Negreira lo oscurece todo
Todas las elocubraciones con la alineación que presentó Ernesto Valverde quedaron empequeñecidas por la decisión de Gil Manzano de anular el gol de Iñaki Williams
Ernesto Valverde se superó a sí mismo, y quien lea estas palabras, que no las interprete como un elogio ni una crítica, sino como una ... constatación de la realidad. Me refiero a la alineación que puso sobre el tapete, y que más allá de la pertinencia o no para estar en el equipo, de los jugadores que partieron de salida, no hubiera adivinado ni uno solo de los 49.741 espectadores que acudieron a San Mamés. Si el Athletic hace una quiniela entre los aficionados, seguro que el pleno al once hubiera quedado desierto. Las combinaciones que se pueden hacer entre los futbolistas de la plantilla son innumerables, aunque hay varios nombres casi siempre predecibles, pero ni por esas, el equipo que presentó Valverde entraba en la imaginación más calenturienta.
Ya digo que no es una crítica. El entrenador no saca bolitas de un bombo para elegir del equipo. Lo hace con todos los datos en la mano. Los propios y los del rival, lo que ha visto en los entrenamientos y lo que cree que puede ser mejor para el juego del Athletic. Sopesa todos los factores y después elige. A veces acierta, a veces se equivoca, pero no deja nada al azar. Sin embargo, no dejó de sorprender a nadie la ausencia de Yuri y la presencia de Balenziaga en su lugar; la aparición de Raúl García en el ataque, o la contumaz repetición de la pareja de mediocentros formada por Dani García y Vesga, de la que ellos mismos hablan con cierta sorna y que también comentan sus compañeros: «Hoy juegan los terroristas», cuando Valverde anuncia el equipo.
Que Yuri no parecía lesionado lo constató su salida al campo en la segunda parte, así que también es un misterio que no apareciera de inicio. En fin; tampoco parece que Iker Muniain esté siendo del gusto de Valverde en sus quinielas particulares. El capitán ve más minutos desde el banquillo que desde el césped.
Pero todas esas elucubraciones con la alineación de uno y de otro, con la conveniencia de jugar con la pareja de 'terroristas', con la ausencia de Yuri o la falta de minutos del capitán, quedaron empequeñecidas por la decisión de Gil Manzano –habría que saber qué decía Enríquez Negreira en sus informes sobre el extremeño–, de anular el gol de Iñaki Williams, celebrado en la grada, en el césped y en todos los bares de Pozas y los hogares de Bizkaia.
Dijeron los que implantaron el VAR que el invento llegaba para errores flagrantes, vamos, de esos que sirven para mandar un árbitro a la nevera, y el ejemplo es Iglesias Villanueva en el Valencia-Osasuna de la víspera. Sin embargo, al menos en la Liga española, el criterio es imprevisible. Las normas no escritas a fuego en el reglamento, pero que se distribuyen en circulares que envía ese comité técnico de árbitros que dirige, es un decir, Medina Cantalejo, hablaba de que una mano involuntaria que se comete inmediatamente antes de conseguir un gol, debe sancionarse. Sin embargo, la mano de Muniain, que evidentemente no es voluntaria, se produce mucho antes de la carrera de Williams que acaba en gol, así que los árbitros tienen unos principios, y si a Negreira y sus sucesores, no les gustan, tienen otros.
A Xavi Hernández le entristecieron, dijo, los gritos de ¡A Segunda! que recibieron los jugadores del Barça, pero más le dolió a la afición del Athletic el hecho de que después de trabajarse el empate, se tuvieran que ir con la desilusión de la derrota por una mano que nadie vio en el campo, ni Xavi, que suele ser bastante picajoso con esas cosas, al margen de la altura de la hierba del campo. Él pensó que lo que estaban revisando era un fuera de juego.
Así que la afición tomó el camino de vuelta a casa, con ese sabor amargo de lo que pudo haber sido y no fue, y ni por un momento se acordó de la extraña alineación de Valverde. El caso Negreira lo oscurece todo.
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