Los carnavales de Ylenia y Lander, una pareja acostumbrada a disfrazarse
Farolín y Zarambolas ·
Pareja artística y sentimental, han sido de todo. Ella, punki, princesa y una troglodita «rosita»; él, cura, payaso y Drácula. «El carnaval es una forma de vivir»Los personajes centrales del Carnaval bilbaíno, Farolín y Zarambolas, encarnados este año por los actores Ylenia Baglietto y Lander Otaola, han sido condenados este viernes ... por el tribunal popular a sufrir escarnio público en el patíbulo por su mala conducta. Fueron apresados a la altura del Arriaga.
La primera, disfrazada de carolina, encarnaba al típico «chuleta» bilbaíno y el segundo, que vestía del villano Jocker, al pancho o «viva la vida» que también presume de ser de Bilbao a los cuatro vientos y de tener el «Carpe Diem» como lema. El juicio a los protagonistas de la festividad, uno de los actos centrales de la jornada, ha sido seguido por cientos de personas en la Plaza Nueva. El tribunal les ha declarado culpables, les ha condenado al escarnio público y ambos personajes han sido conducidos al patíbulo, donde les han tapado la cara y les han arrojado verduras.
Farolín y Zarambolas se crearon en 1984 y son elegidos por la Comisión Mixta de Fiestas, integrada por ediles del Ayuntamiento, las comparsas, Fekoor y la Asociación de Comerciantes del Casco Viejo. Los elegidos cada año pasan después a formar parte de la Orden Botxera de Farolín y Zarambolas, que se encarga de otorgar los premios a la mejor Txirenada del año anterior el Jueves Gordo de Carnaval y de proponer a nuevos aspirantes para ocupar estos cargos.
Ylenia Baglietto y Lander Otaola
Los de este años, Ylenia Baglietto y Lander Otaola parecen el dúo dinámico. Casi todo lo hacen juntos. Pareja sentimental, coinciden de vez en cuando en el escenario. Y, claro, si a ella le nombran Farolín, pese a no ser del mismo Bilbao -a quién le importa que naciese a 38 kilómetros de la capital vizcaína, en Eibar, para más señas-, a él le han colgado el sambenito de Zarambolas.
Estirpe de la que hacen gala tipos divertidos y amantes de la buena vida que siguen al pie de la letra el 'Carpe Diem'. El destino ha vuelto a emparejarles. Son los embajadores de los carnavales bilbaínos de este año, que arrancan hoy. Lo de echarse encima capas de disfraces no les pilla de sorpresa. Lo suyo viene de lejos, desde muy niños, y su oficio les ha llevado a representar de adultos, casi a diario, personajes muy diferentes.
Ylenia desdobló, como tantas pequeñas, múltiples personalidades: fue princesa, india con largas trenzas y los mofletes bien pintarrajeados, una dulce gatita, una punki descarada sacando el dedo (índice) desde su más tierna infancia, una cabaretera con una buena boa de plumas al cuello, como exige el espectáculo, domadora de circo...
«Los carnavales son una fiesta que deberíamos practicar cada día al levantarnos»
Ylenia Baglietto
Farolín
Sin embargo, dio en el clavo cuando apareció en el colegio de troglodita con un buen hueso plantado en la cabeza, pero de «rosita». Cuenta que fue idea de su madre, Mariaje Pita, que se los hacía a medida. «Cada año me preparaba uno distinto. En aquella ocasión me prometió que mi troglodita sería diferente al del resto de chicas. Y vaya si lo fui», asume. Aquel día, Ylenia -campeona juvenil de gimnasia rítmica de España- fue la estrella de la clase. «¿Pero tú, de verdad, te imaginas una troglodita yendo de rosa?», se carcajea mientras toma un descafeinado en una terraza de la calle Pelota del Casco Viejo, recién llegada en autobús de Madrid junto a su chico.
Lander, campeón de España de fútbol en la categoría alevín, tampoco se quedó atrás. Desde muy pequeñito le dio por el artisteo y lo mismo protagonizaba sesiones caseras de karaoke con el micrófono bien agarrado que tocaba la batería, hacía el payaso (con una gran nariz roja), imitaba a D'Artagnan, sacaba los dientes en plan Drácula o se ajustaba un alzacuellos, al estilo de su añorado Álex Angulo en 'El día de la bestia', una de sus película favoritas. Fue precisamente el personaje del cura Angel Berriatua, en el film de Álex de la Iglesia, el que despertó su «fascinación» por el cine. Junto a los colegas de la cuadrilla, sacó a pasear su perfil más 'culebrón' al meterse en la piel de los actores de 'Pasión de gavilanes'.
«Mis padres y yo nos disfrazábamos todos los días en casa, incluso en junio o julio»
Lander Otaola
Zarambolas
Otaola, en realidad, se multiplicaba y podía echar mano de todo lo que quisiera por la afición de sus padres a comprar cientos de disfraces. Debajo del domicilio de sus aitas, en la calle Labayru, trabajaban «las dos tiendas de disfraces más grandes» de Bilbao: Festival y Carnaval. «En el salón de casa había un 'baúl mágico' con el que alucinaba. Allí almacenaban de todo... muchísimas gafas de colores. Mis padres y yo nos disfrazábamos todos los días del año, aunque fuera junio o julio. Nos daba lo mismo», relata.
Por la cargada agenda profesional de ambos -Ylenia forma parte del elenco del musical 'Mamma Mia', que arrasa en Madrid-, los dos llevan diez años sin sumarse al Carnaval. «No hemos tenido oportunidad», se lamentan, pero esperan resarcirse esta vez con una indumentaria de la que no avanzan, por razones de confidencialidad, ninguna pista para sorprender al público. «Va a flipar todo Bilbao porque será espectacular», promete Baglietto. El disfraz de Lander homenajeará al «personaje más goloso» de la historia del cine.
Los dos disfrutan de estas fiestas. «El Carnaval nos revela que la vida es efímera y que hay que disfrutar. ¿Para qué hemos venido al mundo si no es para divertirnos y querernos los unos a los otros? Vivimos como si fuésemos eternos, pero aquí estamos muy poco tiempo», advierte el protagonista de 'El Pichichi'. «Los carnavales son una fiesta que deberíamos practicar cada día al levantarnos de la cama, sin necesidad de ponernos un traje, sino simplemente riendo y disfrutando. Es, en definitiva, una forma de vivir», apostilla su compañera.
Farolín y Zarambolas rivalizan, entre risas, por obtener «el mejor titular» de este reportaje mientras posan a la entrada de la tienda de disfraces de la calle Bidebarrieta con todo tipo de poses y sombreros. «Los carnavales alargan la infancia. Somos niños eternos, pequeños por dentro, pero con la carcasa cada vez más vieja», coinciden.
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