Borrar
Mikel Lorente posa en el exterior del refugio de Llauset, con un paisaje invernal. Mikel Lorente

A casi 2.500 metros de altura y -20 grados: así eran los duros inviernos en el refugio del guarda bilbaíno fallecido en el Pirineo aragonés

Mikel Lorente perdió la vida este martes tras despeñarse camino a la cumbre del Pico Rusell Oriental

Mikel Madinabeitia y Gabriel Cuesta

Miércoles, 5 de marzo 2025

El bilbaíno Mikel Lorente había encontrado una vida entre a 2.425 metros de altura en Cap de Llauset, en el Pirineo aragonés. Allí, en ese refugio que compartía junto a dos socios, un chico murciano y otro checo, veía pasar los gélidos inviernos y los verdes veranos hasta que el martes la montaña lo engulló. El guarda, casado y con un hijo, perdió la vida tras sufrir una caída desde unos 300 metros de altura mientras buscaba hacer cumbre en el Pico Rusell Oriental, en el Parque Natural Posets-Maladeta, en el término municipal oscense de Montanuy. Su trágica muerte sucedió no muy lejos del pico Aneto y la localidad de Benasque, muy frecuentados por los vascos amantes de la naturaleza.

Nacido en Bilbao en 1986, era uno de los tres guardas del establecimiento por donde pasan muchos montañeros en verano y también esquiadores en invierno. Lorente, cuyo cuerpo ha sido trasladado en aeronave hasta la helisuperficie de Benasque y posteriormente al Instituto de Medicina Legal de Huesca, tenía una organización muy específica para trabajar en el refugio desde octubre a junio. Realizaban turnos de 15-20 días en solitario en los meses más fríos para luego estar los tres juntos en el periodo estival, cuando incluso reforzaban la plantilla con cocineros para alimentar a los hambrientos montañeros.

Este guarda bilbaíno comenzó a llevar este modo de vida en 2007. Primero, conoció los secretos del oficio en el refugio catalán de Colomers. Allí permaneció una década para después desplazarse a Llauset, donde ha sufrido el trágico accidente que ha acabada con su vida. El refugio se es el de mayor altitud de este lado de la cordillera pirenaica, ya que hay uno en la vertiente francesa a más de 2.600 metros. Allí llegó a participar en operaciones de rescate. En abril de 2024, salvó a dos montañeros vascos en una noche de ventisca.

El guarda vasco toma una infusión en Llauset, donde hace frío, aunque menos que en el exterior. Mikel Lorente

En ese recóndito rincón ha superado duros inviernos. El primer gran temporal del invierno de 2024, hace poco más de un año, contaba a este periódico cómo afrontaba la adversidad meteorológico y compaginaba los largos periodos en las alturas con su vida familiar. Confesaba que había que «trabajar la separación» con su mujer y su hijo, de 11 años. Ellos viven en el valle y estaban ya acostumbrados en cierta manera a la distancia.

Localización del refugio Cap de Llauset

Vielha

Zona ampliada

Benasque

Pico

Aneto

(3.404 M)

REFUGIO CAP

DE LLAUSET

Embalse de

Llauset

1 km

Localización del refugio Cap de Llauset

Vielha

Zona ampliada

Benasque

Pico

Aneto

(3.404 M)

Pico

Vallibierna

(3.067 M)

REFUGIO CAP

DE LLAUSET

Embalse de

Llauset

1 km

Localización del refugio Cap de Llauset

Vielha

Zona ampliada

Benasque

Pico

Aneto

(3.404 M)

Pico

Vallibierna

(3.067 M)

REFUGIO CAP

DE LLAUSET

Embalse de

Llauset

1 km

Ahí las temperaturas se desploman hasta la friolera de -12 grados. «No es la mínima que hemos tenido, porque el año pasado tuvimos -16 grados y hace dos, -18 en pleno mes de abril. Pero lo peor no es eso. Es más duro el frío persistente, cuando la máxima no pasa de los -8 grados. Además, últimamente tenemos muchos patrones de norte con fuerte ventisca», describía. Día tras día, se enfrentaba a ese crudo clima hasta durante más de dos semanas consecutivas. Solo hay nieve y silencio. «Hay que saber llevar bien la soledad, porque si no... Mis únicos compañeros son los zorros, la perdiz nival y algún armiño», reconocía.

La nieve ahí llega a alcanzar el metro de espesor por la ventisquera. Las mediciones era una tarea rutinaria que realizaba un par de veces al día y que enviaba a Aemet desde la estación meteorológica situada en las cercanías del refugio, cuyo aforo es de 86 plazas. «Me levanto sobre las siete de la mañana y me acuesto pronto, antes de las nueve de la noche. Cuando no hay clientes, dedicamos el tiempo a las tareas de mantenimiento del refugio. Hoy he ordenado el botiquín, arreglado bisagras y hecho un inventario», contaba sobre su día a día. Más allá de la conexión a internet vía satélite para poder comunicarse con sus seres queridos y socios, también tenía «libros, dos ordenadores, un Ipad y un disco duro con muchas películas». También comida de sobra, sobre todo carne y legumbres.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo A casi 2.500 metros de altura y -20 grados: así eran los duros inviernos en el refugio del guarda bilbaíno fallecido en el Pirineo aragonés