El Casco Viejo se vuelca en la recuperación de su mural atacado
Los trabajos de restauración de la obra que Juan Zarate Ibargoitia pintó en 1994 se alargarán, como mínimo, hasta la semana que viene
Vecinos del Casco Viejo y visitantes curiosos se detienen estos días frente al cantón Julián Etxebarria 'Camarón', junto a la calle Carnicería Vieja. Allí trabajan ... Josune Ostio, Nagore Zalbidea y Marina Aguiar, las restauradoras encargadas de recuperar el mural que Juan Zarate Ibargoitia pintó en 1994 en una de sus paredes. La obra, ya convertida en un emblema de las Siete Calles, apareció vandalizada a finales de junio con varios grafitis en su parte inferior. Unas pintadas «difíciles de eliminar» que ponían en riesgo su conservación. Tras meses marcados por la incertidumbre y el pesimismo entre los vecinos –temían que la pintura acabara desapareciendo– la semana pasada comenzaron los trabajos de restauración.
«Hasta que no hicimos unas pruebas no supimos si lograríamos eliminar el grafiti por completo», explica Ostio mientras retira con un algodón los restos de pintura aún adheridos al mural. Estas pruebas, conocidas en lenguaje técnico como catas, son el primer paso en la mayoría de procesos de restauración. Consisten en pequeñas incisiones mínimamente invasivas que permiten evaluar el estado de conservación de la obra antes de intervenir. «Sirven para comprobar si realmente merece la pena restaurar, porque a veces la pintura original está muy dañada o directamente perdida», detallan.
No ha sido el caso de la obra de Zarate Ibargoitia. Aunque presentaba «varias capas de grafiti», las restauradoras aseguran que podrán recuperarla «casi en su totalidad». De hecho, tras una semana de trabajo ya han eliminado la mayor parte de las pintadas. «Al final se trata de maña, bisturí y paciencia», comenta Zalbidea. Es un trabajo artesanal y minucioso que no está exento de complicaciones. Y es que las profesionales se han topado con dos grandes retos al ponerse a trabajar: retirar el grafiti sin dañar la pintura original e intervenir sobre una pared muy rugosa. «El soporte tiene muchos pequeños agujeros por donde se han colado esos colores de los sprays, por lo que hemos tenido que probar con distintos productos químicos hasta dar con el adecuado», explican.
Una vez eliminados los restos de pintura vandálica, comienza una segunda fase de limpieza de la obra original. «Ahí afloran los daños, la suciedad superficial y también la polución a la que se ha sometido la obra», señalan. Después se aplica una capa de «preprotección» y se inicia la restauración propiamente dicha, en la que se ha involucrado todo el barrio. «Nos facilita mucho contar con información sobre la técnica original. Los vecinos nos han traído fotos y colaboran muchísimo», cuentan emocionadas. No es para menos: el mural, además de llenar de color este cantón que conecta Carnicería Vieja con Barrenkale–a menudo inadvertido–, tiene un profundo valor sentimental para el vecindario.
Un regalo especial
Juan Zarate Ibargoitia, fallecido en 2002, pintó el mural como regalo a Toñi y Nabarrito, comerciantes que regentaban la tienda Ganbara, dedicada a la artesanía de cuero y situada junto a la pared donde hoy se conserva la obra. Según cuenta Nati Ortiz de Zarate, el artista se inspiró en la obra teatral La Espada de Pendragón (muy similar a la historia de la Leyenda de Escalibur), representada por aquellas fechas, para crear algunas de las escenas del fresco. De ahí las figuras de caballeros, dragones y princesas que adornan la pintura. En una de las esquinas superiores se distingue el dibujo de una niña portada por una cigüeña. Se trata de Irati, hija de los dos comerciantes y nacida en 1997, tres años después de la creación del mural, y a la que Zarate decidió añadir posteriormente.
«Queremos conocer a Irati», afirman las restauradoras, que, aunque no son del Casco Viejo, admiten que cada proyecto les deja «un pedacito» de ellas. A este en concreto le han cogido tanto cariño que quieren escuchar su historia «de primera mano». A Toñi, la madre, ya la conocieron la semana pasada. Ella misma fue una de las vecinas que les facilitó documentación sobre la obra original. «Fue muy emocionante comprobar lo que significa este mural para el barrio». Algunas partes, sin embargo, no podrán recuperarse. Son lo que ellas denominan como «lagunas», zonas de pintura perdidas por el paso del tiempo y el deterioro de la pared. «En esos casos pedimos fotos o más información para intentar restituirlas, pero nunca inventamos nada», aclaran.
Los trabajos de restauración se prolongarán, como mínimo, hasta la semana que viene. Aunque, al tratarse de una pintura al aire libre, el calendario dependerá en gran parte de la climatología: «Estamos justo debajo de una bajante… si llueve, nos cae todo el chorro encima», bromean las restauradoras. Además de eliminar grafitis y reparar desconchones –especialmente visibles en la esquina superior derecha– aplicarán una capa de barniz antipintadas para garantizar la protección y conservación futura del mural.
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