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El apagón eléctrico masivo que ha afectado a España ha obligado a bajar la persiana a numerosos establecimientos de hostelería de Bilbao. En La Ramona, ... pocos después de producirse la falta de suministro, ya advertían de que solo aguantarían «un ratito». «Si no vuelve la luz, agur. No podemos hacer nada. Ni limpiar ni cobrar. Chapamos y para casa. ¡Paguen solo en efectivo!», recordaba el camarero. En el gastro bar de La Oka rogaban a los clientes que dejaran de pedir más consumiciones. «No te puedo poner ese pintxo porque es caliente. Voy a cerrar. No voy a servir más. ¡Todo cerrado!», vociferaba el encargado al público poco antes de la una de la tarde.
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«No puedo servir café, no hay nada», lamentaban en el Valparaíso de la calle Colón de Larreátegui. En el Perita, el bar de gambas de la calle Diputación, andaban de mejor humor, aunque aseguraban que aguantarían «hasta que nos duren los hielos y los vinos fríos». En medio de un mar de conjeturas, Jimmy, el dueño del local, temía sobre todo por los carabineros, gambas, langostas y camarones expuestas en las estanterías.
A escasos metros, en el Amaren recordaban que tenían bastante reservas, pero recordaban que no podían dar servicio hasta que «volviese la luz. La gente con reservas están esperando un poquito pero no sabemos hasta cuándo podremos aguantar. Lo que no vamos a hacer es cerrar, eso seguro». En el Barrabás, casi a oscuras, insistían en que harían lo que pudiesen, pero poco más. «Solo podemos ofrecer los pintxos que tenemos producidos. Las cámaras donde tenemos los alimentos pueden aguantar hasta 24 horas». Los camareros del Abando tampoco las tenían consigo, pero «mientras se pueda, aguantaremos. La cerveza todavía sale fría», decían.
En la coctelería Bar Basque de Astarloa, la camarera decía que siempre cuenta con bolsas de hielo de sobra para imprevistos. Y ayer no pudo ser más oportuna. Los precios me los sé de memoria pero a ver cómo cobro porque sin datáfono...». La terraza del Zurekein quedó despoblada pasada la una y cuarto. «Ya no servimos. No podemos cobrar ni dar cafés porque las cafeteras son eléctricas» También El Globo bajó la persiana. Mientras, en el De Santa Rosalía, la poca gente que quedaba en el exterior seguía consumiendo rosados y blancos.
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