

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Es cierto que el Athletic vive tiempos felices y que en esta situación todo parece más fácil y llevadero, incluso las comparecencias del presidente ante ... los medios de comunicación. Unas veces más y otras menos, generalmente en función de los resultados del equipo, estas ruedas de prensa siempre tienen algo de escrutinio severo y los ocupantes del sillón de Ibaigane no suelen gestionarlas bien. Sobre todo en sus primeros años de mandato, cuando tienen la piel más fina, se les nota incómodos, a disgusto con el papel fiscalizador de los periodistas, a quienes no dejan de vernos como una presencia molesta e inevitable, irritantes tábanos en la orilla del río. En esos casos, no saben disimular su malestar, a veces su agobio, y al final acaban proyectando una imagen irremediablemente pobre, ya sea la de dirigente envanecido por el cargo, la de novato resabiado o, casi la peor, la de detenido inocente interrogado por policías sin escrúpulos.
La experiencia ayuda mucho a evitar estos padecimientos. Aunque siempre hay excepciones, los presidentes van creciendo, cogiendo poso, y cada vez torean mejor. Jon Uriarte, sin ir más lejos, hizo ayer una muy buena faena. Con el equipo cuarto en la Liga y en octavos en la Europa League tampoco lo tenía difícil, es verdad, pero su actuación hay que valorarla como se merece, tanto por el tono como por el contenido de sus mensajes. Parece que han quedado atrás sus tiempos más retadores y adanistas, teñidos de aquel populismo desabrido y de un distanciamiento soberbio con una gran mayoría de la familia rojiblanca. Seguramente se fueron disolviendo poco a poco en el baño de realidad de su primera temporada, tan decepcionante.
Ahora, en esta época de bonanza y ya más maduro en el ejercicio de su cargo, da la impresión de que Uriarte ha encontrado un gran equilibrio. Ayer incluso dio la impresión de que se sentía a gusto en la sala de prensa de San Mamés y de que hubiera alargado su exposición de no tener también por delante la presentación de Maroan Sannadi. De hecho, si hubiera querido quitarse de encima el marrón de los periodistas también hubiera despachado ayer el tema de la grada de animación en lugar de organizar una rueda de prensa monográfica para la semana que viene. Digo yo.
Hubo varios temas interesantes en la rueda de prensa y todos ellos los abordó Uriarte con temple en su muleta. Se le cuestionó sobre si el Athletic, siendo como es cuarto en la Liga, tiene ahora un objetivo mayor que el de entrar en Europa, y respondió que el objetivo es el mismo, pero que la Champions se ha convertido en un gran sueño y el equipo está obligado a luchar por él. Y no sólo el equipo, matizó, sino también la afición, obligada a crear en San Mamés un ambiente que ayude a los jugadores tanto en la Liga como en Europa. Sin citarlos, el aviso a los navegantes de la Iñigo Cabacas Herri Harmaila no pudo ser más claro. Y más serio. Con lo de la animación, tonterías las justas, vaya.
Siguiendo con los sueños, Uriarte reconoció otro personal: que Valverde continúe año y medio más, hasta el final de su mandato. Eso sí, después de expresar este deseo también deslizó un pequeño matiz al recordar que nadie es imprescindible y que el club, a través de Mikel González, está obligado a trabajar en un plan B ante la posibilidad de que se produzca una contingencia tan indeseada como la marcha de Txingurri. Vamos, que una cosa es que Valverde sea «el mejor entrenador del Athletic del siglo XXI», como aseguró, y otra que sin él su proyecto como máximo responsable del club al menos hasta 2026 fuera a desmoronarse. El presidente estaba obligado a incluir esta apostilla para no ahogarse en su propia cascada de elogios a su técnico.
Lo mejor de las respuestas de Jon Uriarte llegó, a mi juicio, cuando se refirió a la denuncia que el club ha presentado por los insultos racistas a algunos jugadores del Athletic cuando calentaban en el Benito Villamarín. También estuvo bien cuando recordó al Real Madrid, que tras la entrada criminal de Romero a Mbappé anda estos días flagelándose por las esquinas como los picaos de San Vicente de la Sonsierra, la entrada de Carvajal que rompió el peroné a Berchiche y se quedó en una tarjeta amarilla. Pero lo del Villamarín tuvo más mérito. La pregunta podía utilizarse como una alfombra roja para la demagogia y Uriarte, en lugar de eso, prefirió hacer autocrítica y admitir que ese tipo de actitudes tan extendidas y reprochables también nosotros nos las tenemos que mirar.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La Unidad de Trasplantes de Valdecilla, premio Cántabro del Año
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.