La nueva sastrería inunda Bilbao de trajes baratos
El Bilbao de Luis Gómez ·
Parecían condenados a la desaparición, pero tienen más futuro que el estilo chandalero. Firmas de precios accesibles y «sensatos» ponen de moda un estilo atemporal con ternos entallados que arrasan entre los más jóvenesBilbao es una ciudad acostumbrada a pegar unos cortes impecables. O, más concretamente, algunos de sus mejores sastres. Puede que el oficio camine por la ... senda de la incertidumbre, entre otras cosas, por la falta de relevo en los talleres, pero si de algo puede presumir la capital vizcaína es de contar con maestros que han hecho y siguen haciendo historia. Está, por supuesto, Javier de Juana, el presidente del exclusivo Club de Sastres de España; Gonzalo Cardenal, que ha cargado a sus espaldas con una legendaria y fabulosa historia que alcanza ya los 125 años; y Oskar López, eslabón de la última generación de artistas de las agujas, aunque ya con una acreditada experiencia de más de dos décadas.
López presume en su página web de vestir a «los caballeros más elegantes de Bilbao», utilizando siempre los mejores materiales, escogidos «cuidadosamente» por todo el mundo. La lista incluye también a JM Juan Manuel, boutique que ha ceñido las siluetas de relevantes dirigentes políticos y grandes empresarios con ternos espectaculares. Junto a estos prestigiosos nombres, emerge, sin embargo, en Bilbao otra realidad estilística bien distinta. La sastrería vira para conectar con el futuro y fidelizar a los clientes más jóvenes.
Las numerosas voces que tantas veces han venido alertando de la desaparición del traje no tienen gran futuro como visionarios, a tenor de lo que se ve en la calle. En tiempos de explosión de indumentarias informales, lo mismo para acudir al trabajo que a los eventos más selectos, el traje coge un impulso extraordinario en la capital vizcaína. Se vuelven a ver más que nunca. Pero con una particularidad. Mientras las grandes firmas de lujo diseñan y venden a precios astronómicos ropa deportiva –muchos pantalones chandaleros– con la que lo mismo se puede salir a la calle que sudar en los gimnasios, la sastrería (no la alta, claro) da un giro impresionante en materia de precios.
Los buenos se disparan a los 2.500 euros
Sí, lectores, a firmas como El Ganso y Scalpers, que aterrizaron hace tiempo en la villa, se suma ahora el fenómeno de la sastrería barata. Barata comparada, evidentemente, con la que despacha ternos por no menos de 1.200 euros. Y eso tirando a la baja. Porque fácilmente los 'a medida' se disparan hasta los 2.500. David Guitart, dueño de Suitman, la marca que ha revolucionado el mercado, prefiere emplear otro término en vez de barato. Escoge el de accesible. O Justo. O sensato, su favorito. Así es como llama a los trajes que vende por 450 euros. «Otros te cobran 700, 800 o 1.100 por la misma prenda», asegura.
Con ellos ha triunfado en Madrid y amenaza con hacerlo en toda España, empezando por Bilbao. «No es normal pagar 700 euros por un uniforme de trabajo», se justifica. La historia del barcelonés Guitart es la de un empresario hecho a sí mismo. Por necesidad, como la de tantos otros. Pero a una edad ya madura. No es ningún joven. Tiene 49 años. Trabajó en El Corte Inglés, después montó una empresa de construcción y cuando vino la crisis anduvo «un año mirando». Hasta que un mes de agosto de hace 10 años abrió el taller de arreglo de ropa Al hilo de ti. No tenía repajolera idea de lo que se traía entre manos. Alquiló una carbonera de 15 metros cuadrados en la 'milla de oro' madrileña. «No era un sótano. Era más abajo del sótano», confiesa.
Tejidos de calidad
Contrató a una costurera búlgara y consiguió en muy pocos meses –apenas tres– que muchas de la grandes firmas de lujo del barrio de Salamanca le encargaran el retoque de sus prendas. Se familiarizó con términos que jamás había escuchado, como 'cójame manga por corona, por boca, costados...' Pero la bomba que tenía entre las manos aún tardaría en estallar. Sucedió cuando lanzó Suitman. «Se trata de utilizar tejidos de calidad y elaborar un buen patrón que siente muy bien. Un padre de familia necesita dos trajes al año y, claro, no puede gastarse 2.000 en cada uno. Eso es un presupuesto del carajo», expresa. Los que él hace a medida se van a los 650, «nada que ver con los 1.500 de otras marcas. En vez de llevarme un margen de un 300% o un 400% me conformo con la mitad». Y encima presume de calidad. «Nada de pensar que vendo prendas con un 80% de poliéster y un 20% de lana. Eso es pan para hoy y hambre para mañana. Al segundo tinte se va al garete y si sudas en verano, te destiñe«.
Estilo atemporal
«Las firmas accesibles se aprovechan del viento a favor que les pega. Por eso, frente a la sastrería tradicional y toda cosida a mano, cobra fuerza la «semiindustrial», que fabrica las hechuras con máquinas. Sorprendentemente, estos nuevos tiempos que han tomado a Bilbao como ciudad de referencia imponen entre los jóvenes un estilo algo clásico y atemporal. «No se ven a muchos tíos por la calle con traje a cuadros y estridentes». El cliente, también el joven, por lo que se ve, sabe en qué ambiente se mueve. De la nueva y accesible sastrería tiran, según los expertos, empleados bancarios, jóvenes abogados y chavales que acaban de salir de la universidad y asaltan los despachos. «Lo que a lo mejor tiende a desaparecer en determinados estratos en Bilbao es la corbata. Pero lo clásico no muere nunca, en todo caso se regenera, con la modificación de los patrones. El traje es una herramienta que siempre va a existir. Por eso no puede ser exclusivo ni algo muy barato. Puede sufrir, pero estará ahí. Lo moderno, en cambio, sí tiene fecha de caducidad», esgrime Guitarra.
Si el traje vuelve es porque sigue siendo garantía de elegancia, opinan algunos sastres. Este otoño se imponen los de ojo de perdiz y los slim fit (entallados), pero sin que «se vean muy ajustados. Si los llevas muy entallados empiezan a salir arrugas que no deben de salir, pero tampoco pueden ser un saco. Yo no puedo entallarlos demasiado porque se me verían todos los michelines», bromea Guitart. También se llevan los colores lisos, o sea, los de toda la vida, los espiga, y los de tejido fil a fil en gris y azul marino, que por algo somos de Bilbao.
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