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Ernesto Valverde podría resumir su análisis del partido como lo hizo en su día Brian Horton cuando dirigía al Oxford United: «Ha sido un partido de dos partes y hemos estado fatal en las dos». Punto. Pocas explicaciones más se pueden esperar de la desastrosa ... tarde que sufrió el Athletic en su segunda visita a Estambul esta temporada. Ni atacó ni defendió. Fue un equipo inerme ante un rival que echó el resto porque no se jugaba el pase a los octavos como el Athletic, sino la supervivencia y ante su público. La necesidad impulsó a los turcos hasta una goleada sin paliativos.
Decir que el Athletic jugó su peor partido de la temporada es quedarnos cortos. Los rojiblancos jugaron su peor partido casi hasta donde alcanza la memoria, al menos en esta tercera estancia de Valverde en su banquillo. Fue un equipo desconocido porque a lo largo de los noventa minutos fuimos incapaces de reconocer en aquel grupo que deambulaba sin norte al equipo aguerrido y convencido de su fortaleza que nos habíamos acostumbrado a ver durante muchos meses.
Nadie está a salvo de un tropiezo a lo largo de una temporada y esta vez le tocó al Athletic. Entre la obligada rotación y la necesidad de un rival que cuenta con futbolistas más que apreciables, el partido se desequilibró hasta desembocar en una goleada inapelable. Si el primer tiempo ya había sido malo, la segunda parte fue simple y llanamente un desastre.
Concurrieron todas las circunstancias que suelen aparecer en estos casos, que volvieron a poner en vigencia la tercera ley de Murphy, esa que dice que todo lo que puede ir mal, irá mal. La lesión de Ruiz de Galarreta, que duró solo seis minutos en el campo tras sustituir a un Prados desbordado, o el penalti pitado en diferido en el último minuto del partido a Serrano, solo suelen ocurrir en tardes como ésta.
Pedía intensidad Valverde antes del partido para contrarrestar la más que previsible presión de la caldera turca. Los jugadores atendieron su petición aproximadamente durante cinco minutos, los primeros, cuando un Besiktas que estrenaba entrenador era todavía un mar de dudas y desconfiaba hasta de su sombra. Los turcos no tardaron en darse cuenta de que no tenían enfrente al rival temible que les habían anunciado y, poco a poco se fueron haciendo con las riendas del partido a base de ser agresivos en la presión, correr tanto o más que el rival y ganar duelos.
Como el Fenerbahçe, al que el Athletic derrotó con solvencia hace un mes, el Besiktas también cuenta en sus filas con alguna vieja gloria como Ciro Immobile, que todavía tiene fútbol para rendir en una Liga menor, o Rafa Silva, que conoció sus mejores tiempos en el Benfica y ahora luce su buena técnica en Estambul. Y suma además futbolistas como el kosovar Rashica, que alcanzó su techo en el Werder Bremen y el Norwich City y ayer pareció la reencarnación de George Best.
Ellos fabricaron el primer gol con una jugada hilvanada de izquierda a derecha, taconazo letal incluido para descolocar a toda la defensa del Athletic. Rashica culminó una acción de calidad que tranquilizó a su equipo y le convenció de que el león no era tan fiero como lo pintaban. También el Athletic marcó su gol en el primer remate a puerta.
En otras circunstancias, el empate al filo del cronómetro hubiera dado alas al Athletic. Ocurrió exactamente lo contrario: los turcos regresaron del vestuario dispuestos a comerse el mundo y el no opuso resistencia. Julen salvó dos goles cantados en los primeros cinco minutos. Después Núñez obró el milagro de sacar un balón prácticamente de la raya.
El desastre se cernía sobre el Athletic y como nadie hizo nada por evitarlo, terminó consumándose ante la mirada incrédula de propios y extraños que no recordaban la última vez que habían visto a un equipo tan vulnerable. Una tarde tonta la tiene cualquiera. Esperemos que haya sido la última.
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