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Mayo de 1937. El fotoperiodista Robert Capa pasea por un Bilbao sumido en el horror de la Guerra Civil. De pronto fija su mirada en ... un grupo de mujeres y niños que permanecen sentados en una escalinata. Los pequeños ríen y juegan. Sus madres y abuelas les entretienen. Intentan hacerles olvidar la destrucción y las bombas. El afamado reportero dispara su Leica e inmortaliza el momento. Días después la agencia para la que trabaja escribe en el reverso de la fotografía: «Niños sentados frente a una iglesia aguardan el momento de su evacuación al extranjero».
Han pasado 87 años de aquel instante y sus 17 protagonistas han permanecido durante todo este tiempo en el olvido y el anonimato. Hasta hoy. Un historiador gerniqués quiere difundir el nombre y apellidos de ocho de ellos. Algo inédito, un gesto que ayuda a comprender los dramas personales detrás de la historia. José Ángel Etxaniz, miembro del colectivo de cronistas Gernikazarra, glosa la vida de la familia Iturri-Zabaleta. Quiere dar a conocer su identidad por dos motivos: «Es importante identificar una obra carismática del gran Robert Capa, pero también es de justicia reconocer a sus protagonistas y su sufrimiento, ya que les quedaba aún por vivir una tragedia mayor: el fusilamiento de un familiar querido que para los retratados era su padre, esposo, hijo, yerno y tío». Y lo hace en un momento especial, cuando se cumplen exactamente 70 años de la muerte del gran icono de la fotografía bélica del siglo XX.
Etxaniz, además, aporta más luz y nuevos datos sobre la imagen del fotoperiodista de origen húngaro. «El escenario no es una iglesia, como quedó anotado, sino la puerta del Palacio foral, en la Gran Vía. Se pueden identificar perfectamente sus forjados», dice. Y los retratados no aguardan una evacuación a Inglaterra o Francia, sino que están allí por otro motivo. «El cabeza de familia, Juan Carlos Iturri Soroa, se encuentra justo en ese edificio trabajando, porque es un alto funcionario foral que había sido concejal socialista en Gernika».
La historia de esta instantánea de Robert Capa arranca posiblemente el 26 de abril de 1937. Es el día del sangriento bombardeo de la villa foral. La noticia de esta masacre convence al fotógrafo de la necesidad de visitar España y retratar un pueblo conmocionado por lo sucedido y aterrorizado por el avance del ejército golpista. Mientras Capa se las apaña para coger un tren a Biarritz y volar a Bizkaia, la familia de la fotografía escapa de Gernika y pone rumbo a Bilbao.
Los caminos de los personajes de este reportaje se cruzan, unos días después, en el número 25 de la Gran Vía. «Capa estaba retratando a los refugiados. Tenía una especial sensibilidad con ellos. Deambulaba por un Bilbao que barruntaba que se acercaba el final, en un clima de absoluto pánico por los bombardeos y por las descorazonadoras noticias que llegaban del frente».
Es una ciudad que se tambalea. Y allí, en mitad de ese escenario de miedo y preocupación adulta, estaban esos niños risueños. «Eran Mari Carmen, Luz, Juan Carlos y Tere Iturri Zabaleta. Acompañados de su primo Juanito Zorrozua Zabaleta», desvela el historiador de Gernika. «Y no se le aprecia el rostro a la madre, Victoria Zabaleta. A quien sí se observa perfectamente es a las abuelas Herminia Soroa y Patxike Arana». Es el grupo que aparece en la parte izquierda de la instantánea. De las personas de la derecha aún no hay noticias. «No se sabe de quién se puede tratar, pero podría ser también una familia gerniquesa refugiada».
¿Qué pasó con la foto de Capa? El fin de la Guerra Civil, el inicio de la Segunda Guerra Mundial... En definitiva, la niebla del tiempo. No hay nuevas noticias de la imagen hasta 1997, cuando la BBK organiza una gran exposición sobre el paso del fotoperiodista por Bizkaia. Y entre las obras seleccionadas está la que nos ocupa. «Un descendiente acude por casualidad y se lleva un catálogo. Cree reconocer a algún familiar, pero no está seguro, así que consulta con otros allegados y ya no tienen duda», cuenta Etxaniz. «Regresan a la exposición y piden una copia pero no se la facilitan». Y la historia queda, por el momento, ahí. En el limbo.
Hasta que un buen día, uno de los familiares le confía el secreto al cronista de Gernikazarra. El historiador estudia la foto con detenimiento. Investiga, realiza algunas entrevistas, contextualiza... E, ironías del destino, se da cuenta de que él mismo ha trabajado durante años con una de las personas que aparece en la obra de Capa: Victoria Zabaleta, la viuda de Juan Carlos Iturri, que tenía solo 39 años cuando fue fusilado. El problema es que no se le ve el rostro porque está tapada por una niña y eso hizo que la mirara cientos de veces sin reparar en ella.
«Victoria era una persona muy querida y, sobre todo, muy trabajadora. Tuvo que sacar adelante a 5 hijos en plena posguerra», alaba Etxaniz. Juntos compartieron años de esfuerzo en la cubertera Jypsa-Dalia de Gernika. «Ella estaba en el almacén y nadie se puede imaginar el sacrificio que hizo para alimentar, vestir y educar a los pequeños. A todos les dio carrera». Victoria murió hace unos años, con más de 90 años. De la foto solo viven dos de las niñas, pero son muy mayores.
El fusilamiento de su marido fue «algo terrible» para ella. «Se le asesinó sin miramientos, tras un juicio sumarísimo». Juan Carlos Iturri había sido una persona relevante en Gernika: empleado de banca, comerciante y convencido republicano. Después trabajó para la Diputación como sobrestante. Estuvo preso en Larrinaga y fue ejecutado el 3 de agosto de 1937 en el cementerio de Derio. Sus allegados recuperaron tiempo después su cuerpo y lo llevaron al panteón familiar de Lumo. Etxaniz tiene ahora la ilusión de que la Fundación Capa y la agencia Magnum cambien ese pie de foto erróneo y puedan añadir la identidad de sus protagonistas y la ubicación correcta. «Nunca es tarde para hacer justicia».
No se sabe a ciencia cierta cuántos días pasó Robert Capa en Bizkaia en aquel dramático mayo de 1937. Se cree que fueron alrededor de 15. El fotoperiodista llegó a Bilbao en los primeros días del mes, tras un viaje en tren entre París y Biarritz y un vuelo en aeroplano. Nadie sabe cómo se las ingenió para que un aviador se arriesgara a dar el salto entre la localidad francesa y la capital vizcaína, en un momento en el que el ejército golpista tenía el dominio absoluto de los cielos.
Al fotoperiodista le había impresionado la noticia del bombardeo de Gernika. Pero la villa ya había caído en manos de los rebeldes. En Bilbao hizo, posiblemente, el mejor trabajo de aquellos días. La imagen de una madre y su niña mirando temerosas al cielo, en El Arenal, junto al antiguo café Boulevard, es uno de los disparos icónicos de la Guerra Civil española. En cierta manera, el fotógrafo de origen húngaro intuía que Bilbao sería tomada muy pronto. Se marchó de vuelta a Francia el 17 de mayo. La capital vizcaína caería en manos fascistas el 19 de junio.
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