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Solo pensar que podía haber un partido a la altura del bochorno de Girona (12 de enero) debería llamar a la reflexión y a la ... autocrítica a todos los miembros que conforman la plantilla del Baskonia. Solo dos meses después de la debacle que debía marcar un antes y un después y, que disimuló con resultados los problemas de juego vitorianos, llegó otro duelo capaz de sumergirse hasta el fondo de las páginas oscuras del club. La entidad le recordaba el pasado viernes al actual plantel que con ambición, buen trabajo, oficio y calidad se alcanzó una Final Four en Berlín. Los azulgranas volvieron al mismo escenario, ahora denominado Uber Arena, y decidieron irse sin haber acabado el partido.
Será problema de las expectativas. La visita al colista de la Euroliga, que apenas 24 horas antes cambiaba de entrenador, parecía la oportunidad ideal de enlazar al fin tres victorias consecutivas. Irse por debajo en el marcador al final del tercer cuarto tampoco parecía dramático. Si de algo sabe el equipo de Laso es de remontar. Aunque sea líder en ponerse palos en las ruedas. Lo que era impensable es el inicio del último periodo que los azulgranas ofrecieron a toda Europa. Seis pérdidas en cuatro minutos, una más de saque de fondo, una falta en ataque y apenas una canasta en el único tiro. Un rendimiento sonrojante que cómo decía ayer el capitán Tadas Sedekerskis en la entrevista con este periódico, «no es culpa ni del presidente ni del entrenador».
Tampoco parece atinar Laso, cuyo objetivo tras su fichaje por el Baskonia era que la afición se sintiera identificado con el equipo. Ayer fue el espejo del baskonismo cuando no quería mirar. Volvió a lucir entre desesperado y resignado. Con 80-69 (minuto, 32) llamó a sus jugadores. Masculló en silencio, apuntó que ni siquiera habían tirado a canasta y ordenó una jugada de ataque con toda la calma. Ni una palabra más alta que otra para una nómina de jugadores que no reaccionó.
Fueron nueve pérdidas en diez minutos finales, un sinfín de ataques inconexos, acciones sin sentido y canastas fáciles del Alba Berlín, que llegó a 97 puntos sin hacer un gran partido. No lo fue de nadie. Entre ambos equipos extraviaron 34 balones. Hay otro dato llamativo. El cómputo general de valoración favorece a los baskonistas. 107 a 102. Solo los 21 créditos de Rogkavopoulos parecen justificados.
Los azulgranas habían sobrevivido hasta la fecha con las actuaciones de Moneke, los triples, las ganas y el espíritu de Rogkavopoulos, las jugadas espontáneas de Cabarrot y Howard, los errores ajenos y este último factor del Buesa Arena hasta claudicar de forma estrepitosa en Berlín. Hasta con 35 tiros libres a favor por solo 8 del rival. Ya solo queda pelear por acabar entre los 14 primeros para al menos ingresar alrededor de 300.000 euros añadidos al precio fijo por participar. Los cuatro últimos no se llevan nada.
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