La prueba del pato
Si sus resultados llevan cuatro años siendo irregulares y sus jugadores también lo son habrá que aceptar que este Athletic es un equipo irregular
El primer tercio de la Liga viene a ser para los entrenadores lo que son para los presidentes de gobierno los primeros cien días de ... su mandato: el plazo mínimo para poder hacer, sin correr el riesgo de sacar conclusiones precipitadas, un primer balance de su gestión. En el caso del Athletic, el balance está tan claro que lo comparte ya casi la totalidad de su afición. Su equipo sigue donde estaba, en la zona gris del campeonato, es decir, donde lleva estando con leves oscilaciones desde hace cuatro años. Ni mejora ni empeora. Ni sube ni baja. Sencillamente, permanece.
No es extraño que los aficionados estén cansados de semejante inmovilidad y que cada vez les resulte más molesta. No poder hacerse ilusiones es un drama para cualquier equipo y en el Athletic ya se está viviendo esta situación. Los fiascos ante el Cádiz y el Levante han sido capitales en este sentido. Tras una buena racha de juego y resultados -dos victorias y dos empates- existía la esperanza de que los rojiblancos despegaran por fin de la mano de Marcelino. El técnico asturiano, de hecho, estaba convencido de ello, de que su trabajo ya había impregnado lo suficiente como para que el Athletic desterrara las inercias nocivas que le venían condenando en los últimos años. De ahí que el hombre tenga el disgusto que tiene y se le empiecen a resquebrajar algunas de sus convicciones más graníticas. «Si la mejoría no llega con unos lo tendremos que hacer con otros», aseguró tras el 0-0 en el Ciutat de Valencia. Habrá que ver si es verdad.
Marcelino quizá cambie de apuesta tras los dos últimos disgustos
Porque lo que ya no se puede discutir es que, con este bloque de jugadores fijos asumiendo partido tras partido la titularidad en el centro del campo y en todo el frente de ataque, el Athletic está condenado a alternar rachas buenas y malas hasta acabar en mitad de la tabla. Lo hemos visto tantas veces que es obligatorio aceptar de una vez esta realidad. Tenemos ejemplos inapelables. Todos recordamos la montaña rusa de la campaña pasada en la que el equipo no pudo ganar dos encuentros seguidos. Pero todavía fue más impresionante la anterior, la primera -y al final la única- que Gaizka Garitano dirigió completa al equipo.
Recordemos aquellos altibajos de vértigo porque retratan a esta plantilla con un realismo feroz. Primero se vivió un arranque magnífico de tres victorias y dos empates en las cinco primeras jornadas. Y de repente, sin una razón que lo explicara, una racha pésima de tres derrotas y dos empates. Tras ella, cuando los vendedores de malos presagios ya hacían brindis con sus monteras, como toreros apocalípticos, el Athletic encadenó cuatro victorias y una igualada. Los optimistas tomaron las plazas y sacaron las banderas a los balcones, sin poder imaginar que su equipo les depararía entonces una de las peores rachas de su historia: cinco empates y cinco derrotas.
En fin, que con este equipo debemos aplicar con toda contundencia la prueba del pato; ya saben, esa forma de razonamiento inductivo según la cual ante un conjunto de evidencias que apuntan a una conclusión altamente probable que coexiste con otras altamente improbables, lo razonable es aceptar la conclusión altamente probable. «Si grazna como un pato, camina como un pato y se comporta como un pato, entonces seguramente será un pato». Pues bien, apliquemos el cuento a la tropa de Marcelino. Si su fútbol es irregular, si sus jugadores son en su gran mayoría irregulares y sus resultados también lo son, entonces seguramente será un equipo irregular. Y sólo dejará de serlo, aunque sea a medio plazo, cuando cambie de jugadores. De lo contrario, seguiremos en las mismas.
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