Hablando de finales
Cuando en Bilbao se pronuncia la palabra final, automáticamente saltan como resortes una sucesión de palabras asociadas: Copa, entradas, hoteles, aviones, gabarra… A riesgo ... de que se me acuse de cenizo, me referiré a las otras finales, las que no llevan premio y que tienen asociadas palabras como angustia, nerviosismo, salvación… esas finales en las que no se juega por la gloria sino por la vida.
Puede sonar exagerado ponerse a hablar de estas cosas a estas alturas, con 31 puntos en el casillero del Athletic, calculando que en la proyección más pesimista la salvación estará en los cuarenta puntos y teniendo en cuenta que todavía restan catorce jornadas. Pero después de nueve partidos sin ganar, tampoco está de sobra tentarse la ropa y ponerse las pilas a tiempo antes de que las cosas vayan a mayores.
Por eso, el partido de este domingo ante el Alavés tiene un cierto aire de final. Ganar, acabar de una vez por todas con la nefasta racha que está padeciendo el Athletic, relanzaría a un equipo que, según confiesa su propio entrenador, está empezando a acusar en su ánimo semejante sucesión de fracasos y, como ya nos explicó Jorge Valdano, el fútbol es un estado de ánimo. Recién sumados los mismos puntos que el Athletic, 31, Jagoba Arrasate se felicitó en la misma sala de prensa de San Mamés porque veía más cerca el objetivo de la salvación. Suena más realista que seguir hablando de Europa después de sumar cinco puntos de 27.
Gaizka Garitano es el que mejor sabe que las cosas no están yendo ni medio bien en la Liga, y aunque reconoce que el desgaste de la Copa influye, advierte de que no puede ser la excusa que lo tape todo. Es verdad que en esta racha ha habido partidos en los que el Athletic ha merecido más, pero los méritos no puntúan en el fútbol. También ha habido algunos partidos, y largas fases de otros, en los que el equipo ha proyectado una imagen de incapacidad más que preocupante. Sin ir más lejos, de la derrota ante Osasuna, podemos quedarnos con los balones al poste de Vencedor y Aduriz, o las ocasiones de Williams y Capa, pero recordar en qué minuto consiguió el Athletic rematar una jugada entre los tres palos en un partido que se jugaba en San Mamés, produce escalofríos.
Estos días llueven sobre el Athletic los datos y las estadísticas negativas: el peor equipo de 2020, la tercera peor racha de la historia… también llegan las lesiones especialmente dañinas como la de Villalibre; será por aquello del perro flaco y las pulgas. Y para completar el cuadro ha salido el presidente a proclamar su confianza en el entrenador, que es lo que menos suelen querer los entrenadores que hagan los presidentes, porque ya se sabe lo que suele suceder a continuación casi siempre.
Elizegi basó su argumento en la comparación que, como está comúnmente aceptado, es odiosa por definición. Dijo el presidente que este equipo en febrero de 2019 no podía pensar en el medio plazo y ahora sí. Pues hombre, en febrero de 2019 y en la misma jornada en la que estamos ahora, la 24, el Athletic sumaba solo un punto menos, 30, y estaba un escalón por debajo, undécimo entonces, décimo hoy. Estaba a siete puntos del descenso, tres más cerca que ahora, y a cinco de Europa, dos más cerca que hoy. Hasta había marcado un gol más, 24, aunque había recibido 28 en lugar de los 20 actuales. Y, lo más importante, volviendo al estado de ánimo: entonces el Athletic era un equipo optimista en una trayectoria ascendente.
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