Opinión

Una decisión muy pensada

Martes, 11 de junio 2024, 01:25

Hace apenas una semana, en Zaragoza se relamían con el regreso a La Romareda de Ander Herrera, el alumno aventajado que salió de allí hace ... más de una década para completar un interesante periplo por Bilbao, Manchester, París y de nuevo la capital vizcaína, en la que ha jugado las dos últimas temporadas vistiendo la camiseta del Athletic. La carrera de Ander ha sido fructífera, tanto en San Mamés como a bordo de dos de los grandes expresos europeos en cuyos proyectos se embarcó.

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Ahora, en la recta final de su carrera deportiva pensó, durante algún tiempo, en regresar a casa, a un club que, desde su salida, ha vivido, posiblemente, las temporadas más complicadas de su historia. Nunca fue un ejemplo de estabilidad el Real Zaragoza, el emblema de la quinta ciudad más grande de España, con más de 600.000 habitantes, y en estos tiempos, cuando depende de un fondo de inversión que intenta reducir la deuda que obligó a presentar hace más de una década -en 2011-, un concurso de acreedores, sigue sin ver la luz.

El Zaragoza consiguió la permanencia en la penúltima jornada y sigue anclado en la segunda categoría; la Romareda, que comienza ahora su remodelación, cada vez acoge a menos seguidores que recuerdan haber presenciado en directo, en el campo o por televisión, el gol de Nayim que le dio la Recopa frente al Arsenal en 1995 en el Parque de los Príncipes, en el que Herrera jugaría después tres temporadas. Pero, como suele suceder cuando termina un año futbolístico y se empieza a pensar en el siguiente, en Zaragoza hicieron borrón y cuenta nueva, algo que sucede en todos los clubes, y empezaron a creer que la próxima temporada será la buena.

Con Víctor Fernández, el entrenador de la Recopa, en el club empezaron a pergeñar un nuevo proyecto, y creyeron leer que Ander Herrera podría ser una de las piezas fundamentales para, por fin, salir del purgatorio y ascender a los cielos. Y el jugador no le hizo ascos a regresar a Zaragoza. Claro que estas cosas se filtran, se van haciendo más grandes, se inflan, comienzan las declaraciones, aprieta la prensa y es entonces, posiblemente, cuando comienzan las dudas.

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La impresión general en Zaragoza era que Ander Herrera se iba a convertir en la piedra angular de ese nuevo proyecto, el eje sobre el que pivotaría la regeneración. Así se lo explicó Víctor Fernández durante una comida en la capital aragonesa hace pocos días, y, tal vez, ese haya sido el motivo por el que el futbolista nacido en Bilbao y criado en la cantera del club maño, haya decidido declinar la oferta y aceptar la renovación que le presentó el Athletic, de cuyos detalles poco se sabe por la habitual discreción del club en estos asuntos. Ander Herrera es, además de un futbolista dotado de excelentes virtudes tácticas y técnicas, una persona muy inteligente, y así lo ha demostrado cada vez que se expone a una entrevista o a una conferencia de prensa.

Sabe muy bien lo que hace y lo que decide, y el hecho de que en Zaragoza hubieran descargado, sobre su hipotética llegada, tanta responsabilidad, puede que haya sido el motivo para su marcha atrás. Se conoce, sabe hasta dónde puede llegar, y la exigencia que supone convertirse en estandarte del resurgimiento de un equipo. Podría ser el líder en la caseta, pero probablemente no en el campo, porque ahí están los datos.

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Cualquier otro futbolista más autocomplaciente, habría aceptado sin dudar ser la estrella de un equipo, aunque sea de Segunda División, pero da la sensación de que Herrera es consciente de sus limitaciones, que sabe que en el Athletic tiene un sitio no tan principal como lo tuvo, pero sí importante; que Ernesto Valverde es uno de sus valedores y que pidió su fichaje, y que, con cuatro competiciones por delante, tendrá su cuota de participación en la temporada próxima.

El entrenador no ha tenido ningún reparo en alinearle cuando lo ha necesitado, porque sabe que siempre responde y, además, es casi su prolongación sobre el césped. Pero Ander, salvo milagro, no está para jugar las 42 jornadas de una competición tan exigente como la de Segunda, y él lo sabe, y también, claro, conoce a la exigente afición del Zaragoza, que aprieta igual ahora que hace dos décadas. Ha dudado, no ha querido ser en Zaragoza el Sergio Ramos del Sevilla, y ha preferido seguir en Bilbao. Bienvenida sea su decisión.

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