El inesperado empate del Athletic ante el Getafe, más por el pobre juego desplegado que por el resultado, provoca que la visita al Barcelona adquiera ... otra dimensión. Por si fuera poco, todo lo que ha llegado este verano desde el entorno azulgrana alrededor de su interés por Nico Williams, el patinazo de la primera jornada obliga un poco más a un equipo que se tiene que remontar a noviembre de 2001 para encontrar su última victoria en el Camp Nou. Si se recuerda que desde entonces todo el botín que han conseguido los rojiblancos son tres tristes empates, el panorama previo a este partido no puede ser precisamente esperanzador por mucho que, por pura estadística, cada año que pasa tenemos que estar obligadamente más cerca del final de una racha que se eterniza.
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Todavía duele el gol que marcó el año pasado Marc Guiu en Montjuic cuando no había transcurrido un minuto de su debut en el primer equipo. El partido tenía toda la pinta de que estaba destinado a acabar como había empezado, pero el tanto del debutante, que solo llegó a participar unos minutos en otros dos partidos, vino a confirmar que el cuando el Athletic visita al Barcelona no solo pierde cuando juega por debajo de sus posibilidades -la mayoría de las veces- sino que tampoco le acompaña la fortuna cuando mejora su rendimiento. El empate contra el Getafe se ha asumido en general como un contratiempo propio de las fechas en las que estamos. Como el año pasado a estas alturas, en el entorno rojiblanco preocupa más la imagen que dio el equipo que el marcador final. Las dificultades que ha tenido Ernesto Valverde a lo largo del verano para completar una pretemporada como mandan los cánones explica en parte el fiasco.
Si se quieren encontrar más razones para aceptar el empate ante un rival que se suponía menor y venía disminuido, basta recordar que el de la semana pasada fue la cuarta igualada consecutiva que cosecha el Getafe en San Mamés. Desde su último ascenso en la temporada 2017-2018, el balance del equipo madrileño en La Catedral es de seis empates, una victoria y una sola derrota, por 5-1 eso sí, a manos del Athletic de Marcelino que remontó de manera espectacular el gol que marcó Cucurella en el primer minuto de aquel partido.
Un repaso a la historia reciente nos confirma que lo del pasado jueves responde a la rutina que se ha instalado de un tiempo a esta parte en el Athletic. Da igual que estrene la competición lejos de su campo o en San Mamés. En las últimas diez temporadas solo ha conseguido ganar el primer partido en dos ocasiones, ambas en La Catedral: ante el Leganés en la temporada 2018-2019 y el año siguiente contra el Barcelona, aquel partido del ya histórico último gol de Aduriz.
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Los rojiblancos llevan casi 23 años sin ganar en el campo del Barça (noviembre 2001)
En las ocho temporadas restantes se registran tres empates en San Mamés, uno ante el Mallorca y dos contra el Getafe y la derrota del año pasado ante el Real Madrid. El magro botín a domicilio se reduce a una igualada sin goles en Elche. Hubo derrotas en Granada, Gijón y aquella en Málaga hace diez años cuando el ínclito Mateu Lahoz anuló un gol a Iraizoz en los últimos instantes sin que, hasta la fecha, el locuaz colegiado, ahora metido a argumentar en televisión los arcanos del VAR, haya explicado la razón que le impulsó a tomar semejante decisión.
Tampoco ayuda al optimismo el historial personal de Valverde en los estrenos ligueros. El técnico ha empezado su novena temporada en el banquillo rojiblanco con el empate del jueves pasado. Pero es que en sus ocho cursos anteriores, solo una vez ha conseguido empezar ganando. El prodigio ocurrió en Valladolid en el arranque de la campaña 2013-2014. Es verdad es que Txingurri corrige pronto el rumbo. En cuatro cursos consiguió la primera victoria en la tercera jornada. En la 2014-2015 y el año pasado logró la primera victoria a la segunda. Solo en la 2004-2005 hubo que esperar cinco partidos para celebrar el primer triunfo. Eso sí, fue a lo grande, 2-1 ante el Real Madrid después de dos empates ante Osasuna y Valencia y dos derrotas ante el Dépor y el Betis.
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La mala costumbre de Valverde de patinar en el primer partido se extiende más allá del banquillo rojiblanco. Ni en el Espanyol, ni el Villarreal, ni en el Valencia consiguió ganar en el estreno. Solo logró empezar ganando las tres temporadas que estuvo en el Olympiacos, y en dos de los tres cursos que dirigió al Barcelona. Valverde vio desde el banquillo de San Mamés, vestido con los colores blaugrana, aquel golazo de Aduriz con el que el Athletic inauguró la Liga 2019-2020.
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