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Nadie está a salvo de un accidente en el fútbol, ni siquiera un veterano curtido en mil batallas como Hummels que primero cometió un error ... de principiante y a continuación metió la pata hasta el corvejón de un Maroan listo para detectar el fallo y rápido para tratar de aprovecharlo. La expulsión del central alemán, a quien Ranieri recurrió para liderar lo que se suponía un partido defensivo de su equipo, descerrajó el partido y le puso en bandeja la eliminatoria a un Athletic que, de golpe y porrazo, se veía con uno más en el campo y ochenta larguísimos minutos por delante para dar la vuelta a la exigua desventaja que se trajo del Olímpico.
Como no podía ser de otra forma, los de Ranieri se alinearon enseguida en la formación de la tortuga, como sus tatarabuelos legionarios cuando andaban por las Galias. Ni siquiera les hizo falta hacer algún cambio del tipo de quitar a un delantero para meter un defensa, lo clásico en estos casos. Como si les hubiera saltado un automatismo, se limitaron a modificar el dibujo para fortificar el área con una empalizada que obligaba al Athletic a mover el balón de lado a lado, como si se tratara de un partido de balonmano, sin encontrar casi nunca el resquicio hacia la portería. Los inventores del catenaccio llevan el trabajo defensivo en el ADN.
Estamos en los idus de marzo, pero nadie le debió prevenir del peligro a Ranieri como el adivino hizo con Julio César. También al veterano Claudio se le torcieron las cosas con crueldad. Nadie está a salvo del accidente en el fútbol, y la oportunidad de la revancha espera en cualquier recodo del camino. Tuvo su punto de justicia poética que Nico abriera la lata en la última jugada del primer tiempo, como si el destino quisiera compensar al Athletic por aquel maldito gol en el último suspiro en el Olímpico.
Ese gol de Nico que empataba la eliminatoria se pudo traducir por la frase que leían los condenados cuando entraban en el infierno de Dante: 'lasciate ogni speranza'. Si la Roma acariciaba alguna ilusión de aguantar hasta el final, ese gol fue como un puñetazo en el hígado. Hay que decir en honor a los italianos que la suya fue una exhibición de resiliencia de la que deben estar orgullosos. Aguantaron una hora de pie a un Athletic desencadenado al que una grada incendiada llevaba en volandas. El de los rojiblancos no fue precisamente un dechado de fútbol por mucho que Nico intentara constantemente la virguería. El partido pedía paciencia para ir minando poco a poco la resistencia de un rival emboscado en su área, pero el corazón y la grada llevaban al equipo por otros caminos más fáciles de cegar para los italianos.
Nico culminó una de sus acciones individuales con un remate a la base del poste y unos minutos antes Maroan había dilapidado un mano a mano con el portero porque su picadita le salió desviada. Fueron dos ocasiones malgastadas de esas que empiezan a agitar fantasmas a los espíritus más aprensivos, por aquello de que el fútbol termina castigando al que desperdicia las ocasiones que se le presentan.
Pero estaba escrito que la tarde no era la de la Roma. Al castigo de la expulsión se le sumó ese gol al filo del descanso que los viejos cronistas definían como psicológico. Valverde maniobró con toda la lógica del mundo dejando en la caseta a Unai Gómez para jugar la baza de Berenguer. La energía del bermeano dio paso a la movilidad del navarro en los espacios cada vez más angostos que concedía la Roma.
También maniobró Ranieri, retirando a sus dos bazas más renombradas, Dybala y Dovbik, buscando la velocidad que propiciara un golpe de mano a la contra. El partido entró en una fase de indefinición. Seguía siendo un monólogo del Athletic y se seguía desarrollando en la mitad italiana del campo, pero corrían los minutos, la sentencia no acababa de llegar y, recordémoslo, en el fútbol nadie está a salvo de un accidente.
Afortunadamente, y como para que los italianos acabaran comiendo cerillas, la sentencia llegó con un saque de esquina peinado por Yuri. Habría que repasar los libros para comprobar cuántos goles de cabeza en un saque de esquina han marcado los laterales del Athletic en general y Yuri en particular.
El tercer gol del partido, segundo en la cuenta particular de Nico culminando una galopada de Yuri, fue un premio a la constancia y el seguro a todo riesgo que todo San Mamés esperaba ante la eventualidad de un accidente, que terminó llegando aunque parezca mentira, pero ya solo quedaba tiempo para celebrar el pase a la siguiente ronda.
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