Cuatro minutos eternos en Miribilla
El Surne Bilbao Basket se apagó en el tramo final de un partido que tuvo en sus manos y acabó en pesadilla en su debut europeo
Durante más de treinta minutos, Miribilla fue una fiesta. La afición sobreía, los tambores marcaban el pulso y los hombres de negro controlaban el partido a base de triples y con Hiliard como lider. Había aroma a continuidad, a equipo que quería revalidar el título, a una versión del Surne Bilbao Basket que buscaba hacer de Miribilla un fortín. Pero unos horribles últimos minutos provocaron que aquella noche no fuera tan feliz como parecía en un principio.
El encuentro comenzó con un aire de celebración. Antes del salto inicial, el público celebró el despliegue solemne de la lona que recordaba la conquista de la FIBA Europe Cup 2024-2025, y que a partir de ahora estará presente en el pabellón. La escena fue emotiva: Beñat Calvo, de apenas un año, y Jesús María Merino, de 87, el abonado más joven y el más veterano, pulsaron juntos el botón que reveló el banner de campeones. Una imagen simbólica que parecía anunciar el comienzo de una nueva aventura europea con el mismo espíritu.
Y durante gran parte del partido así fue. El Surne entró en calor con autoridad y un acierto exterior que obligó al Peristeri a remar a contracorriente. Los bilbaínos se fueron al descansocon una ventaja que hacía pensar en un estreno plácido. El triple seguía siendo su mejor aliado y la defensa asfixiaba.
Pero en este deporte las ventajas son espejismos cuando la concentración se diluye. El tercer cuarto trajo señales de alerta. El Peristeri, con más oficio que brillantez, comenzó a recortar diferencias, mientras el Surne perdía ritmo y claridad. Y entonces llegaron esos últimos minutos fatales. Cuatro minutos que parecieron una eternidad. El Surne Bilbao Basket dejó de anotar. Cada ataque era una montaña. Los tiros ya no entraban, los pases perdían precisión y el balón quemaba en las manos. La fluidez ofensiva que había caracterizado al equipo durante casi todo el encuentro se evaporó sin explicación.
Solo Darrun Hilliard, el más entonado de los locales, trató de sostener al equipo cuando las cosas empezaron a empeorar. Lideró, buscó soluciones, forzó tiros, pidió calma. Pero su esfuerzo fue insuficiente ante el colapso colectivo. La defensa cedió, la confianza se desvaneció y el equipo concedió un parcial de 0-12 que resultó defi intivo. Cuando Jaworski anotó un triple final para maquillar el resultado (81-84), ya era tarde.
El baloncesto tiene estas ironías: puedes ganar durante treinta y seis minutos y perder en cuatro. El Surne cayó víctima de sí mismo, de esa sensación engañosa de tener el trabajo hecho antes de tiempo. En Miribilla, el público despidió al equipo con una mezcla de decepción y aplauso resignado. Nadie duda del talento ni del compromiso pero en Europa los minutos finales valen oro. Lo que comenzó con el orgullo del campeón terminó con un baño de realidad.