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Lo único bueno que tuvo el partido contra el Besiktas, paradójicamente, es que fue tan malo que cabe interpretarlo como un accidente. Hagámoslo, por tanto, ... y recordemos que todos los equipos, incluso los que caminan con más firmeza, de repente sufren un tropiezo inesperado y se pegan una costalada. El Barça las sufrió con el Girona en Montilivi e incluso en su campo contra el Leganés y Las Palmas. Y qué decir del Real Madrid, que no ha dado pie con bola contra su eterno rival (0-4 y 2-5). Ahora bien, dicho esto, seamos sinceros: hay en esta interpretación del accidente fortuito un deje de voluntarismo que no es inteligente. No lo es en el sentido de que nos hace obviar una evidencia: que al Athletic está comenzando a pesarle este calendario tan exigente. Algo natural, por otra parte. Nadie se libra de ello y menos un equipo no acostumbrado.
La comparación con lo sucedido hace un año es obligada. En enero de 2024, el Athletic puso los cimientos a una temporada histórica. Se temía entonces una cuesta arriba como la de 2023, que provocó un empate y tres derrotas en la Liga, pero fue justo lo contrario. El equipo despegó como un cohete. En siete partidos sumó cinco victorias, dos en Liga ante el Sevilla y la Real, y tres en Copa ante el Eibar, el Alavés y el Barça. También empató en Cádiz. La única derrota la sufrió en Valencia. En este 2025, por el contrario, sólo ha ganado uno de sus cinco encuentros, el de Liga en Balaídos. El resto los ha perdido –Barcelona, Osasuna y Besiktas– o empatado ante un Segunda Federación (UD Logroñés). Resultados aparte, la cuestión de los goles también merece ser reseñada. De los trece goles a favor y cuatro en contra en enero de 2024 se ha pasado a los cinco a favor y diez en contra un año después.
Como decíamos, despachar estos datos como si fueran producto de la casualidad y no merecieran ningún significado no pasa de ser un ejercicio de voluntarismo saltarín que podría ser propio de Mikel González; de alguien, en fin, que en menos de una semana puede pasar de decir que Ander Herrera es un «futbolista fundamental» a celebrar que el club ha hecho un buen negocio dejándole marchar y ahorrándose su ficha. Es evidente que estos resultados tienen un significado claro, a la vista de todos: se están empezando a resentir, en algunos casos de forma llamativa, las prestaciones de un buen número de jugadores. Y el equipo lo está notando.
Como en el fútbol siempre hay celosos guardianes del optimismo institucional y el Athletic no es una excepción, alguien dirá que la situación objetiva del equipo de Valverde es magnífica y desmiente cualquier tipo de apreciación crítica que se le haga. Y no es así, por supuesto. Porque una cosa es la obligación de disfrutar y elogiar el rendimiento de los rojiblancos, su magnífica cuarta posición en la Liga y sus prestaciones en la Europa League, y otra no advertir el decaimiento que, por diferentes circunstancias, están experimentando algunos jugadores. La realidad es que, en este momento, al Athletic le está sosteniendo mucho más su fuerza como colectivo que la aportación de sus individualidades.
Esto, no hace falta decirlo, es un gran mérito de Valverde. No es fácil coser bien un grupo tan competitivo, con una mentalidad tan poderosa y un estilo tan atractivo e innegociable. La horma que ha creado Txingurri tiene una importancia enorme en este Athletic. De hecho, es la que ha permitido que las rotaciones hayan funcionado bien esta temporada. Y no sólo eso. Si uno se toma la molestia de repasar los treinta partidos oficiales de esta temporada no encontrará momentos de gran brillantez como los que los leones brindaron la pasada en varios partidos memorables. Yo me quedo con los dos ante el Atlético. Lo que encontrará sobre todo son buenos resultados obtenidos haciendo trabajar una maquinaria bien engrasada; es decir, tirando de intensidad, presión alta, dinamismo y una insistencia machacona en la búsqueda de la portería rival.
Hay una manera fácil de hacer la distinción entre el nivel del grupo y el individual de los jugadores que lo componen. Se trata de valorar qué futbolistas están rindiendo mejor que la temporada anterior, que fue una de esas en la que casi todos los futbolistas crecen y parecen otros, mucho mejores, hasta más guapos, como consecuencia de ese efecto simpatía que se produce en los equipos subidos a una ola espléndida. Pues bien, lo que se dice crecer sólo lo han hecho Jauregizar y Adama Boiro, que estaba en el filial. Otros están manteniendo su nivel como De Marcos, Vivián, Berchiche, Berenguer o Iñaki Williams. O empiezan a recuperarlo como Yeray. Y otros lo están empeorando, ya sea porque están jugando peor, muy poco o casi nada –casos de Lekue, Paredes, Vesga, Beñat Prados, Unai Gómez, Guruzeta o Nico Williams–, o por una menor disponibilidad debido a las lesiones, como por ejemplo Galaxy y Sancet, dos piezas básicas.
El repaso podemos cerrarlo con Djaló, cuyo rendimiento ha tenido que desplomarse por fuerza respecto al que ofreció en el Braga. De lo contrario, el Athletic no hubiera pagado 15 millones por él y Mikel González, pese a su optimismo mineral, no hubiera asegurado que «tiene mucho gol, velocidad, es muy hábil y puede dar un salto de calidad a la plantilla». Siendo esto así, tiene su lógica que el equipo esté atravesando una pequeña crisis ahora que, apretado por los rigores del calendario, su fútbol ha perdido fluidez, precisión y fortaleza en las disputas, y como consecuencia de ello, ha visto agrietarse su gran virtud: la solidez defensiva. Ahí es nada que haya encajado 10 goles en los 4 últimos partidos cuando en los 26 anteriores sólo había recibido 19. Con eso está dicho todo. O no. También hay que decir que, cuando un equipo está tan bien encarrilado como este Athletic, que los buenos futbolistas vuelvan a brillar suele ser cuestión de tiempo.
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