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La falta de revoluciones después del parón navideño -un bajón en la habitual intensidad del equipo que ya se notó en la eliminatoria de Copa ... ante la UD Logroñés-, la ausencia de un Sancet insustituible, las ocasiones desperdiciadas en los momentos decisivos y también la mala suerte en acciones determinantes, como las de los dos goles anulados, condenaron anoche al Athletic frente al Barça en la semifinal de la Supercopa en Yeda.
No fue reconocible la tropa de Ernesto Valverde. Faltó ritmo, los futbolistas rojiblancos llegaron casi siempre tarde a los balones divididos, no apareció la chispa que había permitido firmar una racha increíble de quince partidos sin conocer la derrota entre Liga, Copa y competición europea. No les interesan encuentros así, con movimientos en cámara lenta, como si las imágenes llegaran con retardo desde alguna liga menor del continente americano. El Athletic se mueve mejor en escenarios trepidantes y con el cuchillo entre los dientes cuando presiona, sin dar un respiro al rival que tiene el balón para que se le nuble el pensamiento. Es su seña de identidad, la que le había permitido llegar a Arabia Saudí con la máxima ambición, la que le ha aupado a la cuarta plaza en la Liga y discutírsela a los clubes más poderososos, la que le ha elevado al liderato en el Viejo Continente, compartido con la Lazio.
Si ya de por sí el centro del campo del Barcelona tiene una calidad enorme, darle metros es una temeridad. Pedri los tuvo y se desenvolvió como pez en el agua, atrayendo a los rojiblancos con su caminar cansino y giros de ballet mientras Raphina, por la izquierda, y Lamine Yamal, en el otro costado, volaban por las bandas para hacer de las suyas una y otra vez. El primer tanto de los azulgrana nació de una acción del brasileño que no se hubiese producido con una contundencia defensiva mayor. Y el segundo surgió de una concatenación de errores de los rojiblancos en la salida del balón cuyo origen hay que buscarlo en un desgaste físico máximo.
Hay rotaciones constantes, sí, Valverde intenta que los suyos estén frescos, también, pero la acumulación de torneos en las piernas tiene ya efectos directos en el rendimiento colectivo en forma de lesiones, molestias y cansancio. Una contusión impidió a Nico Williams ser de la partida y salió treinta minutos como eventual revulsivo en la segunda parte; Ruiz de Galarreta, el principal faro del Athletic, no jugó porque arrastra molestias; Gorosabel, sustituto natural de Óscar de Marcos, tampoco. Y Oihan Sancet, un jugador insustituible en el esquema del técnico de Viandar de la Vera, está parado desde diciembre, cuando se hizo un esguince de tobillo en el último partido de 2024 frente a Osasuna en El Sadar.
Es imposible establecer una comparativa entre los dos compromisos de este 2025 porque la diferencia de calidad de los contrincantes, la UD Logroñés y el Barcelona, es sideral. Pero los primeros días del año nuevo sí han dibujado un equipo diferente. No por la entrega, intachable, sino porque el motor parece algo gripado, como si la gasolina no fluyera con limpieza. Sin esa aceleración 'made in Athletic' no hay paraíso. Los rojiblancos estuvieron en la antesala del infierno en la capital riojana, que evitaron en la tanda de penaltis. Y frente al conjunto de Flick sacaron la cabeza con cuentagotas para hacer daño, insuficiente en su afán por encontrar el oasis de la final en el desierto saudí.
Si en este contexto tan desfavorable se une además una pizca de mala suerte el resultado no tiene duda. Este equipo está tan convencido de lo que hace que hasta en los momentos más complicados es capaz de disparar fogonazos. Iñaki Williams tuvo varios y en momentos determinantes del partido. Pero los falló todos, y el que acertó fue anulado por un fuera de juego muy desafortunado. El parón navideño se le ha atragantado al Athletic.
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