Tres puntos, la mejor medicina para olvidar el mazazo copero

Por fin, este Athletic que en los últimos tiempos no hace sino establecer marcas negativas consiguió romper una racha especialmente nefasta. Y lo hizo gracias en parte a la extrema debilidad del rival pero, sobre todo, al ánimo reivindicativo de los hermanos Williams. El mayor abrió el marcador con una jugada marca de la casa y el pequeño sentenció el partido nada más salir del banquillo con un golazo, para recordar que el fútbol es así de caprichoso y que a veces entra la más difícil después de que las más fáciles se van a las nubes, como se había encargado, por cierto, de subrayar su hermano Iñaki unos minutos antes. Y menos mal que Nico volvió on fire porque, al fin a la postre, su gol abrió una ventaja que el Espanyol no pudo salvar a última hora tras la cantada del reaparecido Unai Simón.

No hay mejor medicina para sanar heridas como la del pasado martes como una victoria fuera de casa. Hubiera sido incluso mejor de evitar los apurillos a última hora por culpa de encajar un gol que nunca se debió producir, pero este Athletic parece condenado a sufrir y a hacer sufrir incluso por encima de las posibilidades de un rival absolutamente inofensivo que dejó clara la razón por la que está ocupando uno de los puestos de descenso.

El Athletic no lo ha pasado bien estos días y era imprescindible cerrar el capítulo de la Copa con un triunfo en la Liga para iniciar con tres puntos ese sprint de diez finales que esperan para alcanzar el objetivo señalado al comienzo de la temporada. Afortunadamente, los de Valverde saltaron al césped de Cornellá con la cabeza limpia y se encontraron con un rival ideal: un Espanyol de mudanza de entrenador, apretado por la clasificación y con un público que quiso ayudar pero perdió pronto la paciencia.

El Athletic hizo un trabajo limpio y eficaz. Controló siempre la situación y sacó el máximo partido a dos momentos inspirados de los hermanos Williams. También tuvo la imprescindible dosis de fortuna para que el VAR anulara el empate a un minuto del descanso. No hubiera sido justo, desde luego, pero ese gol encajado en el único remate a puerta que había sufrido Simón hasta entonces, actuó a modo de aviso para que los de Valverde se pusieran las pilas.

Si el primer tiempo había transcurrido mortecino y plano, la cosa se animó un tanto tras el descanso. Subió el ritmo y hubo algo más de ida y vuelta, aunque las idas del Athletic eran más profundas y peligrosas que las vueltas de un Espanyol que no consiguió volver a rematar a puerta hasta el minuto 87. Para entonces, el Athletic llevaba tiempo disfrutando por anticipado de los tres puntos.

Los rojiblancos han sufrido una semana de pasión que cierran con un triunfo que dice mucho de su fortaleza mental y de su capacidad de regeneración. Más allá de circunstancias personales, queda claro que este equipo mantiene un nivel competitivo que solo se altera en función de su acierto ante la portería contraria. El índice de eficacia que mostró en Cornellà no tiene nada que ver con el que exhibió el día de la Copa o en otras citas precedentes, y ya sabemos que la valoración del rendimiento del equipo está en demasiadas ocasiones sujeto a su puntería. Si hay algo que no se discute es que el gol es la única verdad de un juego en el que todo lo demás es relativo y por lo tanto, sujeto a interpretación. Con tres puntos en el bolsillo las cosas se ven de otra manera, aunque, en el fondo, sigan siendo las mismas.