¿Para qué carajo aplaudíais?
Algunos no son conscientes de que el peligro no ha pasado ni de que la situación económica y social es terrible
Durante dos cursos tuve la enorme fortuna de ejercer como docente colaborador en la Escuela Universitaria de Enfermería de Álava. Esa experiencia me permitió conocer ... de primera mano la ilusión, el esfuerzo y, sobre todo, la sincera vocación con la que muchos y muchas jóvenes afrontaban sus estudios y su posterior trabajo en el ámbito de la sanidad. Todavía hoy en día, cuando debo acudir a un centro sanitario, me encuentro con ellos y ellas, me saludan, me recuerdan y me cuentan sus historias de vida. Y en estos tiempos de nueva normalidad, sus relatos son terribles, cuando no espeluznantes, pues el trabajo en condiciones extremas, el desconocimiento de los parámetros de comportamiento del virus, el miedo al contagio propio y de sus familias, el contacto diario con la muerte y el agotamiento físico han sido realidades que todavía hoy los profesionales de nuestra sanidad no han superado.
En más de una ocasión me han manifestado su desconcierto por el comportamiento de ciertos sectores de la población que, ajenos al más mínimo sentido de la prudencia, hacen caso omiso de las recomendaciones de las autoridades para portar mascarilla, agruparse poco más de una decena de familiares o amigos y mantener siempre la distancia de seguridad con otras personas. El ejemplo más palmario lo hemos vivido en Vitoria con algunas celebraciones altamente imprudentes realizadas tras el logro del título, ilusionante sin duda, por parte del Baskonia. No es el único, y tampoco debiéramos centrarnos en la aparente irresponsabilidad de los segmentos más jóvenes. Ejemplos hay muchos y la falta de sentido común afecta también a algunos de nuestros conciudadanos entraditos en años.
Precisamente por ello no dejo de pensar en las imágenes vividas durante los días más duros del confinamiento. Aquellas terribles jornadas en las que todos salíamos a las ventanas y balcones para demostrar -con nuestros aplausos, con carteles de agradecimiento y con mil versiones del célebre 'Resistiré'- nuestro reconocimiento y cariño a los sanitarios, que, como otros muchos profesionales, lo estaban dando todo por nosotros. Ahora, cuando veo a la gente sin mascarilla, juntita en la terraza de un bar o por la acera más estrecha; cuando constato que la chavalería se junta y achucha en parques, jardines y paseos o que los chiquiteros de siempre no olvidan los vinos, pero sí la mascarilla además del metro y medio de distancia… no puedo menos de pensar en esos abnegados enfermeros y enfermeras, y con ellos en médicos, auxiliares, celadores, etcétera.
Poca solidaridad demuestran para con todos ellos quienes hacen caso omiso de cualquier precaución (recuerden los más jóvenes que el último ingresado en la UCI de Txagorritxu no tiene noventa años sino tan sólo veintiocho) y se ríen a la cara de una posible multa, que también conseguirán no pagar con la argumentación, y lo dicen tan anchos, de que «los guardias no pueden multarme salvo por desobediencia». No son conscientes de que el peligro no ha pasado, ni de que la situación económica y social es terrible, ni de que otro brote del virus, con su consiguiente confinamiento, podría ser la puntilla para llevarnos a una situación de pobreza sanitaria, económica y social. Parece que estos especímenes sólo responden ante el castigo y no por responsabilidad cívica, esa que implica respeto y solidaridad grupal. Y es entonces cuando me dan ganas de preguntarles: Pero entonces, hace dos meses cuando salías al balcón… ¿Para quién carajo aplaudías? (añadan también, ¡gilipollas!).
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión