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Aveces marcar un gol puede acabar siendo contraproducente. Parece un contrasentido, pero en el fútbol todo es posible, incluso que el gol que te pone ... por delante en el marcador acabe provocando tu derrota. Algo de eso le pasó anoche al Athletic en Roma en un partido en el que se cumplió ese aforismo que dice que las desgracias nunca vienen solas. La lesión de Vivián en los primeros compases no fue un buen augurio a pesar de que Paredes cumplió con creces sustituyéndole.
Mucho más tarde, cuando tan solo restaban cinco minutos para el final, llegó la segunda amarilla de Yeray, en una jugada en la que pecó de inocencia ante un Shomurudov que disfrutó de la bula de un colegiado que completó un arbitraje sibilino, de esos que, así como sin querer, te acaban minando la moral. Que Maroan se llevara una tarjeta y Mancini se fuera de rositas define la actuación de un suizo que no fue nada neutral. A lo mejor, si hubiera estado igual de suelto con las tarjetas con los dos equipos, otro gallo hubiera podido cantar.
Decíamos que a veces los goles a favor los carga el diablo. En el Olímpico fue marcar Iñaki Williams y desatarse la tormenta que acabó llevándose por delante a un Athletic que se fue haciendo pequeño a medida que corría el reloj de manera incomprensible.
No les hubiera ido mal a los de Valverde si el partido hubiera continuado hasta el final con el guion con el que transcurrió hasta el descanso. Apenas pasó nada en los primeros cuarenta y cinco minutos, más allá de un trallazo al larguero de Dybala y un resbalón de Dovbyk cuando se disponía a fusilar a Julen. Fueron dos chispazos en medio de la oscuridad general que servían para recordar el nivel del rival, aunque el Athletic también tuvo un par de aproximaciones con final manifiestamente mejorable.
Le iba bien al Athletic con el partido sumido en un mar de precauciones por parte de una Roma fiel al estilo de su entrenador. Era una Roma reservona, que se movía con pies de plomo y una paciencia que a los de Valverde les hubiera venido muy bien en el tramo final del partido. Los locales lo fiaban todo a los balones largos sobre el gigantón Dovbyk y a la inspiración de un Dybala que hacía daño por la derecha, porque, además por allí entraba a secundarle un Rensch que dividía a la defensa rojiblanca con sus incorporaciones.
Para el espectador neutral el partido estaba siendo un muermo, con dos equipos que aplicaban toda su intensidad en anular al rival. La presión de unos y el orden de los otros daba una suma cero que le iba estupendamente al Athletic pensando en un marcador para el partido de vuelta.
Como buen equipo italiano, la Roma jugaba prácticamente a buscar el uno a cero, esa distancia mínima que los transalpinos tan bien saben convertir en una barrera insuperable. Pero llegó el gol de Iñaki Williams a los cuatro minutos de la segunda parte que, lejos de inclinar el partido a favor del Athletic, desató una reacción furiosa de los locales. Fue marcar el Athletic y sucederse las ocasiones ante la portería de Julen. Baldanzi tiró a las nubes cuando lo fácil era embocar, Pisili hizo lo mismo desde más lejos y a la tercera fue la vencida para que Angeliño marcara en una jugada que se inició con una pérdida en el centro del campo y continuó con una defensa que no supo cortar un balón que recorrió el área de lado a lado. Todo esto en cinco minutos de furia que cambiaron la cara del partido definitivamente.
Porque a partir del empate, el Athletic se fue empequeñeciendo incomprensiblemente ante una Roma que por momentos incluso pareció más tentada de volver a su discurso cauto de la primera parte que con ganas de soltarse la melena. Pero las facilidades de un Athletic que empeoró con los cambios abrieron las puertas a un rival que, por el contrario, mejoró a medida que salía gente de refresco.
Al Athletic le faltó oficio y le sobró mala suerte para amarrar un empate que tuvo en la mano hasta la última jugada. Son de sobra conocidas, por desgracia, las depresiones que le entran a este equipo cuando se queda con uno menos. Ayer tenía que aguantar apenas diez minutos, pero tampoco lo consiguió. Toca apelar a la heroica en San Mamés para sacar adelante una eliminatoria que, cuando mejor se encaminó, peor se puso.
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