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Será cosa mía, pero al ver a un montón de gente atravesando un túnel a pie pienso que ha pasado algo malo, algo relacionado con el apocalipsis zombi. De ese modo, los del túnel son un grupo de supervivientes que intenta aprovechar las horas de luz para avanzar en busca de un lugar seguro y quizá también de otros grupos que hayan resistido a la pandemia. En cuanto anochezca, los muertos vivientes acecharán sus campamentos precarios, ululando, con ganas de cenar cerebro... Así que imagínense el susto al ver ayer a toda esa gente caminando por un túnel. «Ay, madre», me dije. Y comencé a buscar ajos, estacas, el 'Detente, bala' del abuelo, cualquier cosa que sirva en el combate sobrenatural. Debía llegar al túnel. Unirme a los fugitivos. Fue al fijarme más y reconocer entre ellos a Unai Rementeria cuando comencé a pensar con frialdad. Es mucha casualidad que, habiendo 1.135.847 vizcaínos, sobreviva justo el diputado general.

A partir de ahí, lo entendí mejor. No se trataba del apocalipsis zombi, sino de la inauguración de los túneles de Urdinbide. Una inauguración oficiosa, más bien una última visita, a la espera de que hoy a primera hora comiencen a circular los coches por allí. Unai Rementeria recorrió el trazado entre Amorebieta y Muxika acompañado de los alcaldes de la zona y de algunos alumnos de la Escuela de Ingenieros. Los segundos pudieron admirar un obrón; los primeros, estrenar una infraestructura llamada a mejorar la accesibilidad en el entorno y, sobre todo, asegurarse de que las curvas del alto de Autzagane pasan definitivamente a la historia. Acumulan esas curvas un prestigio funesto. Son uno de los puntos negros históricos de las carreteras vizcaínas.

Las obras de los túneles de Urdinbide han durado cinco años, aunque su inicio se retrasó algunos más, y han costado setenta millones. Unai Rementeria resaltó ayer el «reto técnico y medioambiental». Quizá recuerden que en 2015, con las obras mediadas, se detectó un acuífero que echó para atrás a las constructoras que iniciaron el proyecto y obligó a la Diputación a realizar otra adjudicación. Nadie recordará los problemas hoy, cuando los túneles entren en funcionamiento. Y mucho menos cuando las bicis y los paseantes hagan suyo el bidegorri en el que se transformará la vieja y sinuosa carretera. Y sin rastro de zombis. Todo muy bien.

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