«No estamos para jugarnos el tipo persiguiendo a los ladrones», dicen los socorristas
El puesto de la Cruz Roja es el lugar al que en un primer momento se dirigen muchas de las víctimas de los hurtos y ... robos de pequeña escala que se registran en la playa de Ereaga. Allí los socorristas atienden a los bañistas que sufren un corte, una quemadura o una picadura de medusa. De un tiempo a esta parte sus funciones van más allá. Reciben también a las personas que buscan desesperadamente sus pertenencias. Lo hacen con la esperanza de que se hayan tropezado con ellas en sus rondas. Recurren a ellos incluso antes de contactar con la Policía y presentar una denuncia formal. Los socorristas están a pie de playa y son visibles. «Es habitual que vengan a preguntarnos porque estos hechos van en aumento, nos preguntas por bolsas, móviles, carteras...», reconocen a EL CORREO.
Están cansados de la situación, son conscientes de su carácter asistencial, pero los hurtos les complican su labor. «Nosotros no estamos para jugarnos el tipo persiguiendo a los que roban ni tampoco para controlar», apunta uno de los vigilantes de la playa. Prefieren no ahondar en el asunto, no quieren complicaciones, aunque saben bien quiénes son los que suelen estar detrás de los pillajes y, de hecho, cuando los días se complican contactan con la Policía. «Si vemos algún grupillo que la está liando, les avisamos, no queda otra», reconoció esta semana uno de los jóvenes de la entidad, mientras hacía su ronda por la orilla en previsión de percances.
El punto de información para las personas que llegan al municipio en busca de sol y playa, pero también de sus acantilados, gastronomía y patrimonio se muestran sensibles a los hurtos. Tampoco quieren hablar. «Alguna vez ha venido alguna persona por si habíamos encontrado algo, aunque no es lo habitual», afirma una de las personas que atiende el servicio.
En coches
Aunque durante las últimas temporadas estivales los hurtos hayan ido a más y se hayan centrado en los bañistas, lo cierto es que al encontrarse en un lugar alejado de los núcleos urbanos y carente de vigilancia policial, las playas llevan años en el punto de mira de los cacos. Bien lo saben los surfistas que cada vez más utilizan candados para guardar las llaves de sus coches. Cada cierto tiempo se producen oleadas de sustracciones en vehículos aparcados en los arenales.
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