El dantzari que llegó hasta el Vaticano se retira
Vecino de Durango, Jon Sarobe cierra una trayectoria ejemplar en la que ha llegado a bailar aurreskus ante Juan Pablo II, numerosos lehendakaris y otras autoridades
Es dantzari por antonomasia. Sus pies parecen no tocar el suelo. Y durante el más de medio siglo que lleva bailando el aurresku, el vecino de Durango, Jon Sarobe (1960), lo ha llevado a lo más alto. Pasó por Kriskitin, Tronperri y Txoritxu Alai, ha ejecutado aurreskus ante el Papa, el rey emérito o casi todos los lehendakaris. «La mayoría de la gente me conoce vestido de blanco», señala.
«Mi primer aurresku oficial fue con siete años, tras comenzar con mi primo Juan José Zumarraga, que fue el que me metió el gusanillo. Recuerdo que, al principio, fue bastante duro y exigente. Entonces, me decían: 'quieto, derecho, firme con posición del cuerpo. Solía ir los fines de semana donde mi tía y, mientras que estaban los demás en tertulia, me cogía en una esquina y me enseñaba este baile», rememora. «Siempre me ha gustado, toda mi vida he bailado», confiesa.
Poco a poco, comenzó a bailar con los grupos de danza de la villa y también viajó con otros espectáculos a Francia. «Lo más bonito de las euskal dantzak es que tienes que sentir lo que haces e intentar transmitir algo cuando estás bailando. Cuando se baila, es una emoción tuya. Si es hacer por hacer, no tiene sentido», subraya.
Hace más de medio siglo que el durangués Sarobe fue «alcalde», aunque solo fuera por un día, siendo el encargado de dar la bienvenida a Durango a un millar de niños para celebrar la primera Umeen Euskal Jaia del Duranguesado. La danza se convertía en una grata pero reivindicativa expresión del sentimiento euskaldun, aplacada entonces por el régimen franquista. Pero al mismo tiempo en un escaparate en la apuesta por «crear cantera». Tenía entonces siete años y daba sus primeros pasos en la danza, un camino que le ha llevado a bailar en numerosos actos
Durante estas casi cinco décadas de trayectoria, también ha sido txupinero de las fiestas de San Fausto y ha recibido distinciones como el Durango Sariak o el premio cultural Astarloa. Precisamente, cada 13 de octubre, en la festividad de la villa y durante 45 años, ha bailado delante del Ayuntamiento y cientos de durangueses. «Al poco tiempo de haber empezado, se convirtió en algo muy mío. Era mi día, en plenas fiestas del pueblo, algo muy especial y emotivo. Después, se procedía al reparto de los dulces artopiles y quedaba con los amigos. Ese día era sagrado y a las doce y media había que estar en la puerta del Ayuntamiento», detalla.
Uno de los hitos más significativos fue el aurresku realizado ante el Papa Juan Pablo II en el Vaticano en el año 1988, en la canonización de San Valentín de Berrio-Otxoa. «Pasamos cinco días en Roma, y acudí con uno de los maestros del txistu en Bilbao, Boni Fernández, junto a la coral de Elorrio y el bertsolari Jon Enbeita. En el Vaticano, bailé varias veces, primero en el aula Pablo VI, que cuenta con un aforo para 10.000 personas y también lo hice en la plaza de San Pedro y embajada de Polonia y España. Fue una experiencia única y muy bonita», detalla.
¿Pero qué es lo más difícil de esta dantza? Según este durangués, hay que tener técnica y algo de potencia. «Es un baile corto, pero muy intenso, realizando en tres o cuatro minutos los cuatro movimientos muy seguidos. He bailado durante unos 45 años», confiesa, antes de apuntar que lo más gratificante ha sido el reconocimiento y el cariño del pueblo.
Del mismo modo, recuerda con gran emoción el último aurresku realizado en San Faustos. «Lloré, siempre me había gustado y satisfacía hacerlo. En el momento de estar arriba y ver a todos los durangueses, fue algo muy especial. Pero hay que dar paso a otros dentro de ese relevo generacional, porque hay gente que viene por detrás y lo hacen bastante mejor que yo, con mejores cualidades físicas que las mías. Hay que dar paso a otros», subraya.
«No se puede perder la tradición de las euskal dantzak»
Tras 44 años bailando y habiendo sido txupinero el año 2010 recibió un obsequio por parte de la alcaldesa, Mireia Elkoroiribe y toda la corporación del Ayuntamiento de la villa el pasado mes de octubre. Los jóvenes txistularis de Jaizale txistulari Elkartea amenizaron su aurresku. Ese mismo día, dio testigo a su sucesor, Aritz Lasarguren. «Tiene muy buena técnica, trabaja lo físico y cuenta con una gran figura. Transmite, muy apto para muchos años», prosigue.
En este sentido, pone en valor a las tradicionales euskal dantzak y anima a los jóvenes a practicarlo, en especial, a los chicos que escasean, con una abrumadora mayoría de las chicas. «Es muy importante que no se pierda esta tradición. Cuando yo era niño, había varios grupos de chicos de dantza y tenemos más cosas que antes para divertirnos. El fútbol tiene mucho poder, y se fomenta poco las euskal dantzak, es una tradición que no se ve mucho futuro. En Sevilla, todos los jóvenes bailan sevillanas, se tiran a la piscina y bailan. Aquí es más complicado», enfatiza mientras colabora junto a la compañía Hotzikara de danza contemporánea. «Me he jubilado de la danza oficial, no oficiosa», concluye este embajador del aurresku.