esos momentos de espera tuvieron que ser mucho peores tanto para ellos como para quienes les acogemos. Ahora con cuatro búsquedas puedes hacerte una idea de cómo viven y la mejor manera para conseguir que su experiencia sea buena», explica.

Lo primero que hizo Abde junto a sus compañeros al bajar del autobús fue tocar la hierba, pisarla. «Nunca la habían visto y estaban alucinando», asegura. También le fascinan las escaleras mecánicas. Sencillamente no existen esos artilugios en los campos de refugiados de Tinduf.

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Abde aprovecha su estancia en Bizkaia para acudir a revisiones médicas. Tanto Osakidetza como Medical Óptica tienen acuerdos con las asociaciones que traen a estos jóvenes para brindarles la asistencia que en Argelia carecen.

«Lo que nos ha dejado claro es que le gusta el fútbol y, por desgracia, es del Madrid», cuenta Asier. «Voy a llevarle a San Mamés al primer partido de liga, que jugamos contra ellos. Se lo he intentado explicar, pero todavía no me entienden muy bien. Cuando llegue el momento, va a alucinar».

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