«Aquí el empollón no se lleva las collejas, es el guay»
Los 'Monólogos Científicos' reunen a cientos de alumnos de instituto en el Bizkaia Aretoa hasta el domingo. Química, biología, biotecnología y física explicada con humor y retórica para chavales. Ellos podrán participar en un concurso más tarde. El premio: visitar el acelerador de partículas del CERN, en Suiza
Eider Burgos
Sábado, 19 de marzo 2016, 01:48
Si se les pregunta a los alumnos de Secundaria, no muchos le dirán que le ven la gracia a las Matemáticas. Tampoco la Ingeniería tiene ... pinta de chiste, qué decir de las lecciones de Física y Química. O al menos, hasta que se las cuentan con un monólogo. Vuelva a preguntarle, si no, a cualquiera de los chavales de 3º y 4º de la ESO que desde el lunes hasta este domingo han pasado y pasarán por la segunda edición de los 'Monólogos Científicos' que se celebra en el Bizkaia Aretoa de la Universidad del País Vasco. Bajo la batuta de cuatro miembros del grupo de comediantes Big Van, aprenden de Química, Biología, Biotecnología y Física, «se 'enmarronan' un poco» y se parten de risa. Además, los alumnos asistentes podrán participar más tarde en un concurso de monólogos a nivel nacional. Vale la pena intentarlo, el premio no es ninguna broma: una visita al mayor laboratorio del mundo, el acelerador de partículas del CERN, en Suiza. «Conseguimos que el empollón no sea el que se lleve las collejas, sino que sea el guay».
Oriol Miramon y Alberto Vivó son dos de los cuatro cómicos (y científicos) que ofician esta semana en Bilbao. El primero, químico y doctor en Biofísica, trata «la comunicación y la cooperación, esencial no solo en los seres humanos, sino también en los microorganismos; de la simbiosis entre ellos, de cómo cooperan hasta crear una célula más compleja, lo que nos ha ayudado a evolucionar». Alberto, por su parte, biotecnólogo con un máster en Nanotecnología, habla de «telecomunicaciones, de los principios de transmisión de datos con los teléfonos móviles y el código binario». «Esta es la base, luego hacemos el mono», bromea Oriol.
¿Y dónde está la gracia? Para un chaval de entre 14 y 16 años, en la relación de todo esto y su mundo. YouTube, la música, la televisión, las nuevas tecnologías «Hay un montón, todo para conectar con ellos. No queremos fomentar algunas de estas cosas, pero las utilizamos de vía». Para muestra un botón. De la simbiosis entre microorganismos, a esto:
«Y entonces sacamos a voluntarios para hablar del Homo Habilis y que hagan fuego con dos palos. Los chavales no se cortan mucho», señala Oriol. ¿Y lo del código binario y la transmisión de datos? Pues queda algo así:
«Se ríen mucho, sobre todo en cuanto dices 'perreo'», explica Alberto. Ellos se conocieron en 2013, en las finales del concurso de monólogos científicos Fame Lab, que este año cumplirá su cuarta edición. Formaron entonces una banda que ya va por veinte personas, entre los que se encuentran especialistas en todas las ramas científicas («hasta ingenieros, les dejamos venir con nosotros», bromean) y escénicas (payasos, cuentacuentos, editores de vídeo). Durante un mes rodarán por todo el país con la Fundación Telefónica y FECYT (la Federación Española para la Ciencia y la Tecnología) llevando esta mezcla de humor y ciencia que funciona tan bien «tanto en estudiantes como en el público en general». «No solo te diviertes, sino que sales sabiendo algo más. Y esa es nuestra labor principal, divulgar», explica Oriol.
Este año es el primero que pisan Bilbao, ahora que se han hermanado con la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco, y hace dos semanas estuvieron en San Sebastián. De paso, se abre el plazo para que los alumnos presenten sus monólogos para un concurso a nivel nacional con final en Madrid el 5 de mayo y la posibilidad de visitar el CERN como objetivo.
-¿Quiénes se animan más?
Alberto: La verdad es que a nivel geográfico es un poco desigual. El año pasado, los malagueños fueron los que más participaron. En Cádiz tuvimos muy buena acogida pero no se presentaron tantos. Nos sorprendió Barcelona, que casi no participó.
