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Al Athletic le dio por ponerse en modo autodestrucción. Los de Valverde recordaron por momentos a aquellas sectas que se suicidaban en plan cuadrilla para ... ganarse un billete de ida a Ganimedes. Osasuna, que decidió encarar el partido en modo equipo pequeño, aceptó con tanto regocijo como asombro la sucesión de regalos de un rival que se inmoló con un empeño digno de mejor causa. Los navarros supieron jugar con la ansiedad del Athletic y le superaron en fortaleza mental. Jugaron el partido que quisieron, o no jugaron ni dejaron jugar, sobre todo a partir del tercer gol. El Athletic lo puso todo: el poco fútbol que se vio a ratos, las ocasiones, la intensidad y la ambición por ganar. Pero también los errores y estos, a la postre, pesaron más que los aciertos. Cuando parecía que, una vez más, los rojiblancos se iban a llevar un partido por la tremenda, llegó el último jarro de agua fría en una noche que dejó helada la catedral.
El campeón de Copa se va a las primeras de cambio tras sufrir una de las noches más negras que se le recuerdan en muchísimo tiempo. Falló en las dos áreas, pero falló con avaricia, como no está en los escritos, en plan coral, en defensa y en ataque. Y a pesar de todo, su derrota fue tremendamente injusta; lo hizo todo para ganar pero, lamentablemente, también lo hizo todo para perder ante un rival menor que salió al partido como si estuviera buscando los penaltis y se limitó a recoger todos los regalos que se encontró en el camino, que fueron muchos y variados.
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Javier Ortiz de Lazcano
Javier Ortiz de Lazcano
No se trata de personalizar ni de poner caras al fracaso, entre otras cosas porque nos saldría un retrato de familia numerosa. Una sencilla enumeración nos llevaría hasta Paredes, en su partido más terrorífico, que empezó comiéndose un balón sencillo en el centro del campo y acabó provocando un penalti con una cesión criminal al portero. En medio, toda una sucesión de indecisiones y errores de colocación, como el del primer gol, acabaron comprometiendo a todo el sistema defensivo del Athletic, que tembló las pocas veces Osasuna atravesó la medular con el balón controlado. Que Valverde lo dejara en la caseta en el descanso ahorra más explicaciones.
Claro que si Paredes puso de los nervios a sus compañeros, Julen remachó el último clavo del ataúd con el incomprensible error que costó el tercer gol cuando el equipo estaba lanzado a por la victoria y desperdiciaba ocasión tras ocasión.
Porque los errores abundaron en las dos áreas. Fallaron defensas y portero, pero qué decir del remate al aire de Guruzeta solo en el área pequeña o el cabezazo arriba de Yuri en la salida de un córner con todo a favor, o los dos remates que se le fueron desviados a Jauregizar, autor del sensacional pase a De Marcos que valió el gol del empate, y el más destacado del equipo por su brega en la recuperación y su acierto en la distribución.
Se hace difícil explicar lo que ocurrió anoche en San Mamés porque es difícil entenderlo. El Athletic fue víctima de sus errores, provocados por una ansiedad incomprensible. El equipo de Valverde fue víctima de sus prisas, de su exceso de responsabilidad y lo fue dos veces, cuando en un abrir y cerrar de ojos encajó dos goles prácticamente de la nada y cuando, después de equilibrar el marcador, que era lo más difícil y urgente, quiso ganar el partido por la vía rápida, ante un rival que se hundía a ojos vista. No acertaron los de Valverde a hacer el tercero, no por falta de ocasiones, y volvieron a pegarse otro tiro en el pie cuando tal posibilidad no se pasaba ni por la imaginación del más pesimista.
Enero, que ya venía torcido con el espectáculo que dio el equipo en Logroño y la derrota ante el Barcelona, se ha terminado de complicar con una eliminación prematura que cambia toda la percepción del calendario. Hasta hace un par de semanas la mayor preocupación del Athletic era la saturación de partidos en cuatro competiciones. En un abrir y cerrar de ojos, el asunto ya se ha reducido a la mitad. Habrá que resetear ilusiones y ambiciones.
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