«El futuro del mundo rural se encuentra en manos de las mujeres»

Iratxe Martínez Mazaga regenta una granja de 3.000 gallinas para la producción de huevo ecológico en Garai. «Tenía claro que mi vida debía estar ligada a la tierra». asegura la responsable del proyecto que puso en marcha hace once años. Desde bien joven optó por adentrarse en el mundo rural y optó por matricularse en FP Agropecuaria en la Escuela de Arkaute. Estudió un módulo superior de Medio Ambiente y siguió desarrollando multitud de trabajos vinculados al campo. Con tesón y esfuerzo ha consolidado su granja y formado una familia, con dos pequeñas. Ahora segura sentirse plenamente «feliz» con la labor que desarrolla. «Tengo calidad de vida y ese es el reflejo de un trabajo bien hecho de muchas generaciones».

– Regenta una granja de 3.000 gallinas desde hace once años y asegura estar encantada. ¿Fue difícil al comienzo?

– Sí que lo fue, pero por suerte siempre he contado con el apoyo incondicional de mi familia, que es un pilar muy importante en mi vida. El papeleo y los trámites en general son muy complicados y tuve la sensación de que era una pelea constante. Montar una granja no es tan sencillo como la gente pueda pensar, pero sin duda te puedo decir que merece la pena. Tengo muy claro que lo volvería a hacer, he ganado en calidad de vida. Además creo que el futuro del mundo rural se encuentra en manos de las mujeres.

– ¿En qué lo fundamenta?

– No quiero quitar ningún mérito a los hombres, pero el trabajo de la mujer siempre ha sido muy duro y ha estado oculto. Quiero decir, antiguamente era el hombre el que se quedaba con el caserío para conservar el apellido. Pero las mujeres eran el pilar fundamental de la casa. Ellas se encargaban del ganado, la huerta, de la familia… de todo en general y sin nada a cambio, porque nunca lograrían tener nada a su nombre. Y sin embargo, la imagen siempre era la del hombre. Ellas han sufrido mucho y aun así han sabido transmitir la pasión por lo que hacían a sus hijas, y siempre con una sonrisa.

– ¿Y cómo ve la situación en estos momentos?

– Creo que nos quejamos mucho. No hay igualdad de género, eso está claro. Yo nunca he conocido el matriarcado. De hecho, si voy con botas de monte y la ropa del trabajo a por material me califican de 'marimacho', y si voy con falda sería la pantalla de mi marido. Si fuese un hombre en cambio, seguro que le preguntarían por su ganado. Pero ante esta situación considero que tenemos que valorarnos mucho más nosotras mismas, y esto es una autocrítica. Tenemos las herramientas para conseguirlo, pero no terminamos de dar el paso. Yo suelo decir, ¿eres capaz de hacer lo que hace un hombre? Pues créetelo y hazlo, solo así conseguiremos la igualdad. A lo mejor habrá tareas que nos cueste más que a ellos, pero las haremos seguro. En cambio me pregunto si los hombres podrán hacer todo lo que hacemos las mujeres.

– ¿Qué reivindica en este último 8 de marzo?

– Que las mujeres saquemos pecho. Tenemos que confiar en lo que hacemos porque nadie nos valorará jamás si no smos capaces de valoramos nosotras las primeras.

– ¿Cómo ve el futuro de la mujer rural?

– Veo que las nuevas generaciones vienen pisando fuerte. En estos momentos hay varios patrones diferentes y eso enriquece al mundo rural. Hay mujeres que han tomado el caserío familiar porque quieren, mientras que otras, por ejemplo, son arquitectas y han decidido montar sus propios invernaderos. ¿Sabes qué significa esto? Que la mujer rural de hoy está mucho más formada que antes, somos autónomas, tenemos las explotaciones a nuestro nombre. Y hacemos el trabajo porque queremos, por pasión. Entre todos estos perfiles tan diferentes hacemos la perfección. Eso es en realidad lo que hemos heredado de nuestras madres y abuelas.

– Pertenece a la asociación Gaittun, que estos días expone la muestra itinerante 'Mujeres baserritarras' en la plaza del Ayuntamiento de Amorebieta

– Así es. La gente podrá ver hasta el día 13 una docena de imágenes de mujeres del mundo rural. Nuestro objetivo es visibilizar la labor de todas ellas, que han estado siempre ocultas. Mediante este trabajo siento que estoy saldando una deuda que tengo con mi madre y mi abuela, que tanto han trabajado en el caserío sin tener ningún reconocimiento a cambio.