-¿Y aquí en el norte?
Oriol: Aquí en el norte es duro (risas). Pero tanto aquí como en San Sebastián los chicos han sido muy majos, a ver si se animan.
La labor divulgativa no se queda en el monólogo. Al finalizar el espectáculo realizan una ronda de preguntas y claro, los adolescentes, adolescentes son: «Está el que te pregunta frikadas como si prefieres 'Star Wars' a 'Star Trek', si odiamos a Telecinco -les damos mucha caña- o ese que me dijo una vez que la mecánica relativista no podía explicar correctamente ciertos fenómenos que ocurren en agujeros negros. ¡Era un catedrático de universidad disfrazado de niño de 13 años!», exclama Oriol. «En realidad, es probable que lo leyese la noche anterior y dijera: '¡Ya está, con esto les pillo!'», contesta Alberto. También los hay 'graciosillos', como el que preguntó qué pasaba si metía un huevo en el microondas («le explicamos que se coagulaba, explotaba ¡y que se pillaba el otro con la puerta!») o los que se interesan por la actualidad, como con el ébola, el zika, la sonda Philae o la carne roja y el cáncer -«¡pequeños regalitos que te da la comunidad internacional!»-. También ofrecen la posibilidad de saciar curiosidades a través de las redes sociales con el hashtag #LocosXCiencia, para aquellos que llegan a casa y siguen dándole vueltas: «Queremos despertar vocaciones científicas, así que debemos generarles esa curiosidad, hacerles sentir escuchados y que sigan buscando por su cuenta».
¿Y qué hay de los profesores?
Porque, por lo general, los chavales no están muy interesados en ciencia. «A mayor desarrollo de un país, menos interés en la juventud por la ciencia: quieren un trabajo de poco esfuerzo y mucha remuneración, y eso la ciencia no lo da», lamenta Oriol. Es por eso que no solo tratan de extraer el lado atrativo a la ciencia y que su trabajo no se limite al teatro. Los chicos de Big Van imparten talleres por las tardes a todos esos profesores que se han quedado con el gusanillo de trasladar a las clases la chispa del teatro (también ofrecen un 'Kit del docente' online), aunque por el momento «solo se anima un tercio de los que asisten». «Lo entendemos, es difícil aplicarlo en un sistema de estudios tan rígido como el nuestro, pero es muy útil dramatizar algunos conceptos o aplicarlos con humor, aunque no hagas un monólogo cada día», señala Alberto. A los que se apuntan les cuesta, pero «acaban saliendo cosas increíbles». «Les avisamos de que no vienen a una charla. Ponen cara de susto, pero luego entran y acaban por querer aplicarlo en las reuniones de trabajo. Los 'profes' son unos cracks, solo les falta ser conscientes de que tienen estas herramientas».
Ellos, los profesores, serán los que tutoricen a los chavales a lo largo del concurso de monólogos con la ayuda de los vídeos que Big Van cuelga en la web oficial. Que al final, el premio también será para ellos: si su pupilo consigue ser uno de los seis finalistas, le acompañarán a Suiza. Aquí, en Bilbao, recibieron a un entusiasta: «Nos llegó un e-mail que de por sí era un chiste. 'Hola, soy un profesor de Bilbao y quiero presentar 127 vídeos'. ¡127! Todos sus alumnos de 3º y 4º. Él es de Lengua y quiere presentarlos junto al de Ciencias, hacer una semifinal por clases y que los ganadores se envíen al concurso. A la hora de preparar el monólogo no tiene que ver solo con la ciencia, sino con muchas actividades transversales: crear contenido, organizarlo, hablar en público ¡En una entrevista de trabajo, esos chavales se los comerán!».
Del material recibido, «unos monólogos eran graciosos, otros no, pero contaban una historia súper bonita». La final es tan emocionante, que los institutos de algunos de los finalistas lo emitieron en directo desde sus centros. Y a los afortunados no les ha ido nada mal: desde un chico que ha creado su propio canal en YouTube sobre ciencia, a otra chica ya ha participado en las prestigiosas charlas TED a nivel junior. Ríete tú de los empollones.
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