Pangos, inalterable ante la superioridad defensiva de Dragic y Diop rafa gutiérrez
Zenit de San Petersburgo - TD Systems Baskonia

La seguridad de un base genuino

Kevin Pangos encubre las consecuencias de pasar un año en blanco por una lesión para conducir sin volantazos la nave del Zenit de Xavi Pascual

iván benito

Miércoles, 17 de marzo 2021, 00:01

La imagen de Kevin Pangos bien podría servir de anuncio de la Dirección General de Tráfico. Sobrio e inalterable, ni siquiera Svetislav Pesic, que le acusó de no estar hecho del material con el que se hacen los barcos, puso en duda su capacidad de director de juego. «Cuando la gente cuestiona mi dureza y mis ganas de jugar, eso te mata», señaló recientemente en la web de la Euroliga. El canadiense se rompió un hueso del pie izquierdo a principios de la temporada pasada que le mantuvo alejado de las pistas más tiempo del esperado. El técnico serbio se cansó de esperar y le negó su confianza, por lo que el Barça decidió dejarle marchar antes de la llegada de Jasikevicius.

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Un pequeño ejercicio de imaginación sirve para idear la satisfección del lituano por reunirse con el base que llevaba las riendas del Zalgiris que alcanzó la Final Four de 2018. El caso Heurtel, quizás, nunca se hubiera llegado a producir. Pero la realidad caminó por otros derroteros, y ni en el conjunto blaugrana ni en el entorno del canadiense pueden quejarse. Pangos ha recobrado la sonrisa en San Petersburgo de la mano de Xavi Pascual, el principal valedor de un fichaje arriesgado después de un año con un bagaje de apenas tres partidos disputados. No se nota. Vuelve a ser el mismo que templaba los nervios en Kaunas.

Más fuerte de cabeza que de físico, el músculo lo ponen el resto de jugadores que le rodean. Su fisionomía no inspiraba confianza entre sus compañeros de instituto hasta que le vieron anotar 48 puntos en un partido. Nacido en Ontario y tras una breve incursión en el hockey sobre hielo, el deporte rey del país, encaminó su carrera hacia el baloncesto, el deporte al que se dedicaron sus progenitores. Su madre, con raíces neerlandesas, y su padre, eslovenas, fueron fundamentales en sus inicios, cuando enseguida se le colgó la etiqueta del 'nuevo Steve Nash'. Los vínculos eran visibles –«si el tiraba 500 veces al día, yo tenía que hacer lo mismo», pero son comparaciones del todo injustas.

Su talento llamó la atención de las mejores universidades de Estados Unidos. Se decantó por los Bulldogs de Gonzaga para reunirse con Kelly Olynyk, pívot de Miami Heat, cuyas familias formaban parte de la muy unida comunidad canadiense del baloncesto. En su segundo partido, anotó nueve triples para terminar con 33 puntos y graduarse con honores durante todo su ciclo universitario, tan destacado que hasta escribieron un libro (Can't Miss: The Kevin Pangos Story). Allí conoció a su mujer, una jugadora de fútbol con la que se casó y tiene una hija, y se llevó una multitud de amigos que todavía conserva. El más célebre, Domantas Sabonis, quien le recomendó irse a jugar a España tras no ser seleccionado en el Draft de 2015.

Salto improbable a la NBA

Su juego nunca se ha caracterizado por la exhibición individual y engordar las estadísticas, mientras su ritmo es antagonista al de la NBA. Se antoja complicado saltar el charco. La Euroliga disfruta del canadiense más joven en debutar con la selección absoluta, con apenas 18 años, a la que se mantiene muy ligado y le gusta acudir a las citas veraniegas.

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Un timonel sólido y cabal, con una brillante lectura de juego. Registra 12.9 puntos, 6.3 asistencias (tercero mejor) y un 40% en triples. Más cerebral que Henry, máximo asistente de la competición, pero con un ratio de pérdidas (3) idéntico a pesar de transmitir la sensación de no salirse nunca de su carril. Amante de la siesta y nieto de la inmigración, conserva familia en Eslovenia y cuenta con el pasaporte comunitario, siempre cotizado en la ACB. Queda libre este verano, aunque el Zenit hará un esfuerzo por retener al dueño de su juego y único base de garantías.

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