Un final más que feliz
Que nadie crea que clasificarse para la Champions a falta de dos partidos es algo fácil
Y el final fue más que feliz. Y que nadie crea que clasificarse para la Champions a falta de dos partidos por jugar es algo ... fácil, ni mucho menos. Habrá que convenir en que este equipo tiene mucho mérito, al margen de las cuestiones habituales sobre la limitación del mercado, que una vez más no ha sido una coartada sino un impulso. Tiene mérito porque a diferencia de la última vez que los rojiblancos, con Ernesto Valverde en el banquillo, se clasificaron para la máxima competición europea, esta vez han tenido que lidiar con tres competiciones –cuatro si contamos la Supercopa–. En aquella ocasión, después de una temporada mediocre con Bielsa, el Athletic no tuvo que jugar en Europa.
Y un mérito añadido más es cómo ha conseguido el Athletic solventar estas dos últimas jornadas, tres si contamos también el partido de Anoeta, con un equipo diezmado en ataque, sin los hermanos Williams y con Sancet jugando un rato los dos últimos partidos. La concentración de todo el equipo y el espíritu de entrega de todos los futbolistas han solventado la papeleta. Posiblemente no es fácil caer eliminado en una semifinal europea con la ilusión de poder jugar la final en San Mamés, pero está claro que el equipo lo ha asumido con una naturalidad sorprendente, lo ha olvidado en un pispás y se ha centrado en lo que quedaba. Nadie bajó los brazos, nadie se rindió, y el premio llegó dos jornadas antes de que finalice la Liga.
Dicho esto, habrá que convenir en que la primera parte del Coliseum fue café para los muy cafeteros. Uno de esos partidos duros de ver en el que solo los que aprecian cosas que los mortales no percibimos disfrutan frente a un televisor sin que le entren tentaciones de pasarse a la familia de la tele o a la teletienda. Un partido de cemento armado en el que el Athletic quería proponer, y el Getafe, después de una racha infame de cinco derrotas cuando pensaba que lo tenía hecho todo, prefería no responder a las provocaciones futbolísticas rojiblancas y mirar para otro lado.
Cuestión de fe
Así que a esas horas de la noche, cuando la prudencia aconseja meterse en la cama y dormir las horas reglamentarias para despertarse fresco al día siguiente, los athleticzales prefirieron arriesgar más que el Getafe y se mostraron dispuestos a seguir viendo lo que pasaba en el Coliseum contra viento y marea, porque tenían fe en el Athletic.
Y les fue recompensada con los goles de Guruzeta y Vivián. El primero, aunque no está a la misma altura de la temporada pasada, resulta que ya lleva siete goles en el casillero y además parece otro futbolista en las últimas semanas. La segunda parte rojiblanca fue bastante mejor que la primera, sobre todo tras los cambios que hizo Valverde, como el domingo frente al Alavés. Mejoró el aspecto, encontró bastantes más espacios y se llevó los tres puntos que son oro, incienso y mirra. El año próximo sonará, con todo merecimiento, el himno de la Champions en San Mamés, así que la melancolía que puede entrar en Bilbao por ver como el miércoles dos extraños se juegan la Europa League en San Mamés mejor aparcarla.
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