Adiós a Guillermo, el limpiacristales más querido

Uno de ellos es Jose, de la zapatería Foxter. Se mostraba triste y también enfadado. «He leído que dicen que trabajaba en La Parada en una subcontrata, pero es mentira. Era autónomo, él se lo guisaba y él se lo comía. Me duele que utilicen su muerte». Jose recuerda ante todo a una persona alegre, divertida, que se llevaba bien con todo el mundo. «Nunca tuvo un roce con los otros trabajadores de la zona». También a un gran forofo del Athletic, una pasión que compartían. Guillermo era el presidente de la Peña Trauko, fundada por él y situada en el barrio de Uribarri donde vivía. «En una de las finales nos metimos en la fuente de la plaza Jado y pusimos banderas del Athletic a los leones», rememora Jose con una leve sonrisa que no puede ocultar su pesar.

A escasos metros se encuentra la cafetería Valparaíso. Sus dueños, los hermanos Lucía, Iñaki y Jon, también tenían una relación especial con Guillermo. «Nos sentábamos juntos en el viejo San Mamés, aunque nos separamos con el nuevo campo. En la última final organizó un autobús para ir a Sevilla, no porque tuviera ninguna necesidad, simplemente por ayudar a otras personas. Mi hijo fue y Guillermo le cuidó durante todo el día. Él era así».

«Esperas ver su moto aparcada en la esquina, pero ya no estará». Javi, del bar La Oka, era otro buen amigo de Guillermo. Desde su establecimiento le veía cada día montado en su motocicleta junto a sus instrumentos de limpieza, dispuesto a hacer su labor. En esto también coinciden todos, Guillermo era un trabajador infatigable. No se preocupaba de que le tocaba o lo que no, veía algo y lo hacía. Granizase o lloviese, fuera sábado o domingo, si le necesitabas estaba ahí. «Yo tengo miedo a las alturas y él me cambiaba las bombillas del techo», recuerda Javi. «Hace unos días celebramos el cumpleaños de mi mujer y ahí estaba él. No puedo. Estoy sin palabras». En el restaurante Abando el sentimiento es el mismo. «No quiero hablar mucho porque sigo muy afectado. Simplemente señalar que era una persona noble, de palabra, de las que ya no quedan. Le podías dar las llaves del local. Cualquiera que te diga algo malo sobre él miente» señala Carlos, su propietario.

En su barrio, Uribarri, también se puede apreciar la tristeza que embarga a aquellos que le conocían. Dani, del bar Miño, era compañero de la peña. «Era una bellísima persona y un apasionado del deporte. No solo del fútbol, también del ciclismo». Javi, del bar Trauko, se mostraba resignado. «Trabajó muy duro toda su vida pero tuvo mala suerte. Hace unos años ya había sufrido un accidente, se cayó y se rompió las piernas y tuvo que estar en silla de ruedas. Nos conocíamos desde hace 46 años y solíamos bromear comparando quien trabajaba más de los dos».

Hoy, a las 19.00 horas se celebra la Misa Memorial en la iglesia parroquial Santa María de Uribarri, donde sus familiares y amigos podrán despedir y recordar a un hombre bueno, un trabajador honrado y un amigo fiel